El Amazonas brasileño ha perdido sólo durante el
pasado año casi 24.000 kilómetros cuadrados de selva
tropical según los últimos datos del Instituto
Nacional de Estudios Espaciales del Brasil (INPE).
Esta cifra, recogida a través de las imágenes de
satélite capturadas por el INPE, supone un aumento de
un 40 por ciento de selva amazónica deforestada, un
área similar a la que ocupa un país del tamaño de
Haití. Entre los motivos de este proceso de
deforestación imparable destaca el apuntado en un
estudio reciente del Centro Internacional para la
Investigación Forestal (CIFOR): el aumento de las
exportaciones de carne brasileña al mercado europeo.
Pero, ¿por qué la demanda de carne brasileña conduce a
la deforestación del Amazonas? El estudio realizado
por el CIFOR señala que el crecimiento en los últimos
12 años del número de cabezas de ganado en el Amazonas
brasileño se ha multiplicado por dos. En otras
palabras, el 80 por ciento de las nuevas reses en
territorio brasileño desde 1990 eligen el Amazonas
como residencia. Y si el ganado pide paso, parece
claro que la mayor selva virgen del mundo cede terreno
a favor de miles de kilómetros de nuevos pastizales.
Es el mismo fenómeno descrito en los años 80 por el
famoso investigador ecologista, Norman Myers, para la
región de Centroamérica. El crecimiento de las
exportaciones de esta región hacia las cadenas de
comida rápida en Estados Unidos estaba acelerando el
proceso de deforestación de sus campos. Para definir
este fenómeno, Myers utilizó la frase 'La Conexión
Hamburguesa'. Entonces Brasil no formaba parte de esa
'conexión' por sus bajos índices de exportación vacuna
y su preferencia por el consumo interno.
Hoy, sin embargo, Brasil es el país con el mayor
número de cabezas de ganado del mundo y el líder de la
exportación mundial de carne de res. El estirón de
este mercado hacia el exterior ha sido espectacular en
los últimos años hasta alcanzar la cifra de 1.500
millones de dólares, tres veces el valor de 1995.
El porqué de este estirón lo explica el propio CIFOR:
en primer lugar, Brasil ha devaluado su moneda en
cuatro años de 1,2 reales/dólar a 3,6 reales/dólar.
Esto se traduce en una bajada del precio de la carne
en dólares (favorece su exportación) y una subida en
reales (favorece las ganancias del ganadero brasileño
y los incentivos para extenderse en nuevos
pastizales). En segundo lugar, Brasil no ha sufrido en
su ganado los estragos de la enfermedad de las vacas
locas, que ha limitado la exportación de competidores
como Argentina, o la gripe aviar asiática, que ha
favorecido el cambio del pollo a la ternera en el menú
internacional. Además y desde hace un año, se
multiplican los certificados que garantizan la venta
de carne no afectada por la fiebre aftosa. El estirón
de la carne brasileña se debe, en último lugar, a la
mejora de las redes de carretera y electricidad, y a
la inversión en la industria de procesamiento de la
carne.
'Conexión Hamburguesa' en los 80 o 'efecto
hamburguesa' hoy, como señala el director del CIFOR,
David Kaimovitz: "Los ganaderos están convirtiendo el
Amazonas en carne molida". Todo esto pasando por
encima de la región de selva tropical en territorio
brasileño: nueve estados, cinco millones de kilómetros
cuadrados (50 por ciento del país) y 20 millones de
habitantes. Pasando por encima del 'pulmón del mundo',
hogar del 30 por ciento de la vida animal y vegetal
del planeta, imprescindible para frenar el avance del
calentamiento global.
Y es que la deforestación está favoreciendo el cambio
climático. Precisamente las zonas verdes son las que
absorben mayor cantidad de dióxido de carbono, acusado
de ser el principal causante del efecto invernadero.
La cantidad de dióxido de carbono sigue siendo hoy la
misma. Lo que disminuye son las hectáreas verdes del
planeta. En este escenario sobreviven las plantas con
tendencia a crecer más rápido, a utilizar la mayor
cantidad de dióxido de carbono como fertilizante. Las
especies que crecen más despacio y que, generalmente,
necesitan absorber más dióxido de carbono desaparecen.
El resultado es evidente: más dióxido de carbono y
menos capacidad de absorción.
También la soja
Junto al uso del Amazonas como gigante pastizal de
ganado, las voces ecologistas han denunciado también
en numerosas ocasiones el cultivo de soja. Primero
porque las áreas dedicadas a este cultivo se han
multiplicado casi por 20; y segundo, por el origen
transgénico de la soja sembrada. Brasil es en la
actualidad el cuarto productor de soja transgénica del
mundo, y si la tendencia continúa, podría ser el
primero en pocos años, por delante de Estados Unidos.
A la soja transgénica se une además la compra-venta de
madera no certificada en el Amazonas (obtenida de
procesos de tala irregular de árboles) y la explosión
de las infraestructuras para reducir costes. Reduce
costes, sí, pero dobla la deforestación (el 75 por
ciento del área amazónica deforestadas se ubica en
franjas a 50 kilómetros a cada lado de las
carreteras).
Demasiadas enfermedades para el pulmón de la tierra
que, como prevé el estudio del CIFOR, podría
deforestar en año y medio un área adicional del tamaño
de Dinamarca. El primer parche lo intenta poner el
Gobierno de Luis Inàcio Lula da Silva con el Plan de
Acción para Prevención y Control de la Deforestación
en la Amazonia. Se trata de vigilar la ocupación
irregular de las tierras por los ganaderos, limitar el
exceso de infraestructuras que pueda provocar la
deforestación, proteger y registrar públicamente las
tierras más amenazadas por los pastizales y promover
incentivos a la conservación de las zonas verdes.
No hay recursos, debido a la austeridad con la que
está trabajando el Gobierno actual, y no hay apoyo
internacional. Así, el Plan queda cojo mientras el
Amazonas brasileño se queda mudo. Mudo porque le
empieza a faltar el aire para respirar. Primero a él y
luego será a nosotros.
Óscar
Gutiérrez
Agencia
de Información Solidaria
20 de
junio de 2004