En
la región y el mundo el sobrepeso y la obesidad han
alcanzado dimensiones de epidemia, especialmente en los
países más industrializados.
El fenómeno está relacionado con hábitos de alimentación
-como la comida rápida en Estados Unidos- que fueron
impuestos durante décadas, aunque la falta de información
sobre una alimentación balanceada y el costo de la misma
pueden jugar un papel aun más importante. Desde hace tiempo
las cadenas de televisión occidentales están difundiendo las
imágenes e informes sobre las dimensiones epidémicas del
sobrepeso y la obesidad en los países del Norte
industrializado, donde Estados Unidos se lleva el
galardón con mayor porcentaje de obesas y obesos en relación
con la población.
En Europa los países con mayor porcentaje de obesidad
son Chipre y República Checa, aunque
sumando las personas obesas y aquellas con sobrepeso,
Alemania ocupa el primer lugar, antes de Gran Bretaña.
En los cuatro países mencionados, entre 55 y 60 por ciento
de la población adulta -mujeres y hombres- tiene un peso
superior al que deberían según el Índice de Masa Corporal (IMC)1.
Al mismo tiempo, aumenta dramáticamente el número de niños y
jóvenes obesos.
Pero el peso excesivo y su forma extrema, la obesidad, no es
un “privilegio” de los países de mayor ingreso per cápita,
ya que se las observa en todas las regiones del mundo, como
demuestran los siguientes cuadros de la Asociación
Internacional para el Estudio de la Obesidad (IASO,
por sus siglas en inglés), donde algunos países de
América Latina no se quedan atrás: Panamá y
Paraguay ocupan los primeros puestos en la liga de las y
los obesos de la región.
Fuente:
IASO
Fuente:
IASO
Un estudio reciente del gobierno alemán de fines de enero de
2008, en el que se encuestó a 20.000 personas entre 14 y 80
años (“Estudio Nacional de Alimentación”), no se ha limitado
a establecer los porcentajes de personas obesas, sino que
trató de indagar también en sus causas sociales y
culturales. La información relevada permite establecer una
relación muy estrecha entre nivel educativo y peso de una
persona: entre la población masculina, 48 por ciento de
quienes completaron la educación primaria y básica (8 años
de escolaridad) tuvieron sobrepeso; en el caso de quienes
obtuvieron el bachillerato, este porcentaje baja a 42 por
ciento. Las mujeres muestran unos guarismos más elocuentes:
entre quienes completaron la educación básica, la obesidad
llegó a 36 por ciento, a diferencia de apenas 10 por ciento
entre las mujeres con bachillerato. Las diferencias se
acentúan en el grupo de los y las jóvenes menores de 18
años, donde la obesidad entre quienes terminaron la
secundaria se ubica en la mitad (hombres) y un tercio
(mujeres) del grupo de referencia con educación básica
completa.
Igualmente se pudo relacionar el sobrepeso con el estrato
social de las personas (ingreso, nivel educativo, posición
profesional del sostén principal del hogar), ya que en los
hogares de bajos ingresos y menor nivel educativo la
obesidad femenina triplicó la de los hogares de posición más
acomodada, mientras la masculina casi la duplicó. Por
último, se constataron valoraciones diferenciadas de los
riesgos de la alimentación. En los estratos sociales de
menores ingresos solamente 55 por ciento de las personas
encuestadas estuvieron conscientes de los riesgos de comer
demasiado y mal balanceado, mientras que entre los
integrantes de los estratos de mayores ingresos este
porcentaje sube a 77 por ciento.
Ante este panorama que se viene perfilando desde hace varios
años, el sindicato de la alimentación de Alemania (NGG,
por sus siglas en alemán) ha optado por participar en una
iniciativa de información y conscientización, “Plataforma
Alimentación y Movimiento” que se propone alertar sobre los
peligros de la mala alimentación, y apoya un nuevo plan de
acción para la prevención de la mala alimentación, falta de
movimiento, sobrepeso y las enfermedades consiguientes.
En una declaración de prensa del 21 de febrero el presidente
del NGG, Franz-Josef Möllenberg,
observa importantes déficit de conocimiento en la población
acerca de la composición de una alimentación saludable y
reclama una sistematización de la información sobre los
valores nutritivos de todos los alimentos, más allá de los
esfuerzos voluntarios hasta el momento. “Necesitamos un
sistema de información sobre los valores nutritivos y la
composición de los alimentos que sea diferenciado y, a la
vez, fácil de entender”, declaró el presidente del NGG.
Möllenberg
instó a ir más allá del sistema del “semáforo” introducido
en Gran Bretaña que funciona a partir del marcado de
los comestibles con colores: verde, puede ser consumido sin
problemas; amarillo, consumo no del todo aconsejado, pero
aún aceptable; rojo, no se debe consumir. En este sentido,
Möllenberg subraya que “cualquier sistema de
información debe garantizar la posibilidad de comparar entre
los alimentos” y que debe ser complementado por la
introducción de nuevas materias, “Educación y Movimiento”, a
nivel de la instrucción preescolar y primaria.
Habría que agregar que en el mundo industrializado, y más
aun, en los países del Sur, por ejemplo en América Latina,
los altos precios de frutas y verduras seguramente no ayudan
a combatir la obesidad, y que el abandono de la agricultura
tradicional a favor de monocultivos de commodities en gran
escala tampoco lo harán. La obesidad es también un tema
político.
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