El
Agua, un recurso en franco retroceso.
Alrededor de 1.200
millones de personas en el mundo carecen de ella, su insalubridad cuesta
la vida a 3 millones de personas por año y los más pobres pagan un 12% más
por litro de agua. Un número importante de estudiosos, estiman que
para el año 2053 se producirá la crisis mundial del agua. Mientras tanto,
en el Sur, los monocultivos industriales de árboles a gran escala, avanzan
como si nada. Algunas de las especies utilizadas de rápido
crecimiento, necesitan más de 400 litros de agua para producir 1 kilo de
madera. Nada importa, el lucro no sabe de sed, ni de hambre y solo le
rinde honores al hoy y al momento. Hace un tiempo, con el propósito de
llegar a los niños con éstos y otros temas, hicimos el cuento que se
transcribe a continuación. |
En el boliche de Doña Comadreja,
conversaban y tomaban unos vinitos el Tatú, Don Zorro, el Ñandú y Don Gato.
Cerrada la noche, las puertas del boliche crujieron. Al abrirse, junto a un
vientito helado, entró un forastero, tan largo como flaco. Caminando despacito,
como si le dolieran los pies o algún callo en el alma, llegó hasta la silla
junto a la canilla del agua. Bebió por un buen rato, y con una tristeza que daba
lástima, comenzó a hablar.
- No
pretendo molestarlos, pero he llegado con mucha sed y ganas de conversar con
alguien. Mi nombre es Eucalipto y vengo de muy lejos.
-¿Lejos, cómo qué?
Preguntó el Tatú, algo prepotente.
- Lejos
mi amigo, del otro lado del mundo, a más de veinte días de barco. Tan lejos
queda, que cuando aquí la gente despierta, allá nos vamos a dormir. Australia se
llama mi tierra, donde también vive mi amigo el koala, el canguro, el
ornitorrinco y el Demonio de Tasmania.
Don Eucalipto, abrió la canilla y
al cabo de un buen rato donde tomó agua como un loco, continuó con su historia.
- Como me
ven, ando solo, medio triste y afligido. Es que mucha gente me teme, y se me
acusa de secar charcos, arroyos y pozos. ¿Es delito que a uno le guste tanto el
agua?, -
preguntó.
– ¡Delito, sería que tomara
vino, y secara las bodegas!,
respondió el Ñandú.
- ¿Pero saben algo? Yo soy un árbol de bien y muy útil por cierto. Vengo de una
familia numerosa, los eucaliptos pertenecemos a un grupo de árboles de más de
660 especies diferentes.
- ¡No tenés familia!-
arguyó Don Gato, rascándose el lomo contra el respaldo de la silla.
-
Algunos de mis parientes, los que gustan de la nieve, crecen en las montañas.
Los hay también que gustan del agua salada, por eso se los encuentra en los
desiertos y otros como yo, preferimos los charcos y las áreas húmedas. Cuando
descubrieron Australia, también yo fui descubierto y los tipos al verme dijeron
- ¡Pah, mirá que árbol!,- y fui llevado para África, Europa y América. Cuando
llegué a Brasil, hace unos cuantos años, las grandes selvas eran cortadas, para
plantar café y criar ganado. Allí, en ese país, mi principal trabajo fue
producir leña, y como la leña era el combustible utilizado para el ferrocarril,
fui plantado en todas partes. Desde entonces, vivo en grandes plantaciones, sin
mucho espacio y donde solamente hay eucaliptos de la misma edad.
- ¡Todos de la misma edad!...
¿Así qué no tiene a quien pedir un consejo?, interrogó preocupado Don
Zorro.
-
¡Correcto! Todos somos de la misma edad, y para colmo, tampoco hay otras plantas
o animales. Parece que fuéramos sarnosos. Cuando nace algún yuyito, lo fumigan
inmediatamente. Y en un lugar donde no se tiene espacio para nada, los animales
ni se arriman. ¡Para decirles la verdad, vivimos incómodos y aburridos! Mucha
gente nos confunde con un bosque. Pero ustedes saben que un bosque es algo
diferente, no es una plantación de árboles. En un bosque hay de todo tipo de
plantas y animales.
- Como en este boliche … ¡de
todo tipo y color!- replicó socarrona, Doña Comadreja.
- Un
bosque es una familia de árboles diferentes, de árboles de distintas edades, que
conviven con muchas otras plantas, animales y hasta con el hombre. ¿Saben qué,
además? ¡El bosque no tiene dueño! Le pertenece a esos animales, a esas plantas,
a los seres humanos que allí viven. Y hay que cuidarlo, porque ese bosque
también pertenece a las generaciones futuras. Un bosque forma parte del paisaje
cultural de una nación, forma parte de su historia. Es por ello que nosotros los
eucaliptos, somos muy respetados en mi tierra, Australia.
- ¡Pa’ mi es un árbol
grandulón y medio chiflado!- dijo bajito el Tatú, al oído de Don Zorro.
- Aquí, en América, como en África o Asia,
-
prosiguió Don Eucalipto -
somos apenas un negocio, por ello nadie nos respeta y hacen con nosotros lo que
se les ocurre. En las plantaciones crecemos bien juntitos unos a otros y cuando
cumplimos cinco o seis años nos cortan. Volvemos a crecer y nos vuelven a
cortar. Así uno no consigue florecer y tener semillas. ¡Qué tristeza!
Doña Comadreja tuvo la intención
de arrimarle un vinito para que se consolara. Pero pensó... - quizá le
cae mal…- y se quedó quietita.
- Otra cosa
que a uno lo angustia, es cuando escucho esos comentarios: “el eucalipto no
sirve para nada”. Es que ahora como escasean los árboles viejos, como han
cortado tanto bosque y tanta selva, pretenden con mi madera fabricar muebles o
instrumentos musicales. ¡Y claro que yo no sirvo para eso! Pero en mi familia si
hay eucaliptos con los que se pueden hacer instrumentos musicales y muchas otras
cosas, como perfumes y medicinas. ¿Sabían ustedes que nosotros los eucaliptos
somos los responsables de la desaparición de la malaria en Israel, en el año
1953? Los palestinos decían que éramos un árbol judío. ¡Qué cosa!
Mucha
gente ignorante también nos critica porque no servimos para hacer un asado.
¡Claro que no! Como nos van a comparar con un tala, un espinillo, que son mucho
más viejos que uno y por lo tanto, más duros. ¡Ah, y ustedes no se imaginan cómo
empeoró mi situación ahora!
- ¡A
este loco yo no lo aguanto más! Uno viene al boliche a olvidarse de sus
problemas, y llega éste con su cantaleta. - Dijo el
Tatú ya medio enojado, mientras salía afuera a tomar aire y terminar su vino
bajo el estrellado cielo.
Don Eucalipto también tomó aire,
más agua y continuó.
- Ahora me plantan en gran escala para la industria del papel. Como estoy bien
cotizado en el mercado internacional, plantan miles y miles de eucaliptos, más
juntitos que antes. Y claro hay problemas: falta el agua, corremos los animales,
se fumiga mucho, se contamina el ambiente, se pueblan las carreteras de camiones
repletos de rolos y toda la culpa es nuestra.
El Tatú
afuera del boliche, un poco más calmado, escuchó al Eucalipto y exclamó
– ¡Pobre infeliz!
- Ustedes no van a creer
- prosiguió con la voz entrecortada, al borde del llanto -
el hombre para producir celulosa, ha quemado buena parte de la selva del
Amazonas y quemó también la “Mata Atlántica” del litoral de Brasil. ¡Y el
culpable, es el Eucalipto! Árboles nativos de más de 700 años fueron cortados y
destruyeron comunidades enteras, para plantarnos como pelotones militares.
-
¡Qué barbaridad! -
Dijo Don Gato y se mandó una caña de un saque.
- En Espíritu Santo, Brasil, la empresa “Aracruz Celulose”, expulsó a los
indios y se apropió de sus tierras. Con el auxilio de policías y militares,
también expulsó a los agricultores y en esas tierras plantaron eucaliptos.
¿Pueden creerlo?
Doña Comadreja no supo qué hacer
ante el llanto del Eucalipto, abrió la canilla del agua y abrazándolo le
susurró: - ¡Tome mijito, ya pasa, tome agua, tome bastante que a usted le
gusta!
-
Desalojaron a toda esa gente, cortaron árboles con cientos de años, destruyeron
la selva. La selva que era el hábitat del tigre, del mono, del león dorado, de
más de treinta especies de colibríes y de hermosas orquídeas.
- Y los gobiernos ¿no hacen
nada?- Interrogó caliente el Tatú que había vuelto a la mesa.
- ¡Cómo
no! Los gobiernos subsidian a esas empresas y las exoneran del pago de
impuestos. ¡Para que lo entiendan! Las ayudan a continuar destruyendo los
bosques indígenas, su flora, su fauna. ¿Y saben lo peor…?
- ¡Más todavía! - Gritó el
Tatú - ¡Esto no hay quien lo aguante!
- Los
eucaliptos, que ahora están plantando, son clonados.
- ¿Cómo la oveja inglesa,
todos igualitos? Preguntó asombrado el
Ñandú.
- ¡Sí!
Todas las plantas son hermanas gemelas.
- ¡Pobrecito! Primero se lo
llevaron lejos de su casa, en los pagos donde llegó lo acusan de cosas terribles
y ahora le joden su familia, ¡Es demasiado!-
Doña Comadreja no podía más.
-
Ahora, si uno se enferma, se enferman todos. Eso ya ocurrió en Minas Gerais y
Espíritu Santo en Brasil y también en África del Sur y España. Ese eucalipto fue
manipulado con técnicas de ingeniería genética y sólo sirve para producir
celulosa, nada más. ¿Y saben otra cosa? Crece mucho más rápido y consume mucha
más agua.
- ¡Dios mío! ¿Toma más que
usted?- preguntó preocupado Don Gato.
- ¡Sí,
mucho más! Toda el agua existente en el subsuelo se la van a tomar, y cuando
esto suceda, tendrán que construir costosos canales para mantener a esos
eucaliptos. ¿Se dan cuenta? ¡Es todo un problema! En el futuro el agua costará
mucho dinero y se dice que muchas guerras se producirán por el agua y crearon a
ese que toma más que yo. Cosa de locos ¿no?
Don Zorro sintió como que se le
secaba la garganta y se sirvió otro vino que tomó de un sorbo.
- Bueno,
disculpen si los aburrí, pero si no hablaba creo que me moría.
Don Eucalipto, despacio como
llegó, juntó sus cosas, tomó un buen trago de agua y se fue. Desde el boliche,
el Tatú, Doña Comadreja, Don Gato, el Ñandú y Don Zorro, lo vieron perderse en
el campo, en medio de la oscuridad.
Sebastián Pinheiro
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA