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Mañana 
16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación y 
hay que reflexionar sobre las causas del hambre: la 
exclusión de pueblos enteros; la injusta distribución de los 
recursos; las políticas agrarias y comerciales que anteponen 
los intereses comerciales a la las necesidades del ser 
humano; y a la devaluación del derecho a la alimentación 
como derecho humano fundamental. 
  
  
En un mundo en el que se producen alimentos para el doble de 
personas que lo habitan, cerca de 900 millones de personas 
pasan hambre y están desnutridas. Y tres de cada cuatro de 
esas personas que pasan hambre son pequeños agricultores, 
pescadores o pastores, productores de alimentos que, sin 
embargo, no tienen acceso a los recursos necesarios para 
producir el sustento que necesitan para llevar una vida 
plena y digna.  
  
Esta paradoja es la manifestación más evidente de que las 
raíces del hambre del siglo XXI hay que buscarlas en la 
exclusión y en la marginación de pueblos enteros; en una 
injusta distribución de los recursos; en políticas agrarias 
y comerciales internacionales que anteponen los intereses de 
los grandes mercados a la satisfacción de las necesidades 
más básicas del ser humano; y en la devaluación del derecho 
a la alimentación como derecho humano fundamental, 
proclamado en la Declaración Universal de Derechos Humanos y 
que, como tal, entraña obligaciones, hoy no cumplidas, para 
todos los gobiernos, además de una responsabilidad colectiva 
para la sociedad en su conjunto.  
  
Hay varias preguntas que deberían realizarse gobiernos y 
sociedades. La primera es por qué las políticas 
agropecuarias se fundamentan, principalmente, en parámetros 
de productividad y no incorporan el respeto al medio 
ambiente y el enfoque de soberanía alimentaria que 
permitiría a las personas ejercer el derecho a definir sus 
propias estrategias sostenibles de producción, distribución 
y consumo de alimentos, además de fomentar el carácter 
multifuncional de la agricultura. O por qué es la 
Organización Mundial del Comercio u otros organismos 
relacionados con el mercadeo, y no la FAO, quienes 
están asumiendo el liderazgo en las grandes cuestiones que 
condicionan la agricultura. O por qué se ha limitado la no 
realización de este derecho humano fundamental a la lucha 
contra el hambre, enfoque asistencialista y en el que son 
los ricos los que ayudan a los pobres sin analizar las 
causas que generan el hambre.    
  
Para acabar con el hambre se precisa una restauración de las 
prioridades. Para la campaña “Derecho a la alimentación. 
Urgente”, en la que trabajan desde 2003 varias 
organizaciones como Prosalus, Cáritas, Veterinarios Sin 
Fronteras e Ingeniería Sin Fronteras, es necesario disponer 
de marcos legales específicos que garanticen el derecho 
humano a la alimentación y protejan a las personas de 
posibles abusos y vulneraciones realizadas por los Estados o 
empresas.  
  
Las políticas agrarias deben ser diseñadas en función de las 
necesidades de la población y con la participación de los 
agricultores, respetuosas con el medio ambiente y que no 
tengan por objetivo principal el comercio sino la 
realización del derecho a la alimentación de las personas. 
Los Estados deben trabajar en aras de la coherencia de 
políticas velando para que la protección y garantía de los 
derechos humanos se anteponga a otros intereses como los 
comerciales aunque se trate de intereses legítimos.   
 
  
El gobierno español, por ejemplo, ha incorporado ya el 
derecho a la alimentación como una prioridad dentro de su 
política de cooperación al desarrollo, aunque esta prioridad 
no debe contemplarse de manera aislada sino que es tan 
importante o más que el enfoque de derechos sea transversal 
en todas las políticas de Estado, incluidas las comerciales. 
Si el compromiso del gobierno español es real, España 
debe asumir un papel de liderazgo o de promotor de la 
coherencia de políticas en el seno de la Unión 
Europea, velando para que no tengan impacto negativo en 
la realización del derecho a la alimentación.  
  
Toda estrategia de lucha contra el hambre debe fundamentarse 
en la realización del derecho humano a la alimentación en el 
marco de una política de soberanía alimentaria, contar con 
acceso regular a una cantidad suficiente de alimentos 
adecuados desde el punto de vista nutricional y que sean 
culturalmente aceptables para desarrollar una vida sana y 
activa. El derecho a poder alimentarse de forma digna y 
autónoma, más que el derecho a ser. 
  
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