Las cifras presentadas son aterradoras: 16.000 especies
animales viven amenazadas mientras que 60.000
vegetales corren serio riesgo de desaparición. Según
la Lista de Especies Amenazadas, estas han aumentado
en casi 6.000 en los últimos dos años.
Se calcula que el ritmo de desaparición de animales es entre
cien y doscientas veces superior al normal, motivado
en esencia por la contaminación generada por el
desarrollo industrial. Klaus Toepfer, Director General
del Programa de las Naciones Unidas sobre Medio
Ambiente (PNUMA) ha advertido de que "la situación
actual representa una crisis sin precedentes desde la
extinción de los dinosaurios".
Asimismo declaró que "el 45 por ciento de los bosques ha
desaparecido, también el 10 por ciento de los corales
y el resto está gravemente amenazado". Se calcula que
al año se pierden catorce millones de hectáreas de
bosque. Cada seis horas desaparece en el mundo una
superficie de bosque o selva similar a París, lo que
conlleva, aparte de la desaparición de las especies
animales que los habitan, la reducción de la
"capacidad pulmonar" del planeta, dificultando así su
oxigenación.
Ante estos datos, las voces de alarma han sido dadas por
parte de los 1.200 investigadores, responsables
políticos y dirigentes de organizaciones no
gubernamentales que han asistido en París a esta
conferencia. Destacando la falta de compromiso por
parte de los actores, el documento final de esta
reunión, denominado "La Llamada de París", alerte a
los gobiernos de la situación a la que se ha llegado y
que, si no hay cambios inmediatos, es insalvable.
El término biodiversidad viene a referirse a toda la variedad
de vida que hay en la tierra. Y en los últimos años,
todas las acciones del ser humano van encaminadas a
hacerla desaparecer y a crear un sistema de vida
nuevo, artificial, con una hegemonía (ya existente)
demasiado preponderante del Homo Sapiens, haciendo un
uso monopolista del planeta. La naturaleza ha sido
mercantilizada, ha pasado a ser un bien más,
controlado por unos pocos, que hacen y deshacen sobre
algo que nos afecta a todos y que, de hecho, es de
todos
La naturaleza tiene una cualidad que no se encuentra en
ninguna parte: la autorregulación. Esto no lo ha
respetado el hombre que ha querido sentar unas nuevas
bases basadas en el interés a corto plazo sin
preocuparle en absoluto el daño que podía causar. La
introducción de animales en ecosistemas que no son los
que les corresponden, o la creación de cultivos
modificados genéticamente, los transgénicos, modifican
por completo la armonía existente y es una causa más
de la reducción de la biodiversidad.
Al abordar este tema, todos los países muestran de palabra su
apoyo e indignación ante la situación que se ha
alcanzado. Pero cuando hay que pasar a los hechos,
nadie hace nada por paliar el daño que se está
inflingiendo a la Tierra. Prueba de ello es el fracaso
de los objetivos marcados en la Conferencia sobre
Biodiversidad de Río de Janeiro de 1992, que firmaron
188 países pero que no imponía obligaciones ni
objetivos concretos, al igual que en le Cumbre de la
Tierra de Johannesburgo de diez años después.
El ser humano lleva muchos años jugando a ser dios: crea
clones de animales en laboratorios; las semillas
empleadas para la agricultura son inmunes a las plagas
y a las sequías, algo antinatural; y para culminar,
destruye en pocas décadas lo que se ha construido en
más de 3.000 millones de años. Estas conferencias, a
nivel informativo, son muy valiosas, pero, sin
carácter vinculante, son mero papel mojado. ¿Nadie se
ha planteado que ahora o nunca es necesaria una
conferencia que imponga a los países y a las empresas
unas normativas y unas sanciones en caso de no
acatarlas? Mañana, puede que ya sea tarde.
Christian Sellés
Agencia de
Información Solidaria
11 de febrero de
2005