Blanquear
nubes, fertilizar el océano, tapar el sol,
inyectar nanopartículas de azufre en la
estratosfera, abrillantar los mares, "sembrar"
miles de árboles artificiales, plantar millones
de árboles para quemar como carbón y enterrarlos
como "biochar", invadir las tierras con
mega-plantaciones de transgénicos super
brillantes para reflejar los rayos solares...
Suena como lista de delirios, pero son algunas
de las propuestas "serias" de los que propugnan
la geoingeniería como solución a la crisis
climática.
La geoingeniería se refiere a la manipulación
intencional de grandes trozos del planeta para,
supuestamente, contrarrestar el cambio
climático. Hasta hace poco era considerada
ciencia ficción. Ahora, poderosos intereses
económicos y políticos, presionan por llevarla a
la práctica. En el último año, varias
instituciones científicas de renombre –como la
Sociedad Real del Reino Unido– se han prestado a
publicar informes sobre geoingeniería, con
escasa o nula participación de científicos
críticos, concluyendo que "se debe financiar con
recursos públicos la investigación y
experimentación de la geoingeniería".
Los científicos que promueven la geoingeniería,
alegan que como los políticos no se ponen de
acuerdo para enfrentar el cambio climático, hay
que tener preparado un "plan B". Reconocen que
implica enorme riesgos, pero según ellos, no hay
otra salida.
Después del fracaso de la cumbre del clima en
Copenhague, paradójicamente provocado por los
mismos gobiernos y empresas que causaron el
cambio climático, científicos provenientes de
esos mismos países convergen en decir que la
democracia no es útil para enfrentar las crisis.
Proclaman que ellos tendrán que salvar al
planeta y a la humanidad, aunque sea a la fuerza
y contra nuestra voluntad.
James Lovelock,
famoso científico preocupado por el ambiente,
declaró que "habrá que poner la democracia en
pausa" ( The Guardian, 29/3/10). Para él, la
única alternativa es manipular el clima con
geoingeniería. Lo mismo expresa el científico
canadiense David Keith, que en enero 2010
publicó en la revista Nature que urge "manejar
la radiación solar", inyectando nanopartículas
azufradas en la estratósfera, para que desvíen
los rayos del sol. Esto imitaría la nube que se
forma en una erupción volcánica, y quizá bajaría
la temperatura global (teóricamente lo que
sucedió con la erupción del volcán Pinatubo en
1991). Tendría muchos y gravísimos impactos y
efectos colaterales no deseados, sobre todo en
regiones al sur del mundo, muy lejos de los
países de Keith y Lovelock, pero
como aclara Keith "el manejo de la
radiación solar tiene tres características
esenciales: es rápida, barata e imperfecta".
Pese a eso, Keith aboga por experimentar
con geoingeniería en campo a la brevedad, sin
que haya intromisión de Naciones Unidas u otro
tipo de supervisión multilateral, que solamente
demorará lo que algunos científicos y unos
cuantos hombres ricos y empresas pueden hacer
sin que los molesten las instancias democráticas
internacionales.
A principios de mayo 2010 salió a luz el
proyecto de otros científicos, financiados con
dinero de Bill Gates, para experimentar
el "blanqueo de nubes", inyectando agua del mar
desde barcos no tripulados en una superficie de
10.000 kilómetros cuadrados de océano. (http://www.etcgroup.org/es/node/5138).
Argumentan que es "barato" y solamente un
experimento. Pero en rigor, la etapa
"experimental" no existe en geoingeniería. Para
tener algún efecto sobre clima debe ser a
mega-escala. Los que proponen blanquear las
nubes para aumentar el reflejo de la luz del
sol, reconocen que habría que cubrir cerca de la
mitad del Océano Pacífico con barcos que lancen
agua de mar a las nubes, para quizá tener algún
efecto sobre el clima.
No son sólo científicos los que proponen la
geoingeniería. Ellos proveen el discurso y las
"capacidades" a los más interesados: grandes
capitales y transnacionales, sobre todo empresas
que hasta ahora negaban el cambio climático
porque son los principales culpables (como
petroleras, de carbón, energía). Ahora ven en la
geoingeniería no como plan B, sino como plan A.
Para ellos y gobiernos como Estados Unidos
y Reino Unido, la geoingeniería es la
solución "perfecta" al cambio climático: no hay
que cambiar nada, se puede seguir contaminando y
emitiendo gases de efecto invernadero, porque
podrían enfriar el planeta permanentemente, lo
cual además les reportará lucros adicionales. El
discurso de que "todos" somos igualmente
responsables de las crisis climáticas y
ambientales y que la democracia no sirve, les
viene de perillas para tener aún más impunidad.
Ahora hasta parece que nos están salvando.
Frente a estas tropelías, se creó en el marco de
la reciente Cumbre de los Pueblos frente al
Cambio Climático en Cochabamba, la campaña "No
manipulen la tierra", que ya cuenta con la
adhesión de más de 100 organizaciones y grandes
redes internacionales de ambientalistas,
campesinos, indígenas y otras. La demanda
central es prohibir la geoingeniería y cambiar
las causas reales de la crisis climática.
Un primer logro a nivel internacional, es que un
cuerpo de asesoramiento científico técnico de
Naciones Unidas, acordó el 14 de mayo 2010, en
Nairobi, Kenya, recomendar al Convenio de
Diversidad Biológica establecer una moratoria
sobre la geoingeniería, por los impactos que
puede tener sobre la biodiversidad y las formas
de vida relacionadas a ella. Un primer paso de
una lucha que será dura, pero que cada vez
cuenta con una oposición mayor desde todos los
rincones del planeta.