Se recomienda alcohol para conducir

Un grupo de investigadores argentinos obtiene

la energía verde del hidrógeno a partir de alcohol 

 

 

Todos los jueves hasta el 31 de marzo, la ciudad italiana de Roma cerrará sus calles al tráfico de vehículos en función de la terminación de sus matrículas. No es la primera vez. El pasado 16 de enero, la capital italiana y Milán, las dos ciudades más grandes del país, prohibieron el tráfico rodado de 10 a 18 horas, decisión a la que se unieron algunas localidades de la zona industrial de Lombardía. El motivo: la “emergencia nacional” declarada por los responsables italianos de urbanismo ante los elevados índices de contaminación. Índices que se mantienen debido a la sequía y escasez de lluvias, pero que también responden al colapso de coches, motocicletas y camiones en las carreteras italianas.

 

Según los datos manejados por el Consejo Mundial de Empresas para el Desarrollo Sostenible (entre ellas, gigantes de la industria automovilística como General Motors, Toyota, Daimler Chrysler, Ford, Honda o Renault), 750 millones de vehículos conforman hoy el parque mundial, aunque se prevé que esta cifra alcance los 1.200 millones en menos de 50 años gracias sobre todo a los acelerones de China e India. Una perspectiva poco halagüeña siendo el tráfico rodado el culpable de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de petróleo derivado y la expulsión de dióxido de carbono al ambiente. También poco halagüeña porque en menos de 50 años, el crecimiento vertiginoso de la industria del motor puede necesitar nuevas reservas de crudo allí donde es más difícil y caro el proceso de extracción.

 

Se buscan, por tanto, energías más limpias y baratas que el petróleo. Y se ha encontrado el ‘hidrógeno verde’. Lo ha hecho un grupo de once investigadores de la Universidad estatal de Buenos Aires a través de un sistema por el que se obtiene el hidrógeno aprovechando el alcohol etílico o etanol que se extrae de vegetales como la caña de azúcar, el maíz, la cebada o el trigo. Al final del proceso, este hidrógeno está preparado para alimentar las pilas eléctricas de combustible para mover un automóvil.

 

Es una novedad en la carrera hacia la ‘movilidad sostenible’ y responsable con el medio ambiente, y no por el uso en si del hidrógeno para alimentar el motor de un vehículo, sino por el método de obtención. El hidrógeno se obtenía antes a partir de gas natural en un proceso que liberaba al exterior dióxido de carbono, el gas principal causante del efecto invernadero, o se alcanzaba el hidrógeno a través de un proceso de electrólisis excesivamente costoso.

 

El ‘hidrógeno verde’ es ahora más barato si utiliza como fuente el alcohol derivado de los vegetales, y más limpio por no expulsar al ambiente carbono, previamente absorbido por la vegetación en el proceso de fotosíntesis. No queda lugar, prácticamente, para la contaminación.

 

Alcohol para los países pobres

 

El nuevo sistema de combustión limpia, encargado a los investigadores argentinos por el grupo industrial español Abengoa, parece abrir la puerta, como han señalado algunos analistas, a una nueva fuente de ingresos para las zonas rurales de los países más pobres: la explotación de los recursos vegetales de los que derivar el alcohol etílico.

 

Trigo, cebada, azúcar o maíz son cultivos de los que dependen millones de personas para su subsistencia. Según los datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), entre los 20 mayores productores de estos vegetales están China, India, Brasil, Tailandia, Pakistán, Cuba, Vietnam, Egipto, Etiopía, Chad, Myanmar o Argentina. Datos también de Naciones Unidas clasifican a estos países, precisamente, entre los que presentan un índice de desarrollo medio o bajo. Hasta aquí la cara de lo que podría ser un resorte para el desarrollo de estas regiones si prospera el uso de hidrógeno como energía verde para los automóviles.

 

La cruz proviene que estos cultivos son también fuente de ingresos de los países desarrollados y cuentan además con fuertes subvenciones estatales para su mantenimiento. Sólo hay que recordar el daño que está ocasionando la política de ayudas al campo desde Estados Unidos y la Unión Europea para los agricultores del sudeste asiático, Centroamérica o el África occidental. Son políticas que cada año dejan en las fronteras comerciales de los más pobres más de 1.000 millones de dólares.

 

La cruz también proviene del ejemplo que supone el que es hoy patrón energético, el petróleo. Es fuente de riquezas para sus países productores, pero no fuente de redistribución de las ganancias, en manos de las petroleras occidentales y de las empresas nacionales árabes. La compañía saudí ARAMCO, controlada por el Estado y que el año pasado facturó 93.000 millones de dólares, es claro reflejo de que los recursos no se suelen traducir en una redistribución equitativa de la riqueza.

 

Sin embargo, la apuesta por el hidrógeno, a unos diez años de su consolidación como energía verde, es una apuesta por acelerar el ritmo de eliminación de gases de efecto invernadero precisamente cuando el próximo 16 de febrero va a entrar en vigor el Protocolo de Kioto, tratado que acentúa la necesidad de reducir las emisiones de carbono, pero que descuida las exigencias para el que es su principal emisor, el vehículo. Apostemos, entonces, por el hidrógeno.

 

 

Óscar Gutiérrez

Agencia de Información Solidaria

20 de enero de 2004

 

 

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