AMBIENTE | AGROCOMBUSTIBLES
¿Biomasa o biomasacre?
Con creciente entusiasmo,
empresas, políticos y algunos científicos nos hablan de
cómo se van a resolver los desastres ambientales, la
crisis energética y climática, y hasta el hambre, con el
uso de biomasa en lugar de combustibles fósiles.
Se presenta como un elemento fundamental de una
transición a una nueva economía verde, y por estar
basada en materiales biológicos, parecería que es más
sustentable y beneficiosa para el ambiente. Al fin,
suena bien comer en un plato hecho de maíz o papa en
lugar de plástico, conducir automóviles con
biocombustibles o hasta volar en aviones con
bioturbosina. No hay duda que es urgente salir de la
civilización petrolera, ¿pero será esta nueva ola de
apropiación de la biomasa realmente sustentable?
Un aspecto de esta nueva economía de la biomasa, el de
los agrocombustibles, ha sido ampliamente criticado,
entre muchos otros problemas, porque se ha documentado
que es el factor principal de aumento del precio de los
alimentos. Con toda la gravedad que esto implica, es
apenas la punta del iceberg de los impactos que tendría
el aumento masivo de uso de la biomasa del planeta, para
combustibles y otros usos industriales.
Actualmente, 24 por ciento de la biomasa terrestre
global está mercantilizada. En juego está la apropiación
y mercantilización del 76 por ciento restante, aparte de
la biomasa marina. Un factor clave para ello son los
nuevos instrumentos tecnológicos, como la biología
sintética, que está diseñando microorganismos sintéticos
capaces de digerir celulosa en forma más eficiente
(actualmente el proceso es costoso y gasta más energía
de la que genera). Esto es clave para convertir
virtualmente cualquier vegetal en la materia prima de
nuevos polímeros que podrían usarse para combustibles,
farmacéuticos, plásticos y muchas otras sustancias
industriales.
El potencial de ganancias es enorme y por ello los
actores son las empresas más grandes del planeta: las
principales trasnacionales de los agronegocios y
plantaciones de árboles (Cargill,
ADM, Bunge, Cosan, Stora Enso, Weyerhauser), grandes
petroleras, químicas y farmacéuticas (BP, Shell, Total
Oil, Chevron, Exxon, DuPont, Basf) junto a
trasnacionales de biotecnología, nanotecnología y
software (Monsanto, Syngenta, Amyris, Synthetic Genomics,
Genencor, Novozymes) y otras.
Dentro del término biomasa se incluyen desde bosques y
arbustos a cultivos y algas, así como bagazos y restos
de cosecha. O sea, toda materia vegetal cultivada o
natural. Los que promueven estos nuevos usos de la
biomasa, suelen poner el acento en el uso de restos y
bagazos, como si fueran algo marginal, que no tiene
ninguna utilidad, lo cual ignora por ejemplo, que son
una de las pocas fuentes de devolución de materia
orgánica y nutrientes a los suelos, cuya erosión es un
gran problema. Además, pese a que dicen que usarán
restos, lo cierto es que los emprendimientos actuales
para producir plásticos y combustibles basados en
biología sintética (ya en marcha en biorrefinerías en
Estados Unidos y Brasil con la participación
de Amyris y otras empresas), se basan en el uso
de plantaciones industriales de maíz y caña de azúcar.
Nos dicen también, que la biomasa es una fuente natural,
que siempre fue la base del sustento humano, que es
renovable, abundante y que usando solamente la parte
celulósica y no comestible, se evitará la competencia
con la producción de alimentos.
Sin embargo, todo esto no son más que afirmaciones
engañosas para disfrazar la debacle venidera. Para
empezar, ocultan que se trata de aumentar en forma
exponencial las plantaciones industriales de
monocultivos de árboles y otros, como piñón (jatropha),
higuerilla (ricino), etcétera. Esto es una amenaza a la
biodiversidad y disputa tierra, agua y nutrientes de los
cultivos alimentarios, además de expulsar a los
campesinos de sus territorios y empujarlos a abandonar
sus cultivos tradicionales.
Además, aunque 24 por ciento de mercantilización de la
biomasa nos pueda parecer poco, en realidad según datos
del Global Footprint Network (que calcula la huella
ecológica que dejan diferentes actividades en el
planeta), ya hemos sobrepasado la capacidad de
recuperación y renovación de la biomasa en su propio
ritmo. Esto quiere decir, que al nivel actual y sin el
aumento masivo de consumo de biomasa que se planea, ya
se está disminuyendo la base natural.
Por otra parte, si bien la materia vegetal ha sido el
sustento de la humanidad durante la mayor parte de la
historia, la demanda de energía se disparó con el
industrialismo a más de veinte veces lo que se usaba
hace poco más de un siglo, que produciendo además la
mayor devastación de suelos de la historia global.
Esta nueva economía de la biomasa no tiene nada que ver
con el uso sustentable de la naturaleza y cultivos que
históricamente han hecho las comunidades locales, los
campesinos e indígenas, que son una gran parte de la
solución a las crisis energética, climática y
alimentaria. Ahora se trata de que las empresas que han
lucrado devastando el planeta con sus productos basados
en el petróleo, se disponen a una nueva ola de
apropiación masiva de naturaleza, biodiversidad,
territorios y comunidades, llamando a esto sustentable.