La reunión que
comenzó el pasado 2 de noviembre en Barcelona
representa el ingreso en la fase final de la
negociación de los acuerdos de Copenhague. El
tiempo disponible es poco - apenas 5 días- y se
espera que los horarios de las reuniones
formales se extiendan hasta altas horas de la
noche.
La última reunión celebrada en Bangkok (28 de
septiembre a 9 de octubre pasados) aumentó dudas
respecto a las posibilidades de alcanzar un
acuerdo en Copenhague. Los países desarrollados
quieren terminar con el “enfoque de dos vías”
que ha venido rigiendo el camino de las
discusiones hasta ahora conocidos como el de
“cooperación a largo plazo” y el de “Protocolo
de Kioto”.
Este grupo de países prefiere un acuerdo único
que pueda incorporar a Estados Unidos
(que aún no ha ratificado el Protocolo de Kioto
y por lo tanto es difícil incluirlo en una
continuidad de este) y en el que todos los
países, incluso los países en desarrollo, asuman
compromisos de mitigación. Estos por su parte
intentarán mantener las dos vías de discusión
pues entienden que un acuerdo común que ponga en
un mismo nivel a países desarrollados y en
desarrollo va en contra del principio de
responsabilidades comunes pero diferenciadas que
establece la Convención. Pare ellos el objetivo
es lograr mayores compromisos de reducción de
emisiones por parte de los países desarrollados
y una amplia provisión de fondos para adaptación
y desarrollo.
La única noticia esperanzadora en Bangkok la
había dado Noruega cuando comunicó en el
plenario su decisión de reducir un 20 por ciento
sus emisiones para el año 2020. Sin embargo en
general el cuadro resultaba poco alentador: la
suma de los compromisos de reducción de los
países del Anexo 1 (industrializados) arrojaba
un promedio de entre 11 por ciento y 18 por
ciento cuando el mínimo exigible para evitar el
cambio climático peligroso es una reducción de
entre el 25 por ciento y el 40 por ciento.
Si bien se ha logrado reducir en algo el número
de opciones en debate en los diferentes temas el
paquete de desacuerdos sigue siendo voluminoso.
En alguno de ellos como tecnología, adaptación y
creación de capacidades se ha logrado algún
avance. Pero en mitigación y mecanismos
financieros la negociación está completamente
estancada.
Hace una semana el secretario general Ban Ki-moon
estableció sus cuatro puntos de referencia para
el éxito en las negociaciones en Copenahague en
un artículo publicado por The New York Times. En
primer lugar, que todos los países -
desarrollados y en desarrollo - deben hacer todo
lo posible para reducir drásticamente las
emisiones de todas las fuentes. Segundo, el
acuerdo debe fortalecer la capacidad de los
países para hacer frente a un clima que ya está
cambiando, afirmando que "el apoyo para la
adaptación no es sólo un imperativo ético, sino
que es una inversión inteligente en un mundo más
estable, seguro". En tercer lugar, cualquier
acuerdo debe ser respaldado por la financiación
para permitir que los países más pobres a la
transición a una economía baja en carbono. Por
último, el Secretario General recordó que las
naciones deben ponerse de acuerdo sobre una
estructura equitativa de la gobernanza mundial.
La participación
latinoamericana
América Latina
no ha estado unida ni mucho menos a lo largo de
todo el proceso de negociaciones internacionales
de cambio climático. Las necesidades y
características de cada país los posicionan de
distintas maneras en estos temas. Entre los
países latinoamericanos hay países exportadores
de petróleo, países con grandes bosques que
están siendo deforestados generando importantes
emisiones de dióxido de carbono, países
exportadores de materias primas agropecuarias
que es el sector de mayor nivel de emisiones en
la región, etc. Cada una de estas
particularidades genera oportunidades y desafíos
diferentes.
Durante la discusión del Protocolo de Kioto y
sus acuerdos posteriores (Marrakech) América
Latina tampoco había actuado unida. La
principal división parecía girar en torno a la
manera de incluir en los acuerdos la emisión y
captación de carbono del sector forestal y
bosques. En este proceso hacia Copenhague la
principal división parece ser política. Hay una
tendencia a que los países del ALBA y
“allegados” (Venezuela, Bolivia,
Nicaragua, Cuba, El Salvador,
Ecuador, Paraguay) adopten
posiciones comunes y en franca oposición a los
países desarrollados. Otro grupo de países
parece asumir posiciones menos confrontativas y
más proclives a buscar caminos de entendimiento
que incluyan soluciones aceptables para todas
las partes. En este grupo se incluyen
Argentina, Chile, Colombia,
Costa Rica, Perú y Uruguay.
En general hay acuerdo entre los países de
América Latina respecto a la necesidad de
ver avances en Barcelona respecto a los
compromisos de transferencia de recursos hacia
los países en desarrollo y mayores niveles de
reducción de emisiones por parte de los países
desarrollados. Pero en otros temas principales
no hay tanta unanimidad. Por ejemplo en asumir
alguna forma de compromisos de mitigación, en el
papel del mercado de carbono y del Mecanismo de
Desarrollo Limpio, en cómo integrar la
agricultura y la conservación de bosques en los
acuerdos, en el reconocimiento de la deuda
ecológica, etc. Es probable que en esta reunión
de Barcelona las diferencias entre los países
latinoamericanos tiendan a profundizarse. En la
medida en que las posiciones más extremas en la
Convención se sigan polarizando, las diferencias
entre los países de la región más proclives a la
negociación se irán distanciando de aquellos
otros más intransigentes.
De nunca acabar
Y este proceso tendrá aún más tiempo por delante
para desarrollarse. Ya se está hablando en
Barcelona de la posible “continuación” de la COP
15 (Copenhague) en algún momento durante 2010
pasando a una especie de cuarto intermedio al
finalizar la reunión de Copenhague. Esto no es
nuevo en la Convención de Cambio Climático. Una
situación similar se vivió en la COP 6 de la
Haya en el año 2000 que concluyó seis meses
después en Bonn en lo que se llamó en aquel
momento la “COP 6 bis”.
Al final de esta reunión en Barcelona el próximo
viernes podrá tenerse una idea más aproximada
acerca de la viabilidad de alcanzar algún
acuerdo en la COP 15 de Copenhague o aún en una
eventual COP 15 bis.