Comenzó el domingo
29 de marzo en Bonn, la reunión de los Grupos de
Trabajo de la Convención de Cambio Climático que
finalizará el próximo 8 de abril. Como fue
establecido en el Plan de Acción en 2007, estos
grupos tienen el mandato de avanzar en dos
cuestiones principales: la cooperación a largo plazo
y los nuevos compromisos de los países desarrollados
en el marco del Protocolo de Kyoto para reducir la
emisión de gases contaminantes.
Estados Unidos:
el hijo pródigo
regresó
El plenario se inauguró con algarabía ante la presencia -por
primera vez de manera oficial en la Convención- de
la nueva delegación de Estados Unidos. Esta
presencia fue notoria desde la particular bienvenida
que le dio el presidente de la Mesa, que motivó un
largo aplauso de los participantes, así como en la
atención -y nuevos aplausos- que provocaron las
palabras del jefe de la delegación, Todd Stern.
“Estoy encantado de estar aquí en Bonn hoy para esta
importante sesión. Como Enviado Especial del
Presidente para el Cambio Climático, quiero decir en
representación del Presidente Obama y todo su
equipo que estamos muy felices de estar de vuelta,
queremos recuperar el tiempo perdido y estamos
comprometidos con la urgencia de la tarea que
tenemos por delante” – dijo Stern.
Una clara demostración del cambio de rumbo de la política
exterior estadounidense en esta materia fue la
aseveración por parte de Stern de que no
había nadie en su equipo que dudara de la existencia
del cambio climático pues “la ciencia es clara y la
amenaza es real”. Una declaración impensable en los
ocho años anteriores.
No obstante, también dijo que “para tener éxito en detener el
cambio climático, debemos estar guiados por ambos,
ciencia y pragmatismo”. El pragmatismo según
Stern radica en no elaborar propuestas demasiado
descabelladas que luego no vayan a ser refrendadas
por los Congresos nacionales. Con esto el
representante estadounidense estaba trasladando al
Capitolio la responsabilidad por las eventuales
posiciones “conservadoras” que pudiera mantener en
las negociaciones.
Los parientes pobres
El lunes 30 de marzo las cosas cambiaron un poco. Uno de los
temas centrales que tiene la agenda del Grupo de
Trabajo sobre los nuevos compromisos de las partes
del Anexo 1 con arreglo al Protocolo de Kioto es el
análisis de las consecuencias económicas y sociales
en los países del Sur de las medidas tomadas por los
países industrializados, para combatir el cambio
climático.
Ese día se vivió un áspero debate entre el G77 + China
y la Unión Europea. En el marco de un taller
especial convocado por la Secretaría de este grupo
de trabajo con el fin de ayudar a avanzar en las
discusiones, varios países en vías de desarrollo que
son miembros de aquel conglomerado (como Arabia
Saudí, Argentina y el “grupo Africano”,
entre otros) cuestionaron duramente las políticas de
reducción de emisiones y protección ambiental de los
países desarrollados por los efectos que tienen en
sus economías. En este sentido fueron criticadas
varias de las políticas e instrumentos utilizados en
la Unión Europea: los impuestos a los
combustibles, la nueva política para la aviación
civil, el ecoetiquetado de productos, entre otros.
A juicio de los países del G77 + China, estas medidas
atentan contra las exportaciones de petróleo, que
son la base de los ingresos de muchos de estos
países, así como los productos agrícolas que no
pueden competir en los “mercados verdes” europeos.
Estas naciones también entienden que instrumentos
como la internalización de los costos ambientales de
la aviación comercial, aumentarían los costos de los
transportes aéreos, con la consecuente pérdida de
competitividad de las exportaciones y el turismo en
los países “del sur”.
Rusia
no desperdició la ocasión para dejar en claro que -a
pesar de ser un país del Anexo 1 con metas de
emisiones acordadas en Kioto- también es una
economía fuertemente dependiente de los ingresos
derivados de la exportación de petróleo y gas y su
particular situación también debía de ser
considerada.
Sin salida
Una vez más, el eterno conflicto de fondo (de “los fondos”)
oscurece el cielo de las negociaciones climáticas.
El objetivo de reducir las emisiones de gases de
efecto invernadero, sin afectar el desarrollo
sustentable de ninguno de los países del mundo, se
muestra otra vez inalcanzable.
Los países ricos bregan por tener bajos compromisos de
reducción de emisiones (con algunas excepciones,
particularmente la Unión Europea) y de
transferencias de fondos para adaptación y
tecnología. Entretanto, los países en vías de
desarrollo rechazan asumir alguna forma de
compromiso de reducción de emisiones y reclaman
compensaciones por los efectos comerciales adversos
que traerán aparejadas las medidas de
“descarbonización” en los países ricos y por los
efectos del cambio climático.
Desde la pasada Conferencia de Poznan, un reloj en el sitio
web de la Convención marca la cuenta regresiva hasta
Copenhague, en días, horas, minutos y segundos. El
mismo reloj fue instalado ante la mesa que preside
los Plenarios de esta reunión de Bonn. Hay algo de
trágico en aquella contramarcha del segundero que va
cayendo gota a gota, segundo a segundo, mientras los
largos discursos y reproches van llenando la sala
principal del Maritim Hotel.
Como en una tragedia griega, los sucesos parecen conducirse
regidos por un destino superior, que lleva a los
personajes a un fin trágico, que excede sus propias
voluntades. Y uno, como espectador cautivo, solo le
queda ver a aquellos protagonistas dirigirse
directamente y sin posibilidad de escape, al único
final posible.
Gerardo Honty *
Agencia Latinoamericana de Información – ALAI
3
de abril de 2009
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