La humanidad carecerá un día de agua? ¿El oro azul será cada
vez más raro, más caro, motivo de tensión entre estados? La
ecuación es simple. El planeta tenía 2.500 millones de
habitantes en 1950 y tiene 6.500 millones en 2005. En 2025,
8.000 millones de seres humanos deberán dividirse la misma
cantidad de agua que en la actualidad. Dentro de veinte
años, la reserva mundial disponible por habitante será tres
veces menor a la de 1950.
97,5% del agua del planeta es salada. El resto
es dulce, de la cual el 70% se encuentra en
hielos y nieves eternas. |
A ello se suman dos amenazas. En primer lugar, la
contaminación: aguas residuales, pesticidas agrícolas y
desechos industriales convergen hacia los ríos y napas
subterráneas. Ahora bien, un solo metro cúbico de agua dulce
contaminada inutiliza entre ocho y diez metros cúbicos más.
Es posible purificarla, pero ello implica tratamientos
caros. Otro elemento cuyo impacto es difícil de cuantificar
es el cambio climático, que podría modificar los regímenes
hidrográficos de las regiones del mundo.
Tales hechos afectarán a un planeta en el que el agua está
distribuida de manera muy desigual. América del Sur tiene la
cuarta parte de las reservas mundiales, pero en ese
subcontinente sólo vive el 6% de la población del planeta.
En cambio, el 60% de los habitantes del mundo vive en Asia,
que sólo cuenta con la tercera parte de las reservas. En la
actualidad, el 30% de la población vive en países cuyos
recursos son "escasos" (menos de 2.000 metros cúbicos por
año y por habitante), según el programa hidrológico de la
UNESCO. En 2025, "la gran mayoría de la población" deberá
conformarse con reservas "bajas", y hasta "catastróficas" en
el caso del 30% de los países. Sólo el norte de Europa,
Canadá, Alaska, América del Sur, África central, Rusia y
Oceanía se salvarán.
4.800 m3/año/habitante.
Esas son las reservas de agua previstas para
2025. Eran de 16.800 m3 en 1950 y de 7.300 m3 en
2000. |
¿Cuál es la solución para los países a los que les falta
agua? Cargueros turcos ya abastecen a la isla de Chipre. Sin
embargo, la generalización de tales operaciones es algo que
no se contempla: costaría muy caro y sería objeto de
hostilidad por parte de las poblaciones afectadas. "Tenemos
una relación visceral con el agua. Los hombres no olvidan
que fue ahí donde comenzó la vida", afir ma Mohamed Larbi
Bouguerra, ex director de investigación asociado al Centre
National de la Recherche Scientifique (CNRS).
Se desarrollarán tres grandes técnicas que ya se utilizaron.
En primer lugar, el sondeo del ámbito poco conocido de las
aguas subterráneas, de las cuales sólo una parte es
renovable. "Ese recurso debe manejarse con el mayor de los
cuidados", afirma Bernard Barraqué, director de
investigación del CNRS. "Una vez contaminada, el agua
subterránea profunda es difícil de purificar".
Segunda pista: continuar con la política de presas iniciada
en el siglo XX, de la cual hay en la actualidad 45.000
ejemplos en el mundo. Esas grandes obras, sin embargo,
impactan sobre el medio ambiente. Tercero: la desalinización
del agua de mar constituye un recurso en los países costeros
áridos que cuentan con los medios económicos para
sustentarlo. El costo está bajando y ya existen 12.500
centros que abastecen al 1,5% de la población mundial, sobre
todo en el Golfo Pérsico.
1.500 millones de personas viven en países en
estado de "stress hídrico", donde los recursos
de agua se consideran insuficientes. En 2025, el
número de personas podría aumentar a 3.000
millones. |
Esas soluciones podrían no ser suficientes. Los especialistas
preconizan una idea completamente distinta: dejar de pensar
el agua como un recurso ilimitado y adaptar nuestro consumo.
Es algo que atañe a todos los usuarios.
La agricultura es la primera actividad en la mira. Absorbe el
73% del agua dulce que se utiliza en el mundo, por lo que
supera en mucho a la industria y la producción de energía
(21%), así como el consumo doméstico (6%). Las tierras
irrigadas representan sólo el 15% de los cultivos mundiales,
pero producen el 40% de los recursos alimentarios de la
humanidad. Se las desarrollará a los efectos de aumentar la
productividad de la tierra y alimentar al planeta.
Ahora bien, la irrigación genera un gran desperdicio: entre
el 20 y el 60% del agua no contribuye al crecimiento de los
cultivos. La distribución gota a gota en cada planta
supondría el uso de la cantidad estrictamente necesaria.
¿Pero los campesinos pobres tendrían los medios necesarios
para hacerlo? Otra opción es reutilizar el agua residual
doméstica. Ya es el caso de un 10% de las tierras irrigadas.
¿Deberá cambiar la geografía mundial de la agricultura y la
ganadería? Hacen falta 20.000 metros cúbicos de agua para
producir una tonelada de carne vacuna. Se necesitan 1.500
para una tonelada de cereales. ¿Hay que continuar con la
explotación del maíz en el sudoeste de Francia, donde la
escasez de agua se multiplica? Otro ejemplo es el proyecto
cerealero que utiliza las napas del Sahara. Teniendo en
cuenta el costo de la operación, ¿es sensato irrigar trigo
en esa región; no sería mejor comprar los cereales en el
mercado mundial?, se pregunta Pierre Hubert, secretario
general de la Asociación Internacional de Ciencias
Hidrológicas.
Las reservas de agua: Las zonas más favorecidas
son Groenlandia, Guyana francesa, Islandia,
Surinam. Las zonas de mayor escasez, Emiratos
Arabes Unidos, Franja de Gaza, Cisjordania,
Kuwait y Seychelles. |
En cuanto al uso doméstico, la problemática varía mucho en
las distintas regiones del mundo. Mueren 34.000 personas por
día por falta de acceso a agua limpia. Hay aproximadamente
1.500 millones de personas, sobre todo en el hemisferio sur,
que no tienen acceso a agua potable. Si no se hace nada al
respecto, para 2025 serán 3.000 millones. Sin embargo, la
cuestión del acceso al agua está menos ligada al régimen hi
drológico de un país que a sus recursos financieros y a la
voluntad política de organizar la construcción y el
mantenimiento de redes de distribución y saneamiento. El
acceso de todos a un agua sana, que es condición
indispensable para el desarrollo de un país, es el objetivo
que fijó la ONU para el año 2025.
Un estadounidense usa un promedio de 600 litros de agua por
día. Un europeo utiliza 150 litros. ¿Puede sostenerse eso?
La población de algunos países desarrollados tendrá que
aprender a economizar, como sucede en las viviendas
japonesas, donde el agua de los baños se desinfecta en el
lugar y se reutiliza de inmediato. La población urbana será
en el futuro más numerosa que en la actualidad. Sus
necesidades, concentradas en espacios reducidos, crearán un
mayor riesgo de escasez. El aprovisionamiento de las
megalópolis será uno de los grandes desafíos de las próximas
décadas.
Por Gaëlle Dupont
Tomado de Clarín.com
2 de febrero de 2006
Costos multimillonarios
A la falta de agua que se avecina,
hay que agregarle los problemas y
los costos ocasionados por los
desastres naturales vinculados con
el agua. En 2005, el huracán Katrina
se convirtió en el desastre más
costoso de la historia: dos veces el
costo de los atentados del 11 de
setiembre. Los expertos aseguran que
nueve de cada diez desastres del
planeta están vinculados al clima y
que el 71% de todas las muertes
ocasionadas por desastres naturales
se deben a eventos
hidrometeorológicos extremos, como
el tsunami del sudeste asiático.
En particular, las catástrofes
relacionadas con el agua afectan
principalmente a las naciones de
Asia, donde el 69% de la población
es víctima de inundaciones. En el
caso de las sequías, en África la
población afectada asciende a 82%,
en Oceanía a 48% y en el continente
americano a 35% de la población.
Entre 1998 y 2002, Europa sufrió más
de 100 eventos extremos asociados al
agua, y el número va en aumento.
Durante el mismo año, Mumbai, India,
registró un récord de 944 milímetros
de lluvia en un solo día.
En el IV Foro del Agua, que se
llevará a cabo en México entre el 16
y el 22 de marzo, varias de las
sesiones se dedicarán al tema, con
la perspectiva de identificar
acciones a nivel local para evitar
que los peligros relacionados al
agua se conviertan en desastres.
Básicamente, se buscará demostrar
que el financiamiento preventivo es
ocho veces más redituable que el
presupuesto destinado a rescate y
recuperación.
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