Si el ritmo de consumo de
agua sigue como hasta ahora, en menos de 25 años dos de cada tres personas
tendrán problemas para acceder al agua. No hay que esperar a que aparezcan
ideas reveladoras o tecnologías que permitan mejorar la situación. Cada uno
de nosotros podemos empezar a cambiar el futuro.
Hay más de 1.100 millones las personas que
no tienen acceso al agua potable y 2.600 millones no disponen de sistemas de
saneamiento adecuados .
Mientras en países, como Estados Unidos, una persona consume casi
400 litros de agua al día, lo mismo que utilizaría un africano para
sobrevivir un mes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS)
estima que serían necesarios 11.300 millones de dólares al año para
conseguir que se reduzca a la mitad el número de personas que no tienen
acceso al agua potable, y cumplir con los Objetivos de Desarrollo del
Milenio (ODM) para el año 2015.
Tan sólo el 2% del agua del planeta es agua
dulce.
Y cerca del 70% aún se encuentra congelada en los casquetes polares y los
glaciares. Así, sólo el 1% del agua de nuestro "planeta azul" es apta
para el consumo de las personas. Además, ese porcentaje tiene que
compartirse para el consumo y la agricultura. Cerca del 70% del agua
potable es utilizada para el riego de las cosechas. Desde 1960, el uso del
agua para la agricultura ha aumentado en un 60%. El consumo durante el siglo
XX se multiplicó por seis.
El acceso al agua es un derecho
fundamental, ya que la vida no es posible sin ella.
Cada año, mueren cerca de dos millones y medio de personas, la mayoría
niños, por enfermedades relacionadas con las malas condiciones de
abastecimiento de agua y la mitad de las camas de los hospitales de todo el
mundo están ocupadas por personas que padecen enfermedades transmitidas por
el agua, según Naciones Unidas. Con medidas tan sencillas como enseñar
la importancia de lavarse las manos, se reducirían en un 45% los casos de
diarrea en el mundo. La OMS ha estimado que las ganancias de productividad
derivadas de una reducción de la diarrea, si se alcanzara el ODM relativo al
agua potable y el saneamiento, superarían los 700 millones de dólares al
año.
Las últimas proyecciones revelan que, si
el ritmo de consumo de agua sigue como hasta ahora, en menos de 25 años dos
de cada tres personas tendrán problemas para acceder al agua. Para el año
2030 se necesitará un 20% más de agua si el consumo sigue creciendo y el
calentamiento global y el deterioro del medioambiente no se reduce. El
precio del agua aumentará y muchos son los que baticinan que las próximas
crisis mundiales y enfrentamientos bélicos tendrán como causa la escasez de
agua. Organizaciones, como el World Watch Instituye, advierten
que estos conflictos no los ganarán las naciones con más arsenal bélico sino
las que más dinero tengan para comprar alimentos y agua para su población.
El futuro es desesperanzador, sin embargo
está en nuestras manos cambiarlo. No sólo es un problema de los Gobiernos y
organismos internacionales. No hay que esperar a que aparezcan ideas
reveladoras o tecnologías que permitan mejorar la situación. Cada uno de
nosotros podemos empezar a cambiar el futuro. Cerrar el grifo cuando nos
lavamos los dientes o nos afeitamos, utilizar la lavadora o el lavavajillas
cuando estén llenos, ducharnos en lugar de llenar la bañera… pero también
exigir una gestión del agua responsable a las empresas y las
Administraciones. Protestar porque los sistemas de abastecimientos de
nuestras ciudades tienen pérdidas y también por la construcción desmesurada
de campos de golf, en lugares donde el agua es escasa, como en España. A
pesar de que la escasez del agua es un problema global, hay que hacer de
ello un problema a escala humana para implicar a la sociedad civil y cambiar
nuestros hábitos de consumo. Porque el agua es un derecho de todos.
Ana Muñoz
Centro de Colaboraciones Solidarias
16 de marzo de
2007
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