Los
seres humanos hemos logrado alterar el clima del planeta a
través de las emisiones de gases contaminantes. En el Perú,
además, el problema es más grave por la falta de conciencia
al respecto, aún entre personas educadas o progresistas.
Debido especialmente a los vehículos automotores, quienes
vivimos en las ciudades respiramos monóxido de carbono,
plomo y otros compuestos químicos en cantidades excesivas
para seres humanos. En Lima, la situación se agrava durante
aquellos días en que un techo de nubes impide a las
emanaciones de más de un millón de vehículos dispersarse en
la atmósfera, aumentando así la incidencia de asma y otras
enfermedades respiratorias.
La
contaminación ambiental no es una consecuencia inevitable de
la vida urbana o el desarrollo industrial. De hecho, los
países más desarrollados tienen una calidad de aire mucho
mejor que la nuestra. En otras capitales latinoamericanas,
como Santiago de Chile o Ciudad de México, los niveles de
contaminación son medidos por las autoridades, que informan
a la población permanentemente. Los ciudadanos saben cuáles
son las áreas más contaminadas y las horas más peligrosas.
Al superarse determinados límites, se proclama una "alerta
ambiental", las clases escolares se suspenden y las personas
con problemas respiratorios deben permanecer en sus hogares.
En el
Perú todavía esta pendiente, por ejemplo, reducir la
presencia de azufre en el combustible diesel, usado por el
transporte público (actualmente se permite una proporción 20
veces mayor que en los países vecinos). En realidad, aún
esperamos que la Policía Nacional ponga interés en aplicar
las multas vigentes a los vehículos contaminantes (330
soles) que, además, deberían ser inmediatamente internados
en el depósito, para que no sigan envenenando al prójimo.
Sin
embargo, todo propietario consciente debería, por su propia
iniciativa, hacer revisar su vehículo, para disminuir los
efectos nocivos. Se puede cambiar el vehículo a gas natural
(mucho menos costoso que la gasolina y menos contaminante) o
trasladar el tubo de escape al lado izquierdo. De esta
última forma, se evita que los humos caigan directamente a
los peatones, afectando sobre todo a los niños pequeños. Por
la salud de ellos, y no sólo porque el Reglamento lo dispone
(con 66 soles de multa), los conductores deberían acudir a
su taller de confianza para solicitar esta modificación.
Un
problema adicional es que los peruanos que tenemos a nuestro
alcance usar taxis o vehículos particulares (continuos
emisores de monóxido de carbono), lo hacemos exageradamente.
En los países desarrollados, el transporte público no es
ningún signo de decadencia social y muchas personas, además,
asumen como un compromiso ecológico, movilizarse sin generar
contaminación por algunos días a la semana. En las ciudades
de Holanda o el centro de Italia, cientos de oficinistas van
a su trabajo en bicicleta. Si los arequipeños o los piuranos
los imitaran, sus hermosas ciudades no serían tan caóticas y
ruidosas.
Además
de disminuir la contaminación, caminar al menos media hora
diaria es una actividad muy saludable (a propósito, ¿usted
cuánto piensa caminar hoy?). Las vías exclusivas para
peatones son una forma barata de reducir la contaminación
urbana y generar espacios para la convivencia social. Los
peruanos suelen respaldar estas iniciativas, desde las
nuevas vías peatonales de Ayacucho, hasta la calle Pizarro
en Trujillo, cerrada a los vehículos por algunas horas al
día. Sin embargo, en muchos lugares, estos espacios públicos
siguen siendo una necesidad imperiosa.
Hasta
que los ciudadanos y las autoridades se decidan a enfrentar
la contaminación del aire, los niños y las personas más
delicadas o expuestas, podrían protegerse con una
mascarilla. Entre quienes sin duda tienen sus pulmones en
riesgo, se encuentran las mujeres policías que dirigen el
tránsito. Debería ser obligatorio proporcionarles dichas
mascarillas, pero los diversos Directores Nacionales de la
Policía y Ministros del Interior, han mostrado una
permanente insensibilidad al respecto. Acaso confían en que
ellas nunca los demandarán ni tomarán medidas para exigir
condiciones de trabajo dignas. No deberían confiarse tanto:
e xisten varios precedentes de peruanos que se han
organizado para luchar exitosamente contra la contaminación.
Los
activistas de Greenpeace señalan que en este empeño se debe
pensar a nivel global (en el cambio climático, por ejemplo)
pero actuar a nivel local, de manera concreta. Ese es el
reto para quienes deseamos vivir en un mundo donde todos
vivamos y respiremos mejor.
Wilfredo Ardito Vega
Convenio
La Insignia/Rel-UITA
15 de
noviembre del 2005