-A diferencia
de los periodistas, legisladores y autoridades ambientales
uruguayas que fueron a España y a Finlandia invitados por la
española ENCE y la finlandesa Botnia a visitar sus plantas
de producción de celulosa, usted viajó recientemente en
forma independiente con este propósito a Finlandia.
-La mayoría de quienes viajaron invitados por las empresas
volvieron con una visión positiva porque se les mostró una
determinada realidad. En mi caso fui invitado por la
Asociación Finlandesa para la Conservación de la Naturaleza.
No me interesaba visitar las plantas porque ya estuve en
muchas, sé cómo funcionan, y además en todas ellas los
gerentes dicen cuán perfectos son los sistemas de efluentes
y demás. Estaba buscando saber lo que dicen en este tema
otros actores.
-¿Cuáles serían
esos otros actores?
-Me interesaba tener la oportunidad de hablar con la gente
local, de la zona del lago Saimaa, donde se ubican dos
plantas del grupo económico de Botnia y otra del Estado.
También hablé con quienes están haciendo el monitoreo de las
emisiones de las empresas, y con los sindicatos, dado que en
el momento en que fui había un conflicto, un lock-out
patronal por lo cual las plantas no estaban funcionando.
-Usted volvió
con una impresión muy diferente a la de quienes viajaron
invitados por las empresas. ¿Por qué?
-En Uruguay Botnia dice “no se preocupen, nosotros somos los
líderes del mundo en esto, no va a haber ningún impacto
ambiental”. Además en la sociedad también está la idea de
que los finlandeses son los número uno en la materia. Pero
hasta mediados de los noventa la industria celulosa
finlandesa destruyó el ambiente. Por eso toda la gente que
vivió esa situación durante décadas dice que la actual es
mucho mejor. Cuando les preguntaba por el olor -que Botnia
dice va a haber una o dos veces al año- respondían que éste
es permanente y una vez al mes es particularmente fuerte.
Muchas veces los habitantes locales no notan ese olor
constante, pero es el comentario general de los visitantes.
No hay que olvidar que esas plantas producen medio millón de
toneladas, mientras que Botnia pretende instalar una en
Uruguay que va a producir un millón, y la de ENCE medio
millón más. A su vez las tres plantas de celulosa en
Finlandia están en un radio de 40 quilómetros, mientras que
acá las dos plantas estarían una al lado de la otra: los
impactos que se dan en Finlandia en el entorno de cada una
de las plantas acá se verían triplicados por la proximidad
entre ellas. Con respecto al agua, las plantas finlandesas
vierten sus efluentes al lago Saimaa, un gran lago que tiene
corrientes de agua en distintas direcciones, y hay zonas que
están protegidas por un montón de accidentes geográficos, lo
cual no pasa en el río Uruguay, que va derechito para abajo.
Y además, gran parte del año ese lago está congelado,
entonces la contaminación va por abajo del hielo.
-¿Usted accedió
a información que indica que el olor tiene consecuencias que
van más allá de la simple molestia?
-En el Instituto estatal de Karelia del Sur sobre Alergia y
Ambiente me dieron una cantidad de estudios que demuestran
que las sustancias que provocan el olor eran precisamente
las responsables de frecuentes casos de asma y problemas
respiratorios. Si bien ahora la tecnología es más moderna,
los componentes químicos del olor siguen siendo los mismos,
con la diferencia de que antes se olían mucho más.
Las plantas de celulosa son cuestionadas porque emiten
dioxinas, sustancias muy potentes que provocan, entre otras
cosas, malformaciones y cáncer. En este aspecto fue que se
centraron las campañas contra las plantas de celulosa en
Estados Unidos, Canadá y Europa en la década del 80. Gracias
a la presión social las empresas dejaron de usar cloro
elemental, para empezar a blanquear con dióxido de cloro, el
que afirman no produce dioxinas. Las dos empresas que se van
a instalar acá van a usar esta tecnología, pero resulta muy
curioso que mientras ENCE dice que se va a generar un cierto
número de dioxinas, Botnia diga que no va haber nada de
esto. Alguien miente y se me ocurre que no es ENCE. En el
centro estatal de investigación finlandés, que estudia el
tema del aire, pregunté por las dioxinas y me contestaron
que nunca se monitorearon. La respuesta fue la misma en el
centro similar que estudia el tema del agua. Una prueba de
la contaminación es que debido al lock-out patronal todas
las plantas de celulosa del país estaban paradas, y dos
organizaciones hicieron una investigación que concluyó que
el cierre había provocado la mejora de la calidad del agua
del lago Saimaa.
-¿Cómo se
explica que ninguna de las personas que visitaron las
plantas en Finlandia haya entrado en contacto con esta
problemática?
-Si a mí me hubiera llevado Botnia no habría podido
contactarme con todas las personas con las que me reuní.
Creo que el problema arranca ahí. Hablar con la gente de la
zona te permite saber detalles clave. La empresa, por
ejemplo, hizo una visita a una playa cercana a la planta de
celulosa donde había mucha gente bañándose, y presentó eso
como prueba de que el agua no está contaminada. Pero cuando
fui a hablar con la gente de la zona me enteré de que esa es
la zona de baños y que los efluentes de la planta van en la
dirección contraria. Frente a la fábrica, a unos 4
quilómetros de distancia, hay una isla que unieron colocando
tierra con una carretera, lo que formó una represa que
impide que las aguas se mezclen.
-¿Botnia ha
protagonizado episodios de contaminación en Finlandia?
-La gente del lugar todavía está furiosa con Botnia por algo
que pasó en el verano de 2003. Para ellos el verano es
sagrado porque dura menos de un mes, y justo cuando
comenzaba hubo un accidente terrible en una de las plantas
que contaminó todo y mató la pesca. Y la gente sigue furiosa
principalmente porque el Estado no hizo absolutamente nada
al respecto. Entonces, si en la propia Finlandia, que se
supone es la número uno en materia ambiental, pasó algo así,
no hay que fantasear mucho para saber lo que va a suceder en
Uruguay.
-El pedido del gobierno argentino para que la Corporación
Financiera Internacional del Banco Mundial no concediera el
préstamo solicitado por Botnia generó que el gobierno
uruguayo suspendiera la reunión de la comisión
argentino-uruguaya encargada de analizar el tema de la
instalación de las plantas sobre el río Uruguay. ¿Qué
opinión le merece esta medida del gobierno uruguayo?
-El gobierno argentino tiene derecho a presionar para que no
se le dé el crédito a Botnia porque tiene representación en
la institución financiera. Frente a eso, el gobierno
uruguayo no debe hacer absolutamente nada. ¿Cómo puede ser
que el subsecretario de Medio Ambiente, Jaime Igorra, pida
que le den el crédito a la empresa? Me parece triste que el
gobierno uruguayo esté tomando partido así por una empresa,
cuando es ésta la que tiene que salir a defenderse. En este
tema lo que está en juego es qué tipo de país queremos. Los
uruguayos votamos por el cambio. No nos sirve un país que
esté dominado por monocultivos de árboles, de soja
transgénica, de arroz. Eso no es un tipo de desarrollo que
genere empleos. Hago mías las palabras de Eduardo Galeano
cuando habló en la plaza Libertad en una manifestación
organizada por Guayubira: no estamos contra el gobierno,
sino que queremos ayudar al gobierno a gobernar.
Virginia Matos
Convenio
Brecha/Rel-UITA
22 de Julio de
2005
Foto:
www.finlandia.org