No hay conciencia
de las dificultades que enfrentan, señala grupo que defiende sus derechos.
Solicitan a los responsables de trazar políticas dar atención urgente a esa
situación.
El hielo se derrite en la
ciudad costera de Longyearbyen, en las islas Svalbard, en Noruega,
donde la gente se pregunta si las altas temperaturas son un preocupante
signo del calentamiento global.
Cuando se retiraron las
aguas que inundaron la costa de India, el año pasado, más de la mitad
de los cuerpos hallados eran de dalits,
o intocables. Las recientes sequías en Kenia han diezmado los rebaños
de los que los pastores dependen para sobrevivir. En la Noruega
ártica, los renos del pueblo sami mueren de hambre porque las lluvias menos
frías destruyen los pastizales.
En todo el mundo se siente
la realidad del peligroso cambio climático, pero éste golpea con mayor
fuerza a las personas menos equipadas para hacerle frente: las minorías
étnicas o religiosas y los pueblos indígenas. Desde América Latina
hasta Europa y Asia, las minorías han quedado atrapadas en
catástrofes producidas por el hombre, y en muchos casos el socorro les llega
al último, según un informe que será divulgado este martes por la
organización no gubernamental internacional
Grupo por los Derechos de las Minorías.
Los gases de efecto
invernadero que emiten las naciones industrializadas cambian profundamente
las pautas climáticas globales, con desastrosas consecuencias para los
países más pobres. Ya se lleva a cabo un esfuerzo importante en la ONU
para encontrar una vía para que las naciones más ricas y contaminantes
sufraguen la “protección climática” del mundo en desarrollo, pero crece la
preocupación de que los grupos que viven en los márgenes de esas sociedades
no serán protegidos.
El informe señala que la
supervivencia misma de las comunidades frágiles está en riesgo si los
responsables de trazar políticas no dedican atención urgente a su situación.
“El cambio climático se ha colocado en el primer lugar de la agenda
internacional, pero en todos los niveles de gobierno, sea nacional o local,
a menudo no hay conciencia de las dificultades que enfrentan las minorías”,
señala Ishbel Matheson, que está entre los autores del informe.
Para complicar las cosas,
las minorías han enfrentado discriminación en casos de desastre. Luego de
las inundaciones en Bihar Dalit, las comunidades descubrieron que la
ayuda tardaba más en llegarles y que se les sujetaba a “flagrante”
discriminación.
La moda actual
de los biocombustibles surge del supuesto triunfo de la
industria del etanol en América Latina, pero debajo de este
éxito se encuentra una historia de expulsiones forzadas, despojo
de tierras y ataques a grupos indígenas en Colombia, Brasil y
Argentina para dejar lugar a las plantaciones de biocombustibles |
El cambio climático también
arruina la confianza que las comunidades tradicionales tienen en la tierra.
David Pulkol, vocero de la comunidad karamajong de Uganda,
comenta: “En nuestra comunidad, los mayores interpretan ciertos signos de
la naturaleza para saber cuándo sembrar y cuándo comenzar la temporada de
caza. Pero con el cambio climático se vuelve imposible hacer tales
predicciones”.
Implicaciones para la
seguridad
La Unión Europea y la ONU han reconocido las implicaciones que tiene
para la seguridad el hecho de que las catástrofes del clima golpeen a los
países más pobres, pues eleva la probabilidad de guerras y migraciones en
masa. Achim Steiner, director del programa de la ONU para el
medio ambiente, ha vinculado el cambio climático al conflicto en Darfur,
y advierte: “Las sociedades no están preparadas para la magnitud y la
rapidez con que tendrán que decidir qué hacer con la gente”.
Si las emisiones de carbono se redujeran hoy
a la mitad, los efectos de alivio tardarían por lo menos 20 años en aparecer. A corto plazo estamos atrapados en el cambio global,
así que los esfuerzos de “protección climática” a las naciones proclives a
recibir el mayor daño son una de las mayores tareas que enfrenta la
comunidad internacional. En las conversaciones de la ONU sobre el
clima realizadas en diciembre pasado en Bali, 190 naciones firmaron
un mapa de ruta para llegar a un acuerdo global vinculante que impida un
desastre climático. Ese mapa de ruta contiene compromisos de destinar
cuantiosos fondos para ayudar a países pobres a adaptarse a los cambios que
se les vienen encima, pero algunos intentos de poner coto a la economía del
carbono crean tantos problemas como los que alivian.
Por ejemplo, la moda actual
de los biocombustibles surge del supuesto triunfo de la industria del etanol
en América Latina, pero debajo de este éxito se encuentra una
historia de expulsiones forzadas, despojo de tierras y ataques a grupos
indígenas en Colombia, Brasil y Argentina para dejar
lugar a las plantaciones de biocombustibles.
Daniel Howden
Tomado de La Jornada
12 de marzo de 2008
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