«El agua calienta más que el fuego
y emborracha más
que el vino.»
-Manuel Lorenzo Pardo. Alicante
(España), 1933.- |
España acaba de pasar por la peor sequía del último
siglo. ¿Cambio climático, episodio natural?
Probablemente sería pronto para decirlo, pero lo
cierto es que el último año hidrometeorológico, que
abarca desde el 1 de septiembre de 2004 hasta el 31
de agosto de 2005, pasará a la historia por haber
sido el más seco en España desde que se inicia el
cálculo de volúmenes de precipitaciones en 1947.
La precipitación media en España ha sido de tan sólo
411 mm, un 40% menos que el valor medio normal,
afectando a todas las regiones, excepto a Canarias.
El mayor déficit de precipitaciones se registró en
Extremadura, Andalucía, Castilla-la Mancha, Madrid,
Cataluña y el sur de Castilla y León, en donde no
llegaron ni al 50% de los valores normales, y en
numerosas zonas apenas se llegó al 35% de los
valores medios. En el resto de España el déficit fue
importante, excepto en la vertiente cantábrica, sur
de Galicia, La Rioja, Navarra, este de Aragón,
centro y norte de Valencia, sur de Murcia y este de
Almería, aunque sin llegar a los valores normales.
Pero tan importante como el déficit global, fue el
reparto a lo largo del año, pues en el último año
todos los meses fueron secos o muy secos, excepto
octubre de 2004. Y a medida que pasaron los meses,
las reservas acumuladas en los embalses han ido
descendiendo hasta el 40%: en septiembre almacenaban
sólo 22.037 Hm3, frente a los 31.552 Hm3 de hace un
año. Las lluvias de otoño es probable que pongan fin
a esta situación extrema, pero la sequía volverá,
porque es un fenómeno cíclico, que se verá agravado
por el cambio climático.
Otro factor a destacar es que la situación pudiera
agravarse aún más, pues históricamente las sequías
en España duran de 4 a 5 años, y de ahí la
importancia de aplicar políticas de ahorro y
eficiencia en todos los usos, desde los regadíos,
que representan cerca del 80% del consumo, a los
usos urbanos.
¿De quién es el
agua?
El agua, como recuerda la ministra Cristina Narbona,
es un bien público y es de todos, y por eso no tiene
precio, es un derecho humano básico. Cuando hablamos
del precio del agua nos referimos a los importantes
costes que supone captar, almacenar, distribuir y
depurar el agua una vez utilizada, sin contaminar y
degradar los ríos, el litoral o los acuíferos. La
Directiva Marco de la Unión Europea nos obligará a
repercutir todos los costes en los usuarios finales.
Otra cosa bien diferente es quien gestiona el agua y
el debate suscitado con los nuevos borradores de los
Estatutos de Autonomía, como el de la Comunidad
Valenciana y Cataluña, entre otros. Nuestro
ordenamiento jurídico es meridianamente claro al
respecto: en los ríos que discurren por varias
autonomías existe la Unidad de Cuenca, y es el
Gobierno quién gestiona las cuencas que discurren
por varias regiones, a través de las Confederaciones
Hidrográficas.
Ningún territorio puede "blindar" un río que
discurre por varias Comunidades Autónomas, y aún
menos puede reclamar o exigir el trasvase desde otra
cuenca, como pretenden dos de las regiones
gobernadas por el PP, Murcia y la Comunidad
Valenciana. La competencia sobre los trasvases
corresponde al gobierno, que se guía por criterios
de solidaridad y responsabilidad. Por eso se
suspendió el trasvase del Ebro, y tarde o temprano
habrá que reconsiderar el trasvase del Tajo, como
reclaman todos los partidos y fuerzas regionales de
Castilla-La Mancha, una vez que se solucionen las
carencias de las áreas receptoras con
desalinizadoras, reutilización de aguas residuales y
mejora de la eficiencia, proceso que durará unos
cuantos años.
El agua es de todos, pero tiene muchos usos, desde
los más prioritarios, como el abastecimiento de boca
o urbano, que apenas representa un 15%, el
abastecimiento industrial (un 7%) y el riego de la
agricultura (cerca del 78%). El Ministerio de Medio
Ambiente trata de poner orden y frenar el
descontrol, como el ocasionado por los numerosos
pozos ilegales (se habla de medio millón, pero es
difícil saber la cifra exacta), que sobreexplotan
los acuíferos, y detraen para un uso particular un
recurso que es de todos. Conocer bien quién consume
el agua es clave para una buena gestión.
El nacionalismo
hidráulico del PP
El PP y algunos de los gobiernos de las Comunidades
Autónomas donde gobierna (Murcia, Comunidad
Valenciana, Madrid) están utilizando la sequía
contra el gobierno, al que no perdonan la derogación
del trasvase del Ebro, y sobre todo haber perdido
las elecciones y el gobierno. Nadie tiene la culpa,
políticamente, de que no llueva, pero el PP allá
donde gobierna no ha adoptado medidas para afrontar
la sequía, y se ha lanzado a una campaña demagógica
y permanente contra el gobierno socialista, con la
esperanza de obtener réditos electorales en las
próximas confrontaciones.
Los trasvases son objeto de debate y de
confrontación, entre partidos políticos y regiones,
como sucedió con el trasvase del Ebro, ocurre con
cada nuevo trasvase del Tajo e incluso con el
previsto del Júcar al Vinalopó, que enfrenta a
Valencia con Alicante.
El PP de Murcia y Comunidad Valencia han encontrado
la piedra filosofal, la seña de identidad que sirve
de bandera contra la izquierda y el gobierno: el
nacionalismo hidráulico, la demagogia del "agua para
todos", y la reivindicación del trasvase del Ebro, o
de trasvases imposibles desde los embalses vacíos de
la cabecera del Tajo (Entrepeñas, y Buendía). Hoy es
el Ebro, luego será el Tajo medio, posteriormente el
Ródano, pero ni con el Amazonas tendrían bastante.
Más regadíos y, sobre todo, campos de golf y
centenares de miles de nuevas viviendas para todos
los europeos que tengan con que pagarlas, a costa de
la destrucción del litoral y de todo tipo de
ecosistemas. Uno de los intelectuales orgánicos, y
desde luego el más inteligente, es el periodista de
La Verdad de Murcia (del grupo Vocento) Manuel
Buitrago. Lo que él dice un día, al día siguiente lo
repiten como papagayos todos los responsables
regionales del PP. Buitrago les ilustra y les da la
sofisticación y la gracia que no tienen. Lástima que
una persona tan inteligente y tan lúcida como
Buitrago esté al servicio del "agua para todos los
campos de golf".
El discurso, a fuerza de machacón, ha calado hondo,
sobre todo en Murcia, donde existe la extendida
ideal de que "les queremos robar el agua", aunque en
ninguna otra región el gobierno ha invertido tanto
para subsanar una demanda voraz, alimentada por
nuevos regadíos, legales o ilegales, urbanizaciones
y campos de golf, y todo ello en la región más árida
de Europa, en ese Levante que va de Alicante a
Almería.
Hablan de una agricultura sin subvenciones, pero se
olvidan de decir que sin las barreras arancelarias
no podrían competir en el mercado europeo, sin
olvidar el enorme impacto del consumo de agua, la
destrucción de hábitats, la contaminación por
nitratos y por plaguicidas. Y en algún momento
deberán pagar el "precio real" del agua
subvencionada que consumen, como establece la
Directiva Marco de la Unión Europea.
Pero aún más deplorable es la creación de decenas de
nuevos campos de golf, siempre ligados a grandes
complejos residenciales, con su correspondiente
demanda de agua, en la región más árida de Europa.
¿Qué no hay agua? Pues se trae de donde sea, y si
las cabeceras del Tajo están secas, pues se recurre
al Tajo medio, y cuándo el PP vuelva al gobierno, se
hará por Cañetes el trasvase del Ebro, cueste lo que
cueste, y cuando el Ebro se acabe, el del Tajo
Medio, el Duero, el Guadiana, y se acabará
interconectando todas las cuencas, para llevar el
agua de la España húmeda a la seca.
Los nacionalistas hidráulicos no entienden de
ecología, ni de economía, ni falta que hace. Lo suyo
es la demagogia y la movilización permanente, el
crear unas nuevas señas de identidad hidráulicas,
que hagan olvidar todos sus fracasos, y su política
real, la especulación urbanística y el
enriquecimiento de unos pocos promotores, y utilizar
a los agricultores de carne de cañón, imbuyendo en
la población un sentimiento de agravio y victimismo.
Es curioso que el presidente de los "regantes" del
Vinalopó, Andrés Martínez, sea el promotor de un
campo de golf y 1.500 viviendas en Villena. No hace
falta ser tan listo como Francisco Camps para intuir
para qué quiere el trasvase del Júcar al Vinalopó
por Cortes de Pallás, y porqué le indigna tanto a
él, y al PP, el cambio del trazado. Dicen que el
agua en Cullera está contaminada y no sirve para las
promociones golfistas del presidente de los regantes
del green.
Gestión de la
demanda contra aumento de la oferta
Como tantas cosas básicas, sólo percibimos la
importancia del agua cuando nos falta, o nos afecta
una sequía como la que hemos sufrido en 2005. La
política de aguas es uno de los temas de mayor
confrontación, como muestran las polémicas en torno
al trasvase del Ebro, del Tajo-Segura o del Júcar-Vinalopó,
o la construcción de algunos embalses, como
Castrovido en Burgos, o Biscarrués en Aragón, o
Riaño e Itoiz en un pasado reciente.
Todos utilizamos el agua, ya sea para abastecimiento
urbano, regadíos, usos industriales o incluso campos
de golf, y todos queremos pagar lo menos posible.
Las necesidades son infinitas, pero el recurso es
escaso. ¿Cuánta agua es suficiente? ¿Quién pone
límites y raciona la escasez? ¿Quién paga el
abastecimiento y la depuración?
¿Y cuánto tiempo podremos aguantar la demagogia de
Andrés del Campo, presidente de la Federación
Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore),
que se opone a algo tan elemental como pagar el
precio del agua que consumen? Los bajos precios del
agua para los regadíos incentivan el despilfarro,
impiden la modernización y son una subvención
encubierta, que pagan todos los ciudadanos, al
financiar con dinero público los embalses y las
conducciones, por no hablar de otras externalidades,
como la contaminación difusa por nitratos y
plaguicidas, o el coste de oportunidad del agua, que
si se emplea en un uso, no puede utilizarse en otro.
Los agricultores, por supuesto, atraviesan una
difícil situación y hay que garantizarles un nivel
de vida digno por su actividad, una de las más
nobles que existen (producir los alimentos que
consumimos), pero ello no tiene por qué significar
necesariamente garantizarles el agua a un precio muy
por debajo de su coste. Los regadíos consumen casi
el 80% del agua en España, y representan un
porcentaje ínfimo del PIB y de la población ocupada.
La sequía acentúa la necesidad de una nueva política
del agua, que garantice más equidad, más eficiencia
y más sostenibilidad, aprovechando las mejores
tecnologías disponibles, y que combata el
despilfarro, la insuficiencia de recursos y la
contaminación del agua.
La nueva política del agua incluye la gestión de la
demanda, frente al enfoque tradicional basado sólo
en la oferta de nuevas infraestructuras hidráulicas,
como embalses y trasvases que, si son necesarias,
deberán ejecutarse analizando sus costes, viabilidad
e impacto sobre el medio ambiente.
La desalinización y la reutilización de las aguas
previamente depuradas, son algunas de las
tecnologías a potenciar cada vez más, teniendo en
cuenta los efectos del cambio climático sobre la
disponibilidad de recursos hídricos continentales;
pero también es prioritario optimizar el uso del
agua, mediante la modernización de los regadíos, la
mejora de la calidad del agua y el fomento de la
eficiencia en el uso de los actuales sistemas
hídricos superficiales y subterráneos, reduciendo
las importantes pérdidas en las redes de
distribución.
Hacer más con menos
En tiempos de escasez hay que hacer más con menos, y
eso es precisamente lo que se llama eficiencia, que
debería ser el norte de la política de aguas, llueva
o no llueva. La nueva Directiva Marco de la Unión
Europea nos obligará también a mejorar la calidad,
sin olvidar el importante papel del agua en la
conservación de ecosistemas. La repercusión de los
costes de las infraestructuras en los usuarios,
aunque no agrade a los afectados, sobre todo a los
regantes, acostumbrados a que el Estado (es decir,
todos) corriese con los gastos e inversiones,
servirá sin duda para consumir agua con más
eficiencia.
El programa A.G.U.A.
versus
el trasvase del Ebro
1.
Más agua: 1.063 hectómetros cúbicos de agua,
frente a los 1.048 hectómetros cúbicos del
trasvase.
2.
Más
calidad: la contaminación del embalse de
Flix pone de manifiesto los problemas de
calidad del agua del Ebro en su tramo
inferior, que es de dónde partiría el
trasvase. El agua procedente de las
desalinizadoras tiene una calidad óptima.
3.
Más
barato: 3.900 millones de euros del programa
A.G.U.A., frente a los 4.200 millones de
euros del trasvase.
4.
Menos
consumo de electricidad: 2.484 GWh del
programa A.G.U.A., frente a 3.423 GWh del
trasvase del Ebro.
5.
Menos
emisiones: 998.000 toneladas de CO2 de
A.G.U.A., incluido el bombeo (el 0,2% de las
emisiones españolas de gases de
invernadero), mientras que el trasvase
emitiría 1.376.000 toneladas, sin utilizar
energías renovables en ambas alternativas y
con el mix de generación eléctrica actual.
6.
Menos
ocupación de espacio: 2.252 hectáreas en el
caso del trasvase, mientras que las
desalinizadoras afectan apenas a 55,89
hectáreas
7.
Menor
impacto ambiental: con la tecnología actual
de difusores y emisarios, la salmuera no
tiene prácticamente ningún impacto ambiental
sobre las fanerógamas marinas (Posidonia
oceanica) y, en general, sobre el
Mediterráneo. El movimiento de tierras de
las desalinizadoras previstas asciende a
482.517 metros cúbicos, frente a 28,5
millones de metros cúbicos del trasvase. El
trasvase del Ebro habría tenido igualmente
un gran impacto sobre numerosos espacios
protegidos.
8.
El
agua llegará antes, y ya en el año 2007 se
producirán las primeras aportaciones
importantes.
9.
Sin
conflictos entre Comunidades Autónomas.
10.
Mayor
seguridad, al no sufrir las variaciones del
ciclo hidrológico y el impacto del cambio
climático sobre el trasvase.
11.
El
programa A.G.U.A. concede mayor prioridad al
ahorro, a la eficiencia y a la gestión
sostenible de la demanda que el PHN.
12.
Adaptación
a la legislación de la Unión Europea, y muy
especialmente a la Directiva Marco 2000/60.
|
La política del Gobierno y del ministerio de Medio
Ambiente (el Programa A.G.U.A.) trata de resolver
los problemas del agua de España, proporcionando
agua antes, más barata que con el trasvase del Ebro,
con menos perjuicio para el medio ambiente y de más
calidad, que con las alternativas anteriores del PHN
del PP, o las del propio PHN del PSOE de 1996. El
Programa A.G.U.A. no plantea conflictos irresolubles
entre Comunidades Autónomas, a diferencia de los
trasvases entre Cuencas, y se adapta a la nueva
legislación de la Unión Europea, y muy especialmente
la Directiva Marco 2000/60.
Hoy conviene resolver con sensatez, sin tanta
crispación, los problemas relacionados con el agua y
la sequía actual, ya sean de cantidad o de calidad.
La auténtica sequía de ideas es la del nacionalismo
hidráulico del PP murciano y valenciano, aferrado al
trasvase del Ebro como a una tabla de salvación, si
no hidráulica, al menos electoral (o eso piensan).
La prioridad debe ser aumentar la eficiencia en
todos los usos (o lo que es lo mismo, proporcionar
los mismos servicios con menos consumo de agua),
reducir las pérdidas en las redes de distribución,
mejorar la depuración de las aguas residuales y
reutilizarlas para ciertos usos (regadíos, baldeo de
calles, campos de golf, jardines públicos), instalar
la veintena de grandes desalinizadoras previstas,
aprovechar con moderación las aguas subterráneas, ir
aplicando una política de precios que evite el
despilfarro y repercuta los costes en los usuarios e
implantar nuevos modelos de gestión, incluidos los
bancos públicos de agua, dando prioridad al
abastecimiento de la población.
Claro que los del PP quieren ahora aprovechar los
bancos públicos de agua para intentar volver a colar
el trasvase del Ebro, y seguir con la crispación,
mientras ponen todo tipo de zancadillas a las
desalinizadoras ¡por razones ambientales!
Precisamente ellos, los nuevos Atilas del hormigón y
del green del golf, que por donde gobiernan sólo
crece el ladrillo y el único verde es el del green
(la presidenta Aguirre juega todos los días, antes
de conceder alguna televisión digital a sus amigos
de la ultraderecha). Ahora resulta que se han vuelto
ecologistas y han descubierto el impacto ambiental
de la salmuera y el boro, o que el nuevo trazado del
trasvase Júcar-Vinalopó atraviesa varias "zonas
protegidas", ellos, a quienes no les tiembla el
pulso para recalificar como urbana cualquier zona,
con tal de construir una nueva urbanización con su
correspondiente campo de golf, que tanto ayuda a la
revalorización y da valor añadido a sus proyectos
especulativos.
El cuento chino de
Mariano
Según Mariano Rajoy "la desalinización es un cuento
chino. Si volvemos a ganar, el trasvase del Ebro se
va a construir porque la opción de las
desalinizadoras no tiene ningún sentido. Contaminan
y ademán tampoco se van a hacer". El "cuento chino"
de Mariano son las 750 plantas desalinizadoras
existentes en España que aportan 400 hectómetros
cúbicos al año, abasteciendo a una población de dos
millones y medio de personas, y para el año 2007
podrán resolver los déficits hídricos de Murcia,
Alicante, Almería, Málaga y Baleares, e incluso
Barcelona.
La contraposición con las supuestas prestaciones de
un hipotético trasvase del Ebro, son evidentes a
cualquier observador imparcial, e incluso la prensa
internacional, desde Le Monde a The Economist, han
criticado con dureza al derogado trasvase, sólo
defendido por el PP y algunos medios afines. Con
independencia de su inviabilidad económica y
ambiental, el agua trasvasada cada año dependería de
las precipitaciones y la situación existente en la
cuenca del Ebro a lo largo de ese año, lo que
hubiera constituido un riesgo para todos los
usuarios del trasvase, aún mayor para los usuarios
situados al final, es decir, fundamentalmente para
Almería y Murcia.
En las cifras anteriores se incluyen tanto la
desalinización de aguas salobres (agua subterránea
salinizada, ya sea de acuíferos costeros en contacto
directo con el mar o de acuíferos aislados) como de
aguas marinas. La mitad corresponde a aguas marinas
y la otra a aguas salobres, aunque el número de
plantas para desalinizar agua de mar es menor que el
de salobre, pues éstas son de menor capacidad.
Las desalinizadoras dan de beber a 121 millones de
personas en el mundo, a un coste que hoy no supera
los 40 céntimos de euro por metro cúbico. Con un
periodo de amortización de 15 años y subiendo el
agua hasta una cota de 100 metros, el metro cúbico
de agua desalinizada cuesta 0,45 euros como mucho.
Según el CEDEX el 40% es gasto energético, otro 40%
la obra, y el 20%, personal y reparaciones. Un
precio bastante inferior a los 91 céntimos de euro
por metro cúbico del trasvase del Ebro, y que
seguirá descendiendo en los próximos años.
España es de los países con mejores tecnologías de
desalinización, lo que nos sitúa en un lugar
privilegiado en un sector en rápida expansión, al
igual que sucede con la energía eólica y la solar
fotovoltaica. De hecho exportamos la tecnología a
países tan variados como Argelia o Estados Unidos.
Las desalinizadoras crearán empleo y tejido
empresarial, generarán innovación tecnológica y
exportaciones, y aún pueden reducirse mucho sus
costes. Las desalinizadoras son el futuro, y quien
más desarrolle esta tecnología, tendrá una
importante ventaja comparativa en un mundo donde
crecen las demandas de agua y la mayor parte de la
población vive en zonas costeras.
¿Cuánto consumen
las desalinizadoras?
El presidente del Gobierno de la Región de Murcia,
Ramón Luis Valcárcel, afirmó en declaraciones a
Antena 3 que una desalinizadora emplea una cantidad
de energía "mucho mayor que un trasvase, 6,6
kilovatios/hora por metro cúbico, frente a los 4,5
kilovatios/hora de un trasvase".
Como el consumo real de las desalinizadoras no
supera los 3,5 kWh por metro cúbico, si los datos
del presidente de la región murciana sobre el
trasvase son ciertos, entonces las desalinizadoras
consumen un 22% menos que el trasvase.
El conseller de Territorio y Vivienda del Gobierno
valenciano, Rafael Blasco, afirmó que "para
desalinizar los 650 hectómetros cúbicos de agua que
propone Narbona se necesitan entre 650 y 700
millones de kilovatios hora, lo que dispararía el
consumo energético en la Comunidad Valenciana".
Según las cifras del conseller harían falta más de
10 kWh por metro cúbico. Es probable que el
conseller tenga los datos algo anticuados, o se haya
equivocado de década. Pero para quien pasó de la
extrema izquierda del FRAP al PSOE, y acabó en el PP,
por ahora, las cifras son tan volubles como la
ideología, depende de donde se esté, o eso debe
pensar. El mismo Blasco que quiere poner cien nuevos
campos de golf en la Comunidad Valenciana, con sus
correspondientes miles de complejos residenciales, y
si no hay agua, se trasvasa, que para eso está la
solidaridad, para hacer ricos a unos cuántos
promotores amigos y compadres del green.
Hay cuatro consumos energéticos básicos asociados a
la desalinización del agua de mar: el bombeo de la
toma hasta el depósito de entrada, el proceso de
desalinización en sí (ósmosis inversa con bombas de
alta presión y recuperación de energía), el bombeo
del agua producida hasta la balsa de salida y la
elevación del agua desde la balsa de salida hasta
los puntos de consumo. Respecto a la desalinización
de agua de mar con la tecnología de ósmosis inversa
con recuperación de energía en la salmuera de
rechazo, sin incluir el bombeo, la cifra del consumo
específico a considerar es de 3,5 kWh/m3, y gracias
a las innovaciones tecnológicas que están surgiendo,
se prevé que se reduzca a 2,7 kWh/m3. De hecho las
plantas de última generación consumen menos de 3 kWh/m3.
Pero la FAES da otras cifras. El consumo energético
de las desalinizadoras por ósmosis inversa es de 4
kilovatios hora por metro cúbico, frente a los 2 kWh
del trasvase del Ebro, según un informe de la
Universidad de Murcia encargado por la Fundación
para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES),
vinculada al PP y presidida por Aznar. Los datos de
FAES son erróneos: el trasvase del Ebro consumiría
3,26 kWh/m3.
Sería de desear que los responsables del PP en
Murcia, Comunidad Valenciana y Madrid se pusieran de
acuerdo en alguna cifra, porque cada uno ofrece las
suyas, a cual más variada, desde 4 kWh a más de 10
kWh por metro cúbico desalinizado, y lo mismo ocurre
con los datos del trasvase. Quizás, con las prisas
en cuestionar la alternativa del gobierno, no han
tenido tiempo de estudiar los consumos reales. Ni
falta que les hace.
El trasvase, realmente, consumiría un 30 por ciento
más de electricidad que las desalinizadoras, puesto
que habría que llevar el agua desde el Ebro hasta
Almería a través de 11 bombeos que elevarían el agua
hasta más de 1.000 metros sobre el nivel del mar.
Según el Ministerio de Medio Ambiente, las
desalinizadoras contempladas en el Plan de
Actuaciones Urgentes consumirían 2.173 GWh/año
(2.484 GWh si se incluye también el bombeo del agua
hasta los puntos de consumo), frente a los 3.423 GWh
anuales del trasvase del Ebro.
¿Cuánto dióxido de
carbono emiten las desalinizadoras?
El conseller de Territorio y Vivienda del Gobierno
valenciano, Rafael Blasco, aseguró que el Plan de
Desalinizadoras del Ministerio de Medio Ambiente
"supondrá un incremento de 4 millones de toneladas
de CO2 a la atmósfera al año, lo que resulta
totalmente incompatible con el Protocolo de Kioto".
"Las industrias eléctricas no solo no podrán cumplir
con la reducción de un 3% que les impone el Gobierno
del PSOE, sino que aumentarán su volumen de
emisiones en un 5% cuando empiecen a funcionar las
nuevas desalinizadoras", especificó el conseller un
exmarxista-leninista-pensamiento de Mao Zedong (otro
amante de los trasvases). "Si se realiza un segundo
plan de desalinizadoras para cubrir las necesidades
de agua de la Comunidad Valenciana, Murcia y
Almería, fijadas en 1.000 hectómetros cúbicos, la
emisión de CO2 aumentaría hasta los 5,5 millones de
toneladas", según Blasco.
Pero según la Fundación para el Análisis y los
Estudios Sociales (FAES), vinculada al PP, la
producción de 600 hectómetros cúbicos de agua por
desalinización supondría un consumo energético de
2.400 gigavatios hora (GWh), "lo que produciría un
aumento del dióxido de carbono (CO2) vertido a la
atmósfera". El informe señala que las
desalinizadoras "contribuirían a incrementar el
efecto invernadero con 2,4 millones de toneladas de
CO2".
Según otro informe del Instituto Universitario de
Geografía de Alicante, entidad al servicio de la
agitación del nacionalismo hidráulico valenciano,
"supondría incrementar en 3,2 millones de toneladas
la emisión de CO2, lo que alejaría aún más a España
de cumplir con el protocolo de Kioto, que estableció
para nuestro país el objetivo de reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero un 15% por
debajo de los niveles de 1990".
¿En qué quedamos? ¿Son 2,4 millones, 3,2 millones, 4
millones o 5,5 millones de toneladas de CO2? Según
el ministerio de Medio Ambiente y nuestros propios
cálculos, esas emisiones quedarán reducidas, en el
peor de los casos, a 873.000 toneladas de CO2 de las
desalinizadoras y 998.500 toneladas de CO2 si se
incluye también el bombeo, apenas el 0,25% de las
emisiones actuales en España de gases de
invernadero, dado que actualmente se emiten 402
gramos de CO2 por kWh, con el "mix" de generación
actual. Si se instalan 1.000 MW eólicos adicionales,
para compensar el consumo eléctrico de las
desalinizadoras y el bombeo, las emisiones de gases
de invernadero serán nulas. De hecho, el Plan de
Energías Renovables ha elevado las previsiones de
eólica para el año 2011 de 13.000 MW a 20.000 MW, en
función de los estudios de la integración en la red
eléctrica de distribución. El trasvase del Ebro
habría emitido 1.376.000 toneladas de dióxido de
carbono, bastante más que las desalinizadoras.
Los análisis de FAES-PP, como los realizados por los
gobiernos autonómicos valenciano y murciano,
pretenden cuestionar al "corazón" de dos políticas
claves del Ministerio de Medio Ambiente, pero a
partir de datos cuanto menos discutibles, y
probablemente erróneos.
Curioso que el PP haga estos análisis, cuando en los
ocho años de gobierno hubo un gran aumento de las
emisiones de CO2 en España, nada menos que un 36%.
¡Y ahora les preocupa el 0,2%! El abandono del
trasvase del Ebro fue la alternativa más sensata, y
las desalinizadoras proporcionarán agua de mayor
calidad, más barata, con mayor seguridad y mucho
antes que con el trasvase del Ebro.
Golf +
urbanizaciones = trasvase del Ebro
Un campo de golf de 18 hoyos necesita entre 45 y 80
hectáreas. Cuando el campo de golf se asocia a una
urbanización residencial, el consumo de agua para el
llenado de piscinas privadas y el riego de jardines
particulares se dispara, algo especialmente grave en
una zona tan árida como el sureste peninsular. Y
dado el elevado consumo de suelo, se suelen ubicar
en zonas naturales escasamente urbanizadas o en
zonas agrícolas. De hecho, los regantes son sólo una
excusa, y la carne de cañón para las manifestaciones
en Murcia o Alicante. Quedaría más feo una
manifestación de promotores y especuladores en sus
automóviles de lujo, con Camps, Valcárcel y Mariano
en la cabeza, Buitrago de cronista oficial, y con
pancartas que rezasen "Agua para Todos los Campos de
Golf".
Los campos de golf van asociados generalmente a
operaciones inmobiliarias, que son las que les dan
su rentabilidad financiera. Para instalar un campo
de golf hay que talar los árboles y matorrales, con
pérdida de la diversidad biológica, aunque eso no
preocupa a los ecologistas del PP. A ellos sólo les
quita el sueño la salmuera. Además, el suelo del
terreno original se sustituye por una capa de grava
destinada a favorecer el drenaje, lo que incrementa
las escorrentías y reduce la capacidad de retención
de agua del subsuelo, aumentando el consumo de agua:
entre 360.000 y 500.000 metros cúbicos por año para
un campo de 18 hoyos, en competencia directa con
otros usos (agrícolas, urbanos y los de la propia
naturaleza), más los de la urbanización asociada,
aún mucho más elevados.
Pero tan importante como el elevadísimo consumo de
agua, es el empleo intensivo de fertilizantes
químicos y plaguicidas tóxicos. Los greens son
monocultivos homogéneos, y su mantenimiento requiere
el uso de herbicidas e insecticidas, que ocasionan
una importante contaminación. Claro que para Blasco
y sus correligionarios del PP los campos de golf
mejoran el medio ambiente, pues sustituyen terrenos
áridos por extensas zonas verdes, en urbanizaciones
cerradas ajenas a su entorno geográfico y social,
con un impacto casi nulo en las zonas aledañas, pues
todo se compra dentro del complejo. Lo que sí hay
que pagar y externalizar son la recogida de
residuos, el abastecimiento y el saneamiento de
agua, cuya prestación puede acabar suponiendo una
pesada carga para los Ayuntamientos. Beneficios
privados, gastos públicos, esa es la máxima del
nacionalismo hidráulico.
José Santamarta
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World Watch
24 de noviembre de 2005