Del total de agua del planeta apenas 2.8 por ciento es
agua dulce. La mayoría está en polos y glaciares, y
resta sólo 0.02 por ciento de agua superficial y 0.37
por ciento en aguas subterráneas, cuyo acceso requiere
tecnologías de extracción cada vez más profundas.
Sin embargo, el problema del agua dulce no es que no
alcance para la población mundial –al igual que la
producción de alimentos, es suficiente para
abastecernos a todos–, sino su injusto acceso y
distribución, su acelerada contaminación y su
despilfarro. El 70 por ciento del agua dulce
disponible globalmente es utilizado en la agricultura
industrial y 15 por ciento en otras industrias. Que a
su vez son los responsables de la mayor y peor
contaminación, debido a la filtración de agrotóxicos,
la salinización de aguas y la contaminación
industrial.
Frente a las múltiples crisis del agua (acceso,
distribución, degradación, despilfarro) –generada por
esos actores, pero que sufren principalmente los más
desposeídos– la solución mágica que impulsan los
creadores de políticas del capital trasnacional, como
el Banco Mundial, es la privatización. La mayoría de
las fuentes y distribución de agua en todo el mundo
son públicas, pero debido a contratos de concesión
para extraerla, distribuirla, purificarla y/o
embotellarla se está instrumentando su privatización
de facto. En México, las principales trasnacionales
del agua (Suez,
Vivendi,
RWE)
tienen una importante presencia en 20 estados,
completamente fuera del radar público.
Tal como sucede en otros importantes sectores, como la
energía, la agricultura y la salud, hay un peligroso
cóctel de factores que se complementan: al control de
mercado se suma el control de las patentes y las
tecnologías claves.
Dos empresas –Vivendi
y Suez–
tienen 70 por ciento del mercado mundial de agua, que
es controlado por 10 trasnacionales. Las mayores son
empresas múltiples que incluyen extracción,
construcción de redes, distribución y rubros anexos
–como las nombradas y
Saur,
RWE
y Bechtel–
hasta llegar a empresas de alimentos y bebidas, como
Nestlé,
Coke,
Pepsico,
Danone,
Unilever,
según Tony Clarke y Maude Barlow en "Oro azul".
La
nanotecnología (manipulación de la materia viva o
inerte, a escala nanométrica, o sea de átomos y
moléculas) emerge como una tecnología pivotal en
aspectos claves como la purificación y desalinización
del agua.
Mark Modzelewski, director de Lux Research, analista
de la industria nanotecnológica, informó el 22 de
marzo de 2005 a UPI que
"los principales
acuíferos sufren un proceso de salinización creciente
debido a la agricultura, al tiempo que se espera que
la demanda de agua dulce crezca 70 por ciento en los
próximos 25 años". Frente a la
salinización y los problemas de contaminación
industrial y fecal, Modzelewski considera que
solamente la nanotecnología puede enfrentar estos
problemas simultáneamente.
Por ejemplo, KX Industries, de Connecticut, ha
desarrollado filtros basados en membranas
nanotecnológicas antivirales y antibacteriales. El
principio básico es que los poros de las membranas son
tan minúsculos que pueden filtrar hasta los organismos
más pequeños. A ello se agrega el tipo de material
utilizado. La empresa Argonide de Standford hace
nanofibras de aluminio, cuya carga eléctrica positiva
atrae a los microbios cargados negativamente. Otras
construcciones incluyen materiales fotocatalíticos que
someten el agua filtrada a rayos ultravioletas,
potencialmente destruyendo solventes industriales,
plaguicidas y gérmenes.
Zvi Yaniv, presidente de Applied Nanotechnology en
Austin, afirma que se pueden crear nuevos materiales
con polímeros que se autoensamblen en membranas. Su
compañía trabaja con un socio japonés para producir
columnas nanométricas de óxido de titanio, que
funcionarían como potentes fotocatalizadores. Otra
tecnología de su empresa se basa en sensores
constituidos por nanotubos de carbono recubiertos por
enzimas, que reaccionan frente a la presencia de
contaminantes. Es decir, nanobiotecnología.
Modzelewski afirma que tanto
Vivendi
y Suez,
como General Electric, el mayor proveedor público y
privado de equipamientos hidráulicos, están utilizando
nanotecnologías, licenciando patentes sobre ellas o
por conducto de proveedores más pequeños. Estima que
es sólo cuestión de tiempo para que alguna de estas
megaempresas compre a las pequeñas y controle, además
del mercado, las patentes y tecnologías claves.
Además del control corporativo, junto con la
nanotecnología vienen nuevos riesgos ambientales y a
la salud, así como cuestiones de bioética al crear
organismos híbridos con nanobiotecnología. Aunque hay
pocos estudios, varios científicos sugieren que el
óxido de titanio en nanopartículas, así como los
nanotubos de carbono, pueden tener efectos nocivos en
la salud y el ambiente. ¡Y la apuesta es usarlos en
las redes de agua que llegan a millones de personas!
Paradójicamente, la industria presenta estos usos
supuestamente positivos y que según ellos
"beneficiarán a los pobres" para justificar
socialmente el uso de estas nuevas tecnologías. Sólo
que de paso podrían estar agregando nuevos problemas,
quizá aún más graves, a este recurso vital para la
vida en el planeta.
Silvia
Ribeiro *
28 de
marzo de 2005
* Investigadora del
Grupo ETC.