El gobernador de la provincia argentina de Entre Ríos, Jorge
Busti, anunció que a mediados de mes viajará a Washington
para denunciar al Estado uruguayo ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por permitir la
instalación de dos grandes plantas de celulosa en la costa
enfrentada a su territorio.
Busti dijo que la presentación “surge de nuestra condición de
damnificados y en representación de unos 300.000
entrerrianos que resultarán perjudicados si ello se
concreta” e informó que hará también una petición de medidas
cautelares ante el ombudsman en Derechos Humanos y
Ambientales del Banco Mundial.
La decisión de Busti cuenta con el aval del presidente Néstor
Kirchner, quien recibió una semana antes en la sede del
gobierno federal a una delegación de la Asamblea Ciudadana
Ambiental de Gualeguaychú y autoridades de la Provincia de
Entre Ríos, en un gesto de apoyo a la movilización contra
las plantas de celulosa.
“[El presidente] fue muy contundente en sus instrucciones al
Canciller [Rafael Bielsa] para utilizar todos los medios
jurídicos y constitucionales para frenar la construcción de
las plantas”, comentó a la salida de la Casa Rosada, el coordinador del Foro Ecologista de Paraná, una de
las organizaciones presentes.
Y al día siguiente, en un acto político en la ciudad de
Concordia, Kirchner volvió sobre el tema de las plantas de
celulosa. “No tengo dudas que así como con los hielos
continentales estuve donde tenía que estar, con las
papeleras voy a estar en el lugar donde tenga que estar”,
dijo el primer mandatario argentino.
Las denuncias ante la CIDH y el Banco Mundial no son las
únicas acciones litigiosas previstas, ya que también se
planea una presentación ante la Corte Internacional de
Justicia, con sede en La Haya, para lo cual se ha
constituido un equipo técnico en la Facultad de Derecho de
la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Duelo verbal indirecto
Mientras tanto, Bielsa y Gargano tuvieron una nueva
oportunidad de encuentro en la Reunión Extraordinaria de
Cancilleres del Grupo Río, realizada en Bariloche a fines de
agosto, pero sólo sirvió para que continuara el duelo verbal
indirecto que vienen manteniendo ambos, en donde reafirman
las posiciones respectivas.
Hablando frente a los periodistas, sin haber tratado
nuevamente el tema, Gargano dijo que la concreción del
proyecto “no tiene marcha atrás porque es una decisión
soberana”(sic) de su gobierno y Bielsa le respondió que, si
las plantas que pretende poner en marcha Uruguay contaminan,
“no se van a construir”(sic).
El gobierno argentino había solicitado formalmente a su par
uruguayo la suspensión de las obras iniciadas hace dos meses
en los terrenos de las empresas Botnia y Ence hasta tanto
una comisión binacional se expidiera sobre los posibles
impactos ambientales de la operación de las plantas de
celulosa proyectadas.
En respuesta, los representantes oficiales uruguayos
reafirmaron una y otra vez la decisión de autorizar las
obras. La única concesión de Montevideo fue aceptar el
funcionamiento de una comisión con delegados de ambos
gobiernos, que ya tuvo algunas reuniones, pero sólo con
fines de intercambio de información.
También fue una concesión de Buenos Aires, que obligó al
canciller Bielsa a viajar inmediatamente hacia la ciudad de
Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos, a dar
explicaciones ante la Asamblea Ciudadana Ambiental y las
autoridades locales sobre la táctica y la estrategia del
gobierno nacional en este proceso.
Todo indica que los gobiernos de Néstor Kirchner y Tabaré
Vázquez quisieran evitar la confrontación, si esto fuera
posible. Del lado uruguayo se viene apostando a una salida
que permita proseguir los proyectos, especulando con un
afloje al término de la campaña electoral y el peso de
intereses similares del lado argentino.
Un convidado de piedra
El ex-presidente argentino Eduardo Duhalde, rival político de
Kirchner dentro del peronismo, abonó esa expectativa al
decir a la prensa uruguaya que las posturas oficiales "No
pasan de ser una serie de declaraciones mediáticas, en el
marco de una campaña electoral que se vive en mi país... y
eso no debería pasar".
Casi simultáneamente, el presidente de la Asociación de
Fabricantes de Celulosa y Papel (AFCP) de Argentina, Rafael
Gaviola, calificó de "confuso" el diferendo con Uruguay y
dijo que "no hay porqué rechazar las papeleras de este país,
ya que el gobierno de Tabaré Vázquez aprobó estudios de
impacto ambiental".
Pero han aparecido nuevos actores sociales, que no están
dispuestos a delegar tales decisiones. La población de Entre
Ríos luchó, en el apogeo del menemismo, contra la
construcción de la represa del Paraná Medio y logró, además
de anular la obra, una ley que declara a la provincia "libre
de represas hidroeléctricas".
El coordinador del Foro Ecologista de Paraná explica que este movimiento no tuvo, en su
proceso de construcción social, influencia de grupos
partidarios y advierte que es la primera vez que la casi
unanimidad de partidos políticos de la provincia se oponen a
la construcción de megaproyectos de estas características en
solicitadas conjuntas: "Apostamos a que la única y más fantástica
manera de debatir sobre lo que queremos para nuestros
territorios y sus ecosistemas es con las mayorías, con las
mayorías organizadas en la fortaleza de su diversidad y sus saberes, con los saberes populares y académicos integrados y
fortalecidos".
Enlazado a ambos lados del río por la Red de Organizaciones
Socioambientales de Entre Ríos y Organizaciones Ecologistas
del Uruguay, este movimiento resulta ser el "convidado de
piedra" en esta situación. Parece difícil que la suerte de
esas plantas pueda sellarse –incluso en tribunales
internacionales– sin su participación.
Víctor
L. Bacchetta
©Rel-UITA
7 de
setiembre de 2005