En el documental Sed, invasión gota a gota, Mausi
Martínez –quien investigó y dirigió el largometraje–
da cuenta de cómo será el mundo cuando el agua
escasee o directamente falte. Apenas 20 años podrían
separarnos de esa desesperación difícil de imaginar,
pero que ya está golpeando las puertas argentinas:
en este país se supone que hay reservas suficientes
para abastecer al mundo durante 200 años más y están
en el Acuífero Guaraní, muy cerca de la Triple
Frontera. |
Odisea 2025. Siete mil millones de personas
conocen ese nudo en la garganta. Tragan saliva.
Hasta que la propia lengua se convierte en desierto
o sequía. Sed. Tienen sed. Casi el 80 por ciento de
su cuerpo es de agua, como todos los cuerpos, como
en todas las épocas. Pero ahora el agua no abunda,
no sobra, no hay. El agua se convirtió en desierto.
Y la sed, en un instinto tan natural como tragar
saliva. El agua –como la sal, el oro o el petróleo–
ya no es marea sino sorbo y se vuelve tan codiciada
como para usurpar la que queda. El agua –la dulce–
barre como un tsunami sobre la gente, los tratados,
las fronteras. El mundo vuelve a reducirse a la ley
del más fuerte. Y sólo los fuertes pueden abrir la
garganta para calmar la sed, para desanudar la
garganta. Para tomar agua.
Argentina 2005. El país tiene bajo su suelo,
bajo su agua, más agua. Mucha. Junto con Brasil,
Paraguay y Uruguay comparte el Acuífero Guaraní, el
tercer reservorio de agua potable más importante del
planeta. La capacidad y calidad de la potencialidad
del agua argentina la están evaluando organismos
internacionales. Mientras, nadie habla del agua y
todos, del terrorismo; se acusa a la Triple Frontera
–de Argentina, Paraguay y Brasil– de albergar
terroristas. La acusación sería un trampolín para
que en un futuro no tan lejano tropas –no tan
inimaginables– ingresen a la Argentina con el
objetivo declarado de combatir el terrorismo y el
interés –no asumido– de apropiarse del agua.
Sed. Todo lo que usted acaba de leer no es mera
coincidencia con una película futurista de ciencia
ficción. Es la película que muchos ya se imaginan en
la Argentina 2005 y, creen, nos pueden llevar a la
Odisea 2025. Es la película documental que filmó la
directora Mausi Martínez (producida por la
cooperativa Kaos) realizada para denunciar, y
estrenada –finalmente– en un circuito comercial el
jueves 25 de agosto después de ganar la Mención de
Honor por Derechos Humanos en el Festival
Internacional de Mar del Plata 2005 y de ser
declarada de interés por la Cámara de Diputados de
la Nación. Sed, invasión gota a gota, se llama la
película.
Una
película que se presenta así: “El planeta Tierra
está rodeado de agua. Sin embargo, en nuestro
planeta uno de cada cinco habitantes no tiene agua
potable. El 97,5 por ciento de agua disponible en el
planeta es salada. El 2,5 por ciento del agua del
planeta es dulce y está en proceso de pérdida. Pero
en América del Sur, abarcando los cuatro países del
Mercosur, duerme silencioso el Acuífero Guaraní: una
reserva subterránea capaz de abastecer de agua pura
a todo el planeta por los próximos 200 años. Un
recurso que ha sido detectado por quienes ya han
extinguido sus recursos acuíferos. En ese marco, de
todos los escenarios posibles, los especialistas
predicen dos estrategias: la instalación de bases
militares estadounidenses en puntos estratégicos de
recursos naturales, amparados en el reformateo
mundial del concepto de lucha antiterrorista; o la
privatización de las aguas y el servicio de
potabilización impulsados por el Banco Mundial y los
organismos internacionales de financiación. Desde el
pantanal brasileño hasta la pampa argentina... desde
la Triple Frontera, con el fantasma de la invasión
terrorista, hasta la Casa Rosada. Una investigación
siguiendo la ruta abierta por quienes vienen por el
agua”.
No bombardeen
Buenos Aires
“Las próximas guerras no van a ser por el petróleo,
como Irak... las próximas guerras van a ser por el
agua”, sostiene el Premio Nobel de la Paz Adolfo
Pérez Esquivel.
Desde un perfil más mesurado, el director general de
la Unesco, Koichiro Matsura, el 22 de marzo –Día
Mundial del Agua– de este año también advirtió sobre
los futuros enfrentamientos que va a traer la
escasez de agua potable. “Jamás se insistirá lo
bastante en que ‘el agua es vida’ ni en que la
sociedad humana afronta una crisis del agua ante la
que se impone actuar desde ahora mismo para evitar
privaciones, sufrimientos y tal vez conflictos en el
futuro”. La advertencia no es global sino que nos
toca a la puerta. Argentina tendría en su territorio
una gran mina de oro o un enorme pozo de petróleo:
el agua. Se llama Acuífero Guaraní y podría llegar a
abastecer de agua durante 200 años a casi toda la
población mundial.
Es
inimaginable pensarse sin agua (o sus derivados)
para brindar o calmar la sed, para hundirse entre el
calor asfixiante del verano o para desempolvarse la
noche o amanecer el día bajo la sensación de escoba
de una ducha. Claudia Sobrero, de 41 años y presa
desde los 19, le contó a Marta Dillon, en el libro
Vivir con virus, relatos de la vida cotidiana que la
sequedad es la mayor distancia entre ella y la
libertad. “Lo que más extraño es sumergirme, meter
la cabeza en el agua”, soltó Claudia. Como uno puede
soltar el cuerpo, liberarse del peso demoledor de
uno más el aire, suspenderse sobre un colchón sin
asperezas. Es inimaginable entender que esa agua
parece destinada a faltar.
Ya
en el año 2000 se advertía que el agua iba a ser la
gran ausente durante el siglo XXI. En el documento
“¿Hay suficiente agua?”, elaborado por la Unesco y
la Organización Meteorológica Mundial, se subrayaba:
“La disponibilidad de agua dulce es uno de los
grandes problemas que se plantean hoy en el mundo y,
en algunos aspectos, es el principal. Durante los
próximos 50 años los problemas relacionados con la
falta del agua o la contaminación de masas de agua
afectarán prácticamente a todos los habitantes del
planeta”.
En
realidad no es que el mundo se vaya a convertir en
una multiplicidad de arena sin oasis, sino que el
97,5 por ciento del agua es salada, el 2,5 por
ciento del agua dulce está congelada y apenas el
0,26 por ciento del agua dulce es accesible para el
consumo, según datos de Unesco. Mientras que el
actual consumo de agua es desaforado y
desequilibrado –porque en Estados Unidos el consumo
medio de la población es de 600 litros diarios y en
los países del sur, de 20 litros, según estimaciones
del Primer Foro Alternativo del Agua– se calcula que
en el 2025 entre 3500 y 7000 millones de personas
(en una población proyectada de 8 mil millones de
habitantes) sufrirán la falta de agua.
En
este contexto, apenas en 15 años la posesión de agua
va a ser más valiosa que el trigo, la carne, la
leche, la soja y hasta que el petróleo o el gas. La
Argentina pareciera estar en el mapamundi de los
afortunados países con más recursos de agua potable,
aunque hasta ahora no se conoce exactamente si esa
predicción es cierta y, si es cierta, con cuánta
agua dulce estamos contando. Aunque, a veces, ser
afortunados en recursos no quiere decir que podamos
aprovechar esa fortuna. Pero, si esa bendición dulce
existe, está en el Acuífero Guaraní.
“Los estudios realizados hasta hoy sostienen que el
Sistema Acuífero Guaraní (SAG) tiene una superficie
aproximada de 1.194.000 kilómetros cuadrados de los
cuales 839.000 corresponden a Brasil (10 por ciento
de su territorio), 226.000 a Argentina (6 por
ciento), 71.700 a Paraguay (18 por ciento) y 59.000
a Uruguay (25 por ciento). En Argentina, sus aguas
corren por debajo de las provincias de Misiones,
Formosa, Chaco, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos.
La extensión del SAG es similar a la de los
territorios de España, Portugal y Francia juntos. Su
volumen se estima en unos 55.000 kilómetros cúbicos
de agua potable y su nivel de recarga anual es de
entre 160 y 250 kilómetros cúbicos”, explican los
periodistas Maximiliano Martínez y Martín Latorraca
en la nota “La sed de apropiarse del agua”, de Le
Monde Diplomatique, de agosto del 2005.
“El
Acuífero Guaraní tiene estimativamente un volumen de
agua almacenada de 40.000 kilómetros cúbicos, es
como si una cisterna de agua tuviera como base el
equivalente en su superficie a la Capital Federal.
Por eso, se calcula, que podría darle agua a 6000
millones de habitantes durante 200 años, a un ritmo
de 100 litros por día”, gráfica Miguel Auge, doctor
en geología y profesor de hidrogeología de la UBA.
En
1994, Auge junto a otros investigadores de la UBA,
de la Universidad del Litoral y de facultades de
Brasil y Uruguay, comenzaron a pedir fondos para
investigar un dilema que la Argentina todavía no
conoce: ¿cuál es exactamente la capacidad de agua
potable del Acuífero Guaraní? “Necesitábamos seis
millones de dólares (un millón y medio por país),
pero los gobiernos no nos dieron los fondos y en el
2000 apareció el Banco Mundial con 27 millones de
dólares. Ahí nos dieron una patada y nos dejaron de
lado. Ahora ellos se van a quedar con la información
y hacen lo que quieren”, critica.
En
noviembre del 2001 comenzó el proyecto financiado
por el Banco Mundial con la participación de
universidades públicas y privadas y otros
organismos. Leticia Rodríguez, directora del
programa Desarrollo Metodológico para la evaluación
de la recarga y la vulnerabilidad del Sistema
Acuífero Guaraní en Argentina y Uruguay, desmiente
que la riqueza en agua de Argentina sea tan alta.
“Se ha difundido que este acuífero constituye una
reserva de agua dulce de excelente calidad capaz de
abastecer a la población mundial. Estas cifras están
siendo desmitificadas por el avance de las
investigaciones en curso y la información que en
ellas se genera. En Argentina se han encontrado
aguas con buena calidad en algunas perforaciones, en
cambio otros sectores del mismo acuífero contienen
aguas con altos contenidos de sales”, le dijo a Le
Monde Diplomatique. El geólogo Auge refuta el fin
del sueño del Acuífero Guaraní. “De cualquier
manera, aunque nos hayamos equivocado mucho, el
Acuífero Guaraní tiene un enorme valor en el siglo
del agua, en donde los pueblos que tengan agua se
van a desarrollar y los que no van a quedar
subordinados”.
Con las patas en el
agua
“El
conocimiento es poder –remarca Mausi Martínez–.
Nosotros tenemos grandes problemas económicos y de
repente aparece el Banco Mundial con plata para
trabajar en un proyecto hídrico, pero piden ciertas
modificaciones en las leyes a favor de inversiones
privadas y de privatizaciones. Es mentira que nos
donen dinero desinteresadamente. Es muy difícil
meterse con ellos y suponer que eso no va a generar
futuras presiones.”
–Hay investigadores que dicen “paren, a lo mejor el
potencial del Acuífero Guaraní no es tan maravilloso
como ustedes dicen”.
–Esas son pavadas. De una manera o de otra, ese
recurso sirve. Hay zonas donde el agua es dulce y,
si no lo es, por la potencia que tiene (sale como un
chorro de soda) se puede usar como energía.
–La
acusación es que se exagera el valor del acuífero y,
por lo tanto, también el peligro de que puedan venir
a usurparlo.
–Como dice el maestro Charly García: “Si no estás
paranoico es porque estás desinformado”. Yo vengo de
Paraguay y ahí ya están las tropas norteamericanas
con inmunidad diplomática. Los funcionarios dicen
que los militares vienen a hacer tareas sociales,
como combatir el dengue. ¿Por qué? ¿Qué saben los
norteamericanos más que nosotros del dengue? ¿Qué va
a hacer un yanqui armado? ¿Les va a tirar un tiro a
los mosquitos? ¿Ellos están dispuestos a que los
soldados argentinos los ayuden a combatir las
hamburguesas que les provocan una epidemia como la
obesidad? Es una locura. No creo que los ejercicios
militares estén destinados exclusivamente a
saquearnos el agua, nunca las cosas son tan directas
ni tan obvias. Pero sí creo que es una manera de
tener controlada la región.
“Yo
soy una mujer con las patas en el agua”, moja el
territorio sobre el que acaba de filmar Mausi
Martínez, Sed, invasión gota a gota, una película a
la que ideó, dirigió, investigó, escribió el guión,
preguntó, hizo cámara y también le puso la voz en
off de los relatos. Tal vez, es porque concibe al
cine desde distintos lugares. De hecho, tiene 41
años y hasta ahora su carrera siempre fue como
actriz. Salvo, en la realización del telefilm Puig,
95% de humedad. Nada extraño en una mujer para la
que la infancia es un recuerdo mojado de Formosa.
Pero que, sin embargo, escuchó hablar del agua
argentina en Europa: “Hace dos años estábamos en
España coproduciendo un largo de Luis Barone, basado
en un texto de ficción de Juan Sasturain, de un
superhéroe que se enfrenta en un futuro al poder
hegemónico que controla el agua. Entonces los
españoles nos dicen ‘pero esto ya les está pasando a
ustedes con el Acuífero Guaraní’. ¿Qué? Nosotros ni
sabíamos”, confiesa Mausi.
–¿Qué es para vos el agua?
–Toda la vida resultó el lugar más natural donde me
moví. Nosotros éramos chicos, a los 13, y hacíamos
competencia desde el puerto hasta Paraguay nadando
10 kilómetros con pirañas y todo. Nuestra vida de
juegos fue en el agua siempre. Me acuerdo de Formosa
inundada por unas lluvias tremendas que ya no
existen más, de tener 7 años, levantarme y que el
agua me llegue hasta la rodilla y largarme a llorar
porque no sabía qué pasaba. Mi papá nos venía a
levantar, nos ponía en la mesa de la cocina y
esperábamos ahí hasta que bajara el agua.
Por Luciana Peker
Publicado en Página 12
17
de octubre de 2005
*
Sed, invasión gota
a gota se va a exhibir gratuitamente para los
docentes y con precios reducidos para exhibición de
los alumnos (está sugerida para todos los niveles a
partir de 6º grado). La idea es que el debate sobre
el agua en la Argentina llegue a las escuelas. Por
consultas 4780-3055 / Web:
www.cineyeducacion.com.ar