En
ocasión del Día Mundial de la Mujer Rural y del Día Mundial
de la Alimentación, el Grupo de Interés por la Soberanía y
la Seguridad Alimentaria y Nutricional (GISSAN) celebró un
Foro en el que se analizó la situación de Nicaragua ante la
necesidad de impulsar de forma contundente políticas y
acciones en vista de garantizar la seguridad alimentaria al
pueblo nicaragüense, haciendo énfasis en la condición de la
mujer rural como motor fundamental para alcanzar este
objetivo.
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Denis Meléndez |
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Eduardo Vallecillo |
En 1996, la Cumbre Mundial de la Alimentación en Roma estimó
en 800 millones los seres humanos que padecían de hambre. En
2006 ese flagelo afectaba a 854 millones de personas y dos
años después, según la FAO, el número subió de manera
preocupante hasta llegar a 923 millones de personas
hambrientas. Para final del 2009 se estima que serán 1.020 millones las
personas que padecen de hambre y desnutrición.
En su informe sobre la situación de la inseguridad
alimentaria y nutricional de Nicaragua, el GISSAN
avisó que las estadísticas nacionales del 2004 indicaban
que alrededor de 2,5 millones de nicaragüenses vivían en
condiciones precarias o infrahumanas, con un déficit de
entre 413 y 313 kilocalorías per cápita1.
No obstante, el GISSAN evidencia “los
esfuerzos que realiza el actual gobierno de Nicaragua
por tratar de cumplir con sus compromisos en materia de la
Cumbre Mundial de la Alimentación (CMA), en reducir
la pobreza, el hambre y la desnutrición, desarrollando
políticas y estrategias nacionales y sectoriales bajo el
modelo de la Soberanía y Seguridad Alimentaria, y
reconociendo este modelo como el único que pueda solucionar
la difícil situación de pobreza, hambre y desnutrición que
atraviesa el país”, explica el Informe presentado el ocasión
del Día Mundial de la Alimentación.
Según datos ofrecidos por el Informe, el gobierno
que asumió en Nicaragua en 1990 se había comprometido
a disminuir la desnutrición crónica del 20 al 16 por ciento
para el 2015. Sin embargo, las políticas neoliberales
implementadas en el país contribuyeron a que en 2001 este
porcentaje se elevara hasta el 25,8 por ciento, y el 27,21
en 2004.
La última encuesta del
Instituto Nacional de Información de Desarrollo (INIDE)
del 2004 arrojó una mejor situación, mostrando un nivel de
prevalencia de la desnutrición crónica del 21,7 por ciento.
Después de casi tres años del nuevo gobierno,
datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) revelan que en 2009 la desnutrición
crónica bajó hasta el 17,1 por ciento, siendo Nicaragua
el segundo país con menor porcentaje de la región
centroamericana.
Pese a este avance, el GISSAN recordó en
su documento de posición que es necesario implementar
el cumplimiento de la Ley de Soberanía y Seguridad
Alimentaria y Nutricional (SSAN), aprobada el pasado
mes de julio 2009, y su reglamento; asegurar la creación de
un mecanismo de reservas nacionales de semillas y granos
básicos aptos para el consumo humano y construir una
estrategia de producción agrícola sustentable e integral.
Pide también definir un banco de tierras fértiles
y aptas para el cultivo de alimentos para depositar en manos
de las mujeres, brindando asistencia técnica y acceso al
crédito; divulgar el daño ocasionado por las políticas de
implementación de los monocultivos, de agrotóxicos y
cultivos transgénicos.
Finalmente, el GISSAN pidió implementar el
monitoreo y evaluación de programas productivos que están
beneficiando a la población, promover la lactancia materna
como el primer derecho humano a una alimentación adecuada,
aprobar las leyes que complementan la Ley SSAN, tal
como la Ley de Bioseguridad y la de Biodiversidad, y adoptar
estrategias para implementar estrategias de gestión de
riesgos y adaptación ante el fenómeno del cambio climático.
Sobre este último punto Denis Meléndez,
del Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud (CISAS),
dijo que “los fenómenos naturales son normales y no hay que
tenerles miedo porque son parte del sistema en que vivimos.
Simplemente hay que aprender a vivir con ellos y trabajar
una estrategia de gestión de riesgos, preparándose para el
evento.
Por el contrario, los desastres no son naturales,
sino sociales, y la situación va a empeorar porque tiene que
ver con nuestras formas y hábitos de vida y la matriz
productiva. Si no intervenimos con fuerza, el fenómeno del
cambio climático, convertido en calentamiento global, nos va
a afectar de manera dramática”, aseveró en su intervención.
La mujer Rural
Para Eduardo Vallecillo, coordinador del
GISSAN, “Históricamente en Nicaragua las
mujeres son las más afectadas. Pueden trabajar en el sector
rural pero no tienen acceso a la propiedad de la tierra, lo
cual agudiza el problema del hambre.
Al mismo tiempo –continuó Vallecillo– las mujeres son
las que garantizan la alimentación en los hogares y es por
eso que la Coordinadora de Mujeres Rurales de Nicaragua
introdujo en la Asamblea Nacional la iniciativa de Ley
Creadora de un Fondo para la Compra de Tierra con Equidad de
Género.
Con este proyecto se pretende que
el estado facilite los recursos a las mujeres para seguir
produciendo alimentos con todas las garantías del caso”.
En su planteamiento que se enmarca en la Campaña “La tierra
nos da poder”, la Coordinadora de Mujeres Rurales de
Nicaragua explica que “la iniciativa contempla la
conformación de un fondo para que las mujeres rurales puedan
acceder a un crédito hipotecario, a un plazo de 10 a 15
años, a una tasa de interés no mayor del 5 por ciento, con
un año de gracia, para que compren de 1 a 5 manzanas de
tierra a su nombre (1 manzana equivale a 0,6 hectáreas).
Además, que accedan a otros recursos conexos para que puedan
hacer producir su tierra, como asistencia técnica,
capacitación, créditos para producir, semillas e insumos,
infraestructura. A las mujeres solas, jefas de hogar, se les
dé un subsidio del 2 por ciento sobre el valor de la tierra
que compre, para que pueda iniciar una actividad
agropecuaria, además de legalizarla de manera expedita”.
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