Discutir lo superfluo, evitar lo importante
Es muy difícil
que en el poco tiempo que queda se puedan
alcanzar acuerdos en todos estos temas.
Un periodista amigo que por primera vez asiste a
estas negociaciones me lo describía de esta
manera al final de la reunión: “Es como si
fueras a comprar una casa con tu esposa y
discutieras sobre el color de las paredes, el
estilo de canillas que habrá en los baños y si
en las ventanas habrá persianas o postigos,
pero esquivaras discutir cuánto disponen para
gastar o hasta qué punto están dispuestos a
endeudarse”. Creo que es una buena imagen acerca
de los asuntos en los que se avanzó en esta
reunión.
La cuestión de
las cifras
En el plenario de cierre del pasado viernes, las
diferencias en la evaluación del resultado de
la reunión dejaron en claro que hay perspectivas
divergentes acerca de lo que significa
“avances”. Para algunos –los menos–
el progreso
había sido notorio. El más optimista fue el jefe
de la delegación de Estados Unidos,
Jonathan Pershing, que se autodefinió como
“bicho raro” por su visión positiva de los
resultados en contraste con las otras visiones
que estaba escuchando. Para otros,
particularmente los países en desarrollo, no se
había avanzado en absoluto.
Uno de los principales temas que sigue sin
resolverse es la cuantificación de los
compromisos de reducción de emisiones que
asumirán los países industrializados, en su
conjunto y cada uno en particular (“las cifras”
en la jerga de las negociaciones). Junto con
ello, qué porcentaje de esos compromisos deberán
cumplirse domésticamente y cuánto podrá ser
cumplido a través de la adquisición de créditos
de carbono por reducciones realizadas en otros
países. Y además, cuánto de las reducciones
domésticas podrá ser cumplido por la vía de las
absorciones de los sumideros (bosques y
forestación) en esos países.
El otro gran tema que no tuvo avances fue la
cuantificación de los recursos que los países
industrializados deberán disponer para el
financiamiento de la adaptación y desarrollo de
los demás países. Al decir de mi amigo el
periodista, cuánto están dispuestos a gastar
para comprar la casa.
El marco legal
El romance con la nueva administración de
Estados Unidos duró poco. En junio cuando la
nueva delegación de Barack Obama llegó a
Bonn hubo grandes aplausos y recibimientos. El
hijo pródigo volvía al hogar. Pero cuatro meses
después Estados Unidos volvió a ser el
muchacho malo de la película como en la época de
G. W. Bush. Muestra de ello son los
varios premios “Fósil del Día” que se llevó esta
semana, un galardón que las ONGs entregan cada
día a la peor performance en las negociaciones
desde el punto de vista de los intereses del
clima. Particularmente causó mucho rechazo el
anuncio de la delegación estadounidense cuando
informó que el congreso retrasaría el
tratamiento de la ley sobre cambio climático,
una pieza clave para su política internacional
en la materia.
En la última reunión de Bangkok (28 de
septiembre al 9 de octubre) Estados Unidos
había introducido un nuevo enfoque para el
debate: No debía haber un protocolo con
compromisos solo para los países
industrializados y otro acuerdo aparte para los
países en desarrollo sino que todos los países
debían tener compromisos en un mismo nivel bajo
un mismo tratado. En esta reunión de Barcelona
la novedad la aportó la ministra danesa
Connie Hedegaard cuando anunció que el
objetivo era llegar en Copenhague a un acuerdo
“políticamente vinculante” sustituyendo el
compromiso adquirido por las Partes de alcanzar
un acuerdo “jurídicamente vinculante” es decir,
que obligue a su cumplimiento bajo un tratado
internacional. “¿Qué quiere decir políticamente
vinculante?” se preguntaban los delegados por lo
bajo. La intención de la ministra podía ser
bajarle las exigencias al acuerdo, pero también
podría leerse como un intento de bajar las
expectativas sobre a la COP 15, algo que ya
había hecho antes Yvo de Boer, secretario
de la Convención.
En cualquier caso, estas expresiones demuestran
cuán lejos están los negociadores de alcanzar un
acuerdo en torno a la arquitectura jurídica y
los alcances legales que tendrán los resultados
esperados de la COP 15.
Patear el tablero
Pero quizá la novedad más impactante de este
período de sesiones fue la actitud de África
cuando al inicio de la reunión planteó que no
continuaría las discusiones en los demás temas
hasta que no se terminara la discusión sobre
“las cifras”, es decir, los compromisos de
reducción de emisiones de los países
industrializados. Al día siguiente, luego de
varias horas de conversaciones, se logró un
acuerdo: se dedicaría el 60 por ciento del
tiempo a “cifras” y el 40 por ciento al resto de
los temas. Si bien en la práctica la movida del
Grupo Africano no logró lo que buscaba, sí sentó
un antecedente que debe poner en alerta a los
negociadores. La posibilidad de “patear el
tablero” es algo que siempre está latente para
muchos delegados aunque no se expresa con
frecuencia. La prioridad para todas las
delegaciones sigue siendo mantener abierto el
espacio de las negociaciones, pues es el único
camino posible para alcanzar una solución. Pero
la actitud africana está señalando que todo
tiene un límite y que puede haber llegado el
momento de jugar la última carta. En última
instancia de lo que se trata no es de “salvar
las negociaciones” sino “salvar el planeta”,
como recordó un activista presente en Barcelona.
¿Hasta dónde vale la pena mantener este proceso
de negociación si no hay resultados a la vista?
Para los países desarrollados el problema son
los costos económicos del futuro acuerdo, pero
para los países en desarrollo los problemas son
más acuciantes. El delegado de Leshoto hablando
en nombre de los países menos desarrollados lo
dijo claramente en el plenario de cierre: “algunos
de nosotros nunca llegaremos a ser economías
emergentes, seremos sumergentes” haciendo
alusión a las amenazas que se ciernen sobre
ellos por la elevación del nivel del mar.
A 30 días
Es muy difícil que en el poco tiempo que queda
se puedan alcanzar acuerdos en todos estos
temas. Pareciera haber dos escenarios posibles:
Uno –poco probable- es que, siguiendo el camino
mostrado por África, alguno de los grupos
de los países en desarrollo se levanten de la
mesa de negociaciones y aborten todo el proceso.
Otro
–más probable– es que se avance un poco en
Copenhague pero se postergue un acuerdo final
para una segunda fase de la COP 15 a realizarse
en junio de 2010
o incluso para la COP 16 de México en
diciembre de ese año. Como dijo la delegada
china en el cierre de la sesión:
no tenemos
esperanzas, pero siempre se puede esperar un
acto de magia que haga que el acuerdo finalmente
llegue. Esta discusión comenzó hace dos años, apenas quedan dos semanas de
reuniones para alcanzar un acuerdo y aún
seguimos discutiendo de canillas, colores y
postigos.