Las luchas
nacionales e internacionales por la recuperación
para el servicio público de la administración del
agua potable y el saneamiento están dando lugar a
alianzas innovadoras de actores sociales y políticos
que pueden ir más allá del propósito inicial y abrir
el camino a nuevas formas de participación y de
gestión social, pero antes deberá resolverse el
problema de los contratos firmados |
En la última semana, Uruguay fue escenario de una serie de
actividades públicas de reafirmación y solidaridad
en la lucha por la desprivatización de los servicios
de agua potable y saneamiento, a raíz de la visita
de una delegación de Francia encabezada por la
ex-primera dama Danielle Mitterrand e integrada por
algunos responsables sociales y políticos de este
proceso en dicho país europeo.
La fundación France Libertés, presidida por Mitterrand, viene
realizando una gira por la región, enmarcada en una
campaña internacional de reconocimiento del derecho
al agua como un derecho humano fundamental. La
entidad promueve la inclusión de este derecho en la
Constitución de los países y sostiene que la gestión
del agua debe ser tarea exclusiva del Estado, no de
una empresa comercial.
"No estamos aquí para dar lecciones", dijo en Montevideo
Catherine Legna, directora de la Fundación. Y
agregó: "Somos una pequeña ONG, nos unimos con
funcionarios públicos y con juristas con experiencia
en este tema. En Francia tenemos problemas de
privatización, altas tarifas, corrupción, y sentimos
el deber de solidarizarnos con los pueblos que
tienen problemas con las multinacionales francesas".
Como es sabido, en la pasada década de los 90, diversos
países de América Latina, como Argentina, Bolivia,
Brasil y Uruguay, entonces con gobiernos que
ejecutaron alegremente las políticas neoliberales de
las grandes potencias y de los organismos
financieros internacionales, incorporaron a sus
planes de privatización de empresas públicas la
gestión de los servicios de agua potable y
saneamiento.
Fue Francia, en particular como integrante del Grupo de los 8
países más ricos del mundo (el G8), quien utilizó su
propia experiencia y los intereses de determinadas
empresas francesas para incluir la privatización de
los servicios de agua potable y saneamiento dentro
de los planes de globalización económica impulsados
a través de las políticas del Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional.
Una expansión
avasalladora
Mientras en los pasados años 60 la gestión de los servicios
de agua y saneamiento de Francia en manos privadas
alcanzaba a un tercio de la población, hacia fines
del siglo esa participación se había elevado al 80
por ciento. Las empresas como Suez, Bouygues y
Vivendi, iniciadas en la gestión privada del agua en
Francia, en pocos años se convirtieron en grandes
trasnacionales operando en todo el mundo.
El primer gran contrato de privatización del agua en América
Latina fue firmado por el gobierno de Carlos Menem
en Argentina en 1992. En los años siguientes, estas
tres empresas de origen francés se expandieron hacia
otros países de la región, África y Asia e inclusive
en Estados Unidos, operando actualmente en 130
países y teniendo en sus manos el servicio de unos
500 millones de personas.
Jean Luc Touly, presidente de la Asociación francesa para el
Contrato Mundial del Agua, ex-empleado de Vivendi
despedido por denunciar sus acciones fraudulentas,
afirma que tal expansión no habría sido posible sin
el apoyo del Banco Mundial y el FMI -que incluyeron
en las condiciones de sus préstamos el aumento de
las tarifas y la privatización del agua-, y sin la
complicidad de los gobiernos locales.
Con las ganancias del negocio del agua y el saneamiento,
estas empresas también se ampliaron hacia otras
actividades, desde la gestión de la basura, los
transportes, la electricidad, la telefonía celular,
la televisión y las editoras, hasta los parqueos y
las funerarias. Y ya junto a otras trasnacionales
como Coca-Cola, Nestlé y Danone, están enfocando la
explotación de las aguas subterráneas más profundas.
"Luego de una decena de años de experiencia, podemos decir
que las empresas privadas no respetaron lo que
firmaron en los contratos, el precio del agua subió
enormemente, el saneamiento no mejoró, el acceso de
los pobres al agua potable tampoco mejoró y que hoy
están muriendo diariamente en el mundo 34.000
personas por tener que utilizar aguas inapropiadas",
concluyó Touly.
Las trasnacionales del agua y sus influyentes apoyos no han
cejado en su empeño, pero han generado una
movilización social sin precedentes en cada país y
en foros internacionales como el de Porto Alegre,
creando incluso una instancia propia: el Foro
Alternativo Mundial del Agua, que reúne a las
asociaciones civiles, ONG y gobiernos en favor de la
gestión pública y con sentido social del agua.
Desilusión en la
propia cuna
En relativamente pocos años, los ciudadanos franceses fueron
los primeros también en percibir los efectos
negativos de este enfoque y comenzaron a desarrollar
luchas sociales y políticas para revertir el
proceso, retornando a la gestión pública y a su
sentido social. Entre los procesos más rápidos en
esta dirección se encuentran los de las ciudades de
Grenoble, Cherbourg, Bastia y las comunas landesas.
Raymond Avrillier, vicepresidente de la municipalidad y
responsable del suministro de Agua de la Comunidad
Urbana de Grenoble, explicó que se puso en evidencia
que la concesión a la empresa Suez en 1989 había
sido hecha en forma ilegal e incluso por corrupción.
Pero "no alcanza con decir que el servicio público
es mejor, hay que probar que es más eficaz y menos
caro", advierte Avrillier.
Entre 2000 y 2005, la administración pública del agua en
Grenoble invirtió tres veces más que en los 10 años
precedentes bajo la gestión privada, con una tarifa
50 por ciento menor de lo que habría cobrado Suez.
Simultáneamente, mejoró la eficiencia del sistema al
evitar pérdidas de agua que eran producidas por el
deterioro de las instalaciones como consecuencia de
la ausencia de mantenimiento.
"Cuando existen la voluntad política y los medios, el
servicio público es menos caro y de mejor calidad,
lo que significa una verdadera política social y
ecológica, porque administra racionalmente el agua y
el saneamiento. Y social porque es solidaria y
democrática, toma en consideración los intereses de
la población y sus medios de pago, sobre todo de los
sectores de menores ingresos", dice Avrillier.
En la ciudad de París, en las elecciones de 2001 triunfó una
coalición de izquierda que decide también retornar
completamente a la órbita pública los servicios de
agua potable de la ciudad. Anne Le Strat, secretaria
general adjunta del Partido Verde y miembro del
Consejo Municipal de París, pasó a presidir Aguas de
París, entidad de economía mixta, público-privada, a
cargo del servicio de agua potable.
El Consejo de Administración de Aguas de París está integrado
por siete consejeros del municipio y tres
representantes del sector privado, entre ellos uno
de Lyonnaise des Eaux (Suez) y otro de la Compagnie
Générale des Eaux. Le Strat explicó que Aguas de
París decidió poner término a la concesión del
servicio a esas empresas, pero esperará a la
finalización del contrato vigente, que vence en
2009.
La polémica de
los contratos
A la altura en que han quedado en evidencia las limitaciones
y efectos adversos del sistema de asociación
público-privada o la simple privatización de los
servicios de agua potable y saneamiento y que se
configura la decisión política de retornar a la
gestión estatal, debe dilucidarse sin embargo cuál
es el camino para la rescisión de los contratos que,
por lo general, tienen de 30 a 50 años de duración.
"Los gobiernos dicen que la ruptura de los contratos con las
sociedades privadas no es posible porque están
jurídicamente obligados a cumplirlos", dijo Jean Luc
Touly. "A pesar del resultado catastrófico de este
tipo de gestión, en donde se ha probado que estas
sociedades no respetan sus contratos y toman el
dinero para invertir en otros dominios, dicen que
los pueblos deben respetar la ley", subrayó.
En Uruguay, donde la reforma constitucional plebiscitada el
31 de octubre de 2004 dispuso que el abastecimiento
de agua sea prestado directa y exclusivamente por
personas jurídicas estatales, ha surgido un
diferendo notorio entre el gobierno de Tabaré
Vázquez y la Comisión Nacional en Defensa del Agua
en torno al carácter retroactivo o no de la enmienda
aprobada para los contratos en vigor.
"No creo que el gobierno uruguayo sea tibio", replicó el
vicepresidente de OSE, el órgano estatal uruguayo
del servicio de agua potable y saneamiento, Fernando
Nopitsch, ante el comentario de Touly. Y lo
fundamentó con un ejemplo francés: "No creo que el
gobierno de París sea tibio tampoco, cuando espera
hasta el 2009 para terminar la concesión, lo que
está haciendo es respetar los contratos".
Nopitsch agregó que en Uruguay "el único que queda es un
contrato que esperamos poder negociar algo para
terminarlo antes de la fecha fijada, porque quedan
13 años, pero también lo único que nos hemos
planteado es el cumplimiento de los contratos" e
invitó a los visitantes a presionar en su país
también para que esas políticas del gobierno y
determinadas empresas francesas cambien.
"No representamos en absoluto al gobierno francés, ni
naturalmente al Grupo Suez (dueño de Aguas de la
Costa, en Uruguay), que son capitales
multinacionales, no son sólo franceses, ni a las
reglas que se imponen en los países en desarrollo.
Sin embargo, lo que hemos visto en estos días en
América Latina lo trasmitiremos en Francia,
incluyendo a las instituciones y los gobiernos",
respondió Avrillier.
El rol de los
actores sociales
Frente a la postura de respeto formal de los acuerdos
firmados, existe otro enfoque según el cual la
vigencia de los contratos no es un problema
meramente jurídico sino político, en donde no
solamente se deben considerar las condiciones y el
grado de cumplimiento de un contrato, sino también
la jerarquía de las normas aplicables cuando entran
en juego las decisiones del soberano, o sea, el
elector.
De hecho, estas diferencias de enfoque del procedimiento con
los contratos firmados con las empresas a las que se
entregó la gestión de los servicios, sobre todo
donde han subido al gobierno fuerzas políticas
progresistas, generan un impasse entre los sectores
que lucharon contra esas privatizaciones, que muchas
veces sólo se concibe en términos de reafirmar o
retirar la confianza al nuevo gobierno.
La presidenta de Aguas de París, Le Strat, planteó dos
conclusiones que pueden ser una alternativa a ese
dilema: "Primero -dijo- los responsables políticos
electos deben cumplir sus compromisos con la
ciudadanía. Y, segundo, si el poder de los grupos
privatizadores conserva su importancia, la presión
social continúa siendo necesaria para garantizar que
se ejecuten las decisiones políticas".
En este enfoque parecen coincidir, en definitiva, los
movimientos sociales de los distintos países en
donde sigue planteado el problema. En Uruguay, la
Comisión Nacional en Defensa del Agua y de la Vida
no ha cejado en su empeño e incluso pleitea con el
gobierno su interpretación de la reforma
constitucional. Bolivia es ejemplo también de que
sólo la movilización social garantiza el curso.
En última instancia, esta tesitura se inscribe hoy en una
perspectiva más amplia de las condiciones para un
desarrollo social, económica y ambientalmente
sustentable, en donde la participación debe ir más
allá de las prácticas de delegación de poder
tradicionales, para ser un proceso continuo de
gestión de múltiples actores que integre a
comunidades, empresas y gobiernos en instancias
permanentes.
Mientras esta nueva perspectiva de participación social y
gestión compartida entre diversos actores no sea
asumida por los responsables políticos y por los
grupos interesados en salir del callejón neoliberal,
surgen dilemas y confrontaciones que, en lugar de
fortalecer, debilitan a los sectores que buscan el
cambio y, en definitiva, ponen en riesgo la
factibilidad final de las soluciones planteadas.
Víctor L. Bacchetta
(*)
© Rel-UITA
26
de setiembre de 2005
(*) Con elementos
extraídos de la mesa redonda sobre “La gestión
pública del agua en Francia y Uruguay: desafíos y
perspectivas”, realizada el 22 de setiembre pasado
en la Intendencia Municipal de Montevideo, convocada
por la Comisión Nacional en Defensa del Agua y de la
Vida y Uruguay Sustentable. Participaron Catherine
Legna, Jean Luc Touly , Anne Le Strat, Raymond
Avrillier, Carlos Colache y Fernando Nopitsch
(Presidente y Vicepresidente de OSE,
respectivamente) y Adriana Marquisio (de la Comisión
Nacional en Defensa del Agua y de la Vida).