Uruguay

 

Con María Selva Ortiz, de Redes-Amigos de la Tierra

“Nunca se debatió el modelo forestal de este gobierno”

 Los ambientalistas uruguayos no cortan puentes, como los entrerrianos, ni realizan acciones espectaculares, como los de Greenpeace. Pero siguen movilizados contra la construcción de las plantas de celulosa. BRECHA entrevistó a la socióloga María Selva Ortiz, coordinadora de campañas de Redes y representante de esta organización ante Guayubira.*

 

El debate sobre la cuestión ambiental fue desplazado de la atención pública por el conflicto político con Argentina, y el clima generado por este enfrentamiento ha ido restando a los ecologistas uruguayos tribunas donde expresar sus opiniones. En cambio, cuentan con el respaldo de organizaciones ambientalistas internacionales y, en especial, de las que tienen su sede en Europa –Finlandia y España, en primer término–, que han manifestado su rechazo a que empresas de esos países trasladen al Tercer Mundo sus plantas de celulosa, la etapa más contaminante del proceso de fabricación de papel.

 

Ortiz dijo a BRECHA que los ecologistas uruguayos han preferido abstenerse de participar en el debate binacional porque creen que la discusión fundamental es sobre el modelo de país que debe tener Uruguay. Les preocupa que no existan espacios para esa discusión y que el Frente Amplio, que mientras fue oposición se opuso al modelo forestal, una vez en el gobierno, en lugar de buscar alternativas, se inclinó por ese modelo impulsado en los últimos veinte años por los colorados y los blancos con el aval del FMI y el Banco Mundial (BM). Añadió que es en aplicación de ese modelo que las grandes empresas trasnacionales vienen a instalarse a Uruguay, en zonas francas, para explotar nuestro suelo, nuestra tierra, nuestra agua, nuestra gente. “Hacen aquí la parte más contaminante del proceso forestal, y el valor, que es la fabricación del papel, lo agregan en los países de origen. Vienen porque tenemos mucha agua, hay suelos baratos y los eucaliptos crecen más rápido que en el Norte y además son más altos. Pero para que suceda todo eso, el suelo se agota –después ya no sirve para nada– y el agua desaparece, no sólo de las tierras forestadas sino de sus inmediaciones. Vienen, además, porque acá se les permite instalarse en zonas francas, y no pagan impuestos. Los pagan recién en Finlandia y en España, cuando reciben la pasta de celulosa y la transforman en papel. No hay ninguna otra industria en Uruguay que tenga esos privilegios. Los ganaderos –grandes y chicos– pagan impuestos, los frigoríficos también, la exportación de carne ídem. En cambio, en la forestación no paga ni el productor individual ni la megaempresa, que ha concentrado la producción y extranjerizado la tierra. Se eliminaron los subsidios que hubo al principio, pero quedan los indirectos, no sólo porque no hay impuestos sino porque hay una enorme externalización de costos que absorbe el Estado, como el mantenimiento de las carreteras y del ferrocarril. En materia de empleo, es muy poco lo que aporta la forestación: 4,41 trabajadores cada mil hectáreas, contra 5,84 en la ganadería o 135 en la vitivinicultura.”

 

Según Ortiz, no es correcto alegar, en defensa de las plantas de celulosa, que utilizarán la misma tecnología que la Unión Europea aceptará a partir del año próximo. Hay una diferencia sustancial que tiene que ver con la dimensión de los emprendimientos: en Uruguay se construirán megaplantas que producirán, cada una, un millón de toneladas de celulosa por año. Pero en Europa no hay una sola planta de ese tamaño. A su vez se suele invocar el ejemplo de la planta de Stendhal, en Alemania, que utiliza también la tecnología libre de cloro elemental (ECF). Lo que no se dice, aseguró, es que esa planta puede emplear también la tecnología totalmente libre de cloro (TCF): usan una u otra según los requerimientos del momento y están preparados para la que sea más conveniente en el futuro. Porque otro aspecto que se suele omitir, agregó, es que Uruguay se está casando por 40 o 50 años con una tecnología que ya se sabe que va a contaminar. Además la planta de Stendhal produce 550 mil toneladas anuales de celulosa, poco más de la mitad de lo que producirá Botnia. “Tampoco se menciona que el costo de construcción fue un 30 por ciento más elevado que el de Botnia y eso se debe, entre otros factores, a que cuenta con un circuito cerrado de agua. Las autoridades aseguran que si hay contaminación las plantas serán clausuradas. ¿Pero qué garantías hay de que vayan a actuar de ese modo quienes estén al frente del ministerio o de la Dinama dentro de 20 o 30 años? ¿Cómo podemos estar seguros de que esas medidas se tomarán cuando una de las empresas ni siquiera aceptó detener la construcción durante un par de meses?”

 

La coordinadora de Redes añadió a su lista lo que considera otra falacia de los defensores del modelo forestal: algo hay que hacer con lo que ya se plantó. Usemos esa madera para paliar el déficit energético, propuso, y recordó que la madera ocupó, en la década del 80, el segundo lugar en nuestra matriz energética. “No es nada estrafalario pensar que pueda volver a usarse con ese fin.”

 

Ortiz señaló una particularidad del caso uruguayo. Recordó que tanto en Chile como en Brasil el modelo de producción de celulosa, que ahora se está implantando en Uruguay, se introdujo durante las dictaduras militares y que por eso la gente no tenía cómo protestar. En cambio en Uruguay todo ocurrió durante gobiernos democráticos. Hasta ahora se autorizó la construcción de las dos plantas de Fray Bentos, pero durante el gobierno anterior se anunció que podrían ser siete y hoy también se habla de ese número.

 

Ortiz dijo además que el hecho de que los ecologistas se hayan quedado sin ámbitos donde expresarse se debe, sobre todo, al clima creado a raíz del enfrentamiento con Argentina, que ha hecho que se los acuse de estar contra el progreso y aun contra la patria, de no preocuparse por la gente y el empleo, de defender únicamente los pajaritos y las ballenas blancas... La intención, sostuvo, parecería ser descalificar el trabajo de los ambientalistas, en lugar de responder a sus argumentos.

 

 

Guillermo Waksman

Convenio Brecha / Rel-UITA

27 de abril de 2006

 

* La Red de Ecología Social (Redes) es una organización uruguaya que integra Amigos de la Tierra, una federación internacional de grupos independientes con sede en 64 países. En Uruguay Redes forma parte de Guayubira, un grupo fundado en 1997 en defensa del monte indígena y contra los monocultivos forestales.


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