La
media mundial de agua por habitante se calcula en
7.460 metros cúbicos por habitante y año. Sin embargo,
hay grandes diferencias según la zona. En Asia, esta
cifra se reduce a 3.010 metros cúbicos, y en Oceanía
aumenta hasta los 84.140. En los últimos 50 años, el
consumo de agua se multiplicó por 3,3 mientras la
población sólo lo hizo por dos. A este ritmo, la
UNESCO prevé que dos tercios de la humanidad se verán
afectados por la escasez de agua en poco tiempo.
Pese
a estas terribles cifras, es posible la esperanza. Hay
agua para todos aunque sólo les llegue a unos pocos.
Los objetivos de la Declaración del Milenio plantean
la necesidad de reducir en un 50% la proporción de
personas que no tienen acceso al agua potable. Es
necesario “detener la explotación insostenible de los
recursos hídricos” promoviendo al mismo tiempo un
acceso equitativo. Michel Camdessus, ex director
general del Fondo Monetario Internacional (FMI),
declaró en el III Foro Mundial del Agua que “el sueño
del agua potable para todos estaba al alcance de la
humanidad si la comunidad internacional hacía el
esfuerzo de cumplir los acuerdos a los que se llegó en
la Conferencia de Johannesburgo”. Los gobiernos
asistentes se comprometieron entonces a reducir a la
mitad el número de personas con carencias de agua para
el año 2015. Ese objetivo está ya del todo desfasado.
Según un reciente informe de la ONG británica Tearfund,
dentro de 25 años, 2 de cada 3 personas tendrán
dificultades para acceder al agua.
La
UNESCO prevé que dos tercios de la humanidad (66 %) se
verán muy afectados y se alcanzará el límite de agua
disponible al año en el 2025.
No
hay solidaridad en el reparto del agua. Seis países
concentran la mitad de los recursos: Brasil, Rusia,
Canadá, Indonesia, China y Colombia. Un canadiense
dispone de más de 92.000 metros cúbicos al año
mientras un jordano tan sólo cuenta con 138. Además,
en las zonas más desfavorecidas, el acceso al agua es
una de las principales fuentes de conflictos; sobre
todo cuando diversos países comparten la misma cuenca
hidrográfica.
El
compromiso internacional ayudaría a una mejor gestión
del agua. Se trata de buscar soluciones equitativas,
de desarrollar enfoques comunes con una premisa clara:
no es posible vivir sin agua. Según se acordó en la
Reunión Interministerial de La Haya del año 2000, hay
que lograr “Promover una cooperación pacífica y
desarrollar una sinergia con los diferentes usos del
agua en todos los ámbitos, dentro de los Estados y, en
los casos de recursos hídricos fronterizos y
transfronterizos, entre los Estados involucrados a
través de una gestión sostenible de las cuencas
fluviales y otros acercamientos adecuados.”
El
verdadero problema de la gestión del agua es la falta
de solidaridad entre regiones. Llegar a soluciones
equitativas y justas es complicado pero necesario,
porque el agua es un recurso que es necesario
compartir.
Sergio Rodríguez Sánchez