Con
Pedro Arrojo Agudo
*
“El agua potable debe
ser un derecho accesible a todos los seres humanos” |
Antes
de plantear soluciones a la gestión del agua, Pedro
Arrojo Agudo es partidario de diferenciar entre sus
distintos usos. Y es que, para este profesor de
análisis económico de la Universidad de Zaragoza
(España), no puede ser tratado del mismo modo el agua
como elemento de supervivencia -que debe ser un
derecho humano básico- que el agua como fuente de
negocio, un derecho económico legítimo, pero que
responde a un interés particular de lucro. “No debemos
caer en la trampa de muchos gobiernos –advierte- que
pretenden presentar como de interés general, y que lo
paguemos todos, el agua de los campos de Golf, el de
la especulación urbanística o el de las empresas
eléctricas”.
Desde la Fundación Nueva
Cultura del Agua, Pedro Arrojo viene defendiendo una
política sostenible (racional, eficaz y moderna) en
materia de aguas, frente a las “soluciones anticuadas
basadas en el viejo hormigón subvencionado”. Su labor
al frente de esta organización le valió el Premio
Goldman 2003 en la categoría Europa, el más
prestigioso galardón internacional de Medio Ambiente.
-¿En
qué consiste esa nueva cultura del agua?
-Es
la nueva cultura del desarrollo sostenible en materia
de aguas. Al igual que todos entendemos que un bosque
no es un simple almacén de madera, nuestra propuesta
es que miremos hacia nuestros ríos, acuíferos,
humedales y lagos como mucho más que simples canales o
almacenes de H2O.
Se trata de entender los valores sociales, culturales,
ambientales, al margen y además de los valores
productivos a corto plazo. Integrar ese conjunto
complejo de valores es enfocar el tratamiento de esos
ecosistemas desde la nueva cultura del agua.
-¿Cómo
se materializa esa “nueva cultura” en la gestión de
los recursos hídricos?
-Discutir
de la gestión de aguas en general puede oscurecer el
debate si no somos capaces de distinguir, como mínimo,
en varios grandes bloques las funciones del agua. El
primero de ellos lo constituirían las funciones vida.
El agua potable como alimento y como salud debe de ser
un derecho accesible a todos los seres humanos. Al
igual que a mí no se me puede pedir que respire
eficientemente, o que compre el aire que voy a
respirar, no se me puede pedir un uso eficiente del
“agua vida”. Ésta representa la fuente básica de vida
de los seres humanos, pero también de los ecosistemas
hídricos. Y ése vuelve a ser otro derecho humano de
las colectividades que viven siempre relacionadas con
los ecosistemas. En una ciudad del primer mundo se
puede tener un río envenado al lado y que no pase
nada. En la mayor parte del planeta tener un río
envenado es tener una sociedad bajo peligro de
contaminación y supone un atentando contra su propia
supervivencia.
Así pues, tanto el “agua
vida” como alimento (los 50 litros por habitante y día
como un derecho accesible a todos los seres humanos) y
el derecho de las comunidades a tener ríos sanos,
acuíferos sanos, en definitiva, el derecho a la
sostenibilidad de sus ecosistemas, debe quedar como
una cuestión básica y esencial en la gestión de los
recursos.
-Otra
cosa es el agua como servicio…
-Tener
agua en nuestras casas 24 horas al día no es un
derecho humano, pero sí es un derecho social. Es un
derecho fruto del trabajo de muchas generaciones para
que, seamos ricos o pobres, dispongamos de ese derecho
social: acceso al servicio del agua. Y determinadas
actividades económicas merecen ser llamadas de interés
general, pero sólo algunas. La agricultura no es de
interés general porque, en muchos casos, ya está
suficientemente compensada por el mercado. Ahora, la
explotación familiar básica, las actividades agrarias
básicas de las comunidades, etc, basadas en el uso del
agua, deben ser consideradas como de interés general y
por tanto protegidas también por la comunidad.
-Pero
el agua también puede ser fuente de negocio.
-Es
lo que denomino ‘agua business’,
el agua como negocio legítimo. Se puede usar un río
para hacer pasta de papel o para hacer una explotación
agraria de maíz o para obtener electricidad y
venderla, pero eso no son ni derechos humanos ni
sociales, son económicos, de interés individual, no de
interés general. Eso que supone más del 50% del agua
que extraemos de nuestro acuíferos y de nuestros ríos
debe ser tratado bajo una lógica de responsabilidad
económica. Ahí es donde no se puede decir que el agua
es un derecho humano. De otro modo caeríamos en la
trampa de muchos gobiernos que pretender presentar
como de interés general, y que lo paguemos todos, el
agua de los campos de Golf, el de la especulación
urbanística o el de las eléctricas.
Para usos económicos de
interés particular se tiene que cubrir el criterio de
recuperación íntegra de costes. De manera que cuando
alguien pida más agua para ser más rico sepa que, como
mínimo, le va a costar lo mismo que nos cuesta a
todos. El estado no tiene que pagar con dinero público
lo que son intereses individuales o de sectores
relativamente poderosos. Por otro lado, estarían los
negocios ilegítimos, los que contaminan acuíferos,
sobreexplotan ríos, frente a los que tienen que actuar
la policía y los tribunales.
-¿Y
cómo se articula todo esto de cara a la
universalización del acceso al agua?
-No
sería muy difícil distinguir el bloque “agua vida”
como tal. Incluso las empresas más potentes y
depredadoras llegarían a aceptar que hay un bloque del
agua (el “agua vida”) que es intocable. No se le puede
pedir a la gente comercializar el aire que respira ni
el agua que bebe. Hay espacio para el negocio o para
la producción económica pero respetando que la
prioridad es la prioridad. La paradoja es que en el
“agua business” los grandes intereses son los menos
interesados en hablar de mercado. Lo que quieren es
subvención pública. Los que hablan de racionalidad de
mercado cuando llegamos a las grandes presas, los
grandes trasvases, en Turquía, España o Brasil, ya no
hablan de interés individual, no hablan de mercados,
sino de interés general. Cambian de discurso y dicen
que en nombre de éste tiene que ser el Banco Mundial
el que pague o adelante el dinero, que la financiación
provenga del dinero público. Ese es el doble lenguaje
perverso de los grandes poderes en el mundo.
-¿Que
papel le corresponde a la ciudadanía en todo este
asunto?
-Muy
importante. El cambio hacia una nueva cultura del agua
no puede ser la inspiración de cuatro profesores o de
un movimiento más o menos radical, debe ser una
cuestión en que los ciudadanos con sus diversos
intereses y enfoques participen activamente en generar
la política de aguas, porque el medio ambiente es de
todos. Porque la participación ciudadana, más allá de
la acción cotidiana de los parlamentos, ha de ser
cotidiana y proactiva. Es esencial. Si no hay
participación ciudadana, clara y rotunda, no habrá
nueva cultura de agua. Ésta no se define en un
gabinete, como todas las culturas se cuecen en la
sociedad y se cuecen a fuego lento.
Iñigo Herráiz
Agencia de Información
Solidaria
26 de
marzo de 2004
* Premio Goldman de Medio
Ambiente 2003 y presidente
de
la Fundación Nueva Cultura del Agua