“La forestación genera empleo”
Un
mito que se derrumba
Pese a las promesas muchas veces repetidas de
empresarios y autoridades de que la multimillonaria inversión del gigante
finlandés de la celulosa Botnia crearía numerosos empleos y prosperidad para la
población local, los números indican todo lo contrario.
Un informe del Instituto Nacional de Estadística (INE)
divulgado a fines de febrero señala que Río Negro, el departamento sobre el
litoral del río Uruguay donde está instalada la planta de la firma europea, es
el que registra el mayor nivel de desempleo en el país. Los desocupados
representan allí el 12,1 por ciento de los activos, cuando la media nacional no
llega al 7.
Desde que se conocieron esos datos, el intendente (alcalde) de Río Negro,
Omar Laffluf,
no ha dejado de recorrer los medios de prensa locales y nacionales poniendo en
duda la seriedad de la investigación.
Laffluf
llegó a convocar a los autores y directores del informe del
INE
a que vayan a Río Negro a explicar “cómo llegaron a estos resultados cuando
en el departamento no cesan de crearse empresas”.
Pero lo cierto es que los investigadores ratificaron esos números y señalaron
que en Fray Bentos, la capital de Río Negro, que pasó por un fugaz momento de
prosperidad durante el tiempo que duraron los trabajos de construcción de la
planta de
Botnia,
ahora se destruyen más empleos que los que se crean.
La firma finlandesa no ocupa actualmente más de 500 personas,
entre empleos directos e indirectos, diez veces menos que dos años atrás, cuando
las chimeneas de Botnia todavía no echaban humo y en Río Negro todo era
esperanza y optimismo.
En aquella época se hablaba del “boom” de Río Negro y en Fray
Bentos se instalaban empresas de lo más variadas para atender a quienes
llegaban al departamento desde todos los rincones del país en busca de algún
trabajo, y también a los técnicos finlandeses y de otros países europeos
reclamantes de servicios que no existían hasta entonces. Desde supermercados a
bares, desde tiendas de los más diversos rubros a prostíbulos, Fray Bentos se
llenó de comercios y de gente.
Por un momento que duró lo que un lirio parecieron ser reales
las afirmaciones de quienes decían que Botnia traería consigo
crecimiento, empleo y prosperidad para los rionegrinos.
Hoy queda muy poco de todo aquello. Ni siquiera son
uruguayos, y menos aun rionegrinos, la mayoría de los empleados directos de
Botnia. Sobre la ciudad, y el conjunto del departamento, planea además el
“fantasma del Anglo”, un frigorífico a cuyo influjo creció toda esa región
durante décadas. Cuando el Anglo cerró, Fray Bentos comenzó a vegetar: todo allí
dependía del frigorífico.
La “botniodependencia”
puede encerrar el mismo peligro.
“Río Negro constituye un
caso emblemático de la mentira del modelo forestal celulósico: con una enorme
masa forestal y una fábrica de celulosa de última generación, es el departamento
que registra el mayor nivel de desempleo del país”,
subrayan organizaciones sociales, ambientales y productores rurales uruguayos en
una declaración conjunta en la que cuestionan el “modelo forestal
agroindustrial” del cual Botnia aparece como una punta de lanza
simbólica.
Ese modelo, dicen, acumula
impactos socioambientales negativos.
Entre los más graves,
mencionan la concentración y la extranjerización de la tierra (Botnia, y otras
dos empresas forestales trasnacionales, Ence y Weyerhaeuser, son propietarias de
“al menos 520.000 hectáreas de tierras”), la expulsión de los pequeños y
medianos productores rurales y la pérdida de fuentes de agua.
“Existe profusa
documentación de los impactos de las plantaciones forestales sobre el agua, el
suelo, la vegetación, la fauna, la familia rural y el empleo”, recuerdan las
organizaciones sociales y productores.
Destacan por otra parte que
la expansión de la forestación adquiere una gravedad especial en un contexto
como el actual, en el que Uruguay no ha superado aún una de las mayores
sequías de su historia reciente.
“Considerando
que se ha ingresado en un proceso de cambio climático donde la sequía pasa a
formar parte de la dinámica ambiental de la región”, observa la declaración, “la
forestación agudiza la vulnerabilidad a la misma afectando los pozos comunes,
artesianos y otras fuentes de agua que son alimentadas por las capas freáticas,
y compromete la continuidad de los cursos de ríos, arroyos y cañadas. Como
consecuencia inmediata, impacta negativamente en la población y la producción
rural”.
Sectores como la lechería,
que se distinguen de la forestación entre otras cosas porque generan un nivel de
empleo diez veces superior, se ven particularmente dañados por esos fenómenos.
“Las empresas forestales
-concluyen los firmantes- ponen en jaque la posibilidad de alcanzar un
Uruguay productivo con justicia social, donde la tierra y el agua sean
elementos centrales de la soberanía territorial y alimentaria”. “Bajo la lógica
de la máxima ganancia, cada hectárea de tierra y cada arroyo que pasa a manos de
las forestales va en detrimento de nuestra soberanía alimentaria”, dicen,
haciendo un llamado a una moratoria inmediata de la forestación y a la revisión
del modelo de desarrollo imperante.