La Tierra se agota
Consumida |
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En
pasado día 26 de noviembre, se celebró el Día sin
Compras. Promovido por diversos grupos sociales,
ecologistas y asociaciones de consumidores, esta fecha
se presenta como una cita internacional para
posicionarse en contra del consumo impulsivo que se
apodera de los países ricos y que constituye uno de
los ejes de la diferencia económica y social entre los
pueblos del planeta. |
Desde hace décadas, se ha instalado un patrón de
consumo desmedido entre los ciudadanos y ciudadanas de los
países económicamente desarrollados, que sirve de marcador
económico en las encuestas que definen el crecimiento
económico. Este modelo nos ha instalado en la cultura de
usar y tirar. La adquisición de bienes se hace a precios
ínfimos, lo que nos ha hecho perder el sentido y el valor de
los objetos.
Llegados a este punto, es importante resaltar el
consumo de recursos que supone producir un kilogramo de
carne, es decir, de proteína animal. Se estima que el 40%
del grano mundial se dedica a la alimentación de ganado; de
hecho, países como Holanda importan piensos que necesitan
2,5 veces su área total de terreno cultivable, en
definitiva, para producir un kilo de carne se requieren 5
kilos de grano y el equivalente energético de 9 litros de
gasolina, además de la erosión medioambiental (consumo de
agua, contaminación con plaguicidas, etc). Según el Consejo
para la Alimentación Mundial de las Naciones Unidas, “si se
dedicara a la alimentación humana entre el 10 y el 15% del
grano que se destina al ganado, bastaría para llevar las
raciones al nivel calórico adecuado”, erradicando así el
hambre.
De esta forma, se producen situaciones paradójicas en las
que los principales países productores y exportadores de
grano como Brasil y Argentina sufren elevadas cifras de
desnutrición infantil. Estos datos nos muestran como una
minoría de habitantes del planeta, explota los recursos
globales para consumir un tipo de proteínas, que además de
producir graves diferencias sociales, muertes por inanición
y deterioro medioambiental severo, producen peligrosas
consecuencias para la salud de los que las consumen.
La escalada tecnológica de la era postfordista, hace
necesario aumentar el ritmo de la maquinaria productiva, lo
que supone un gasto de energía y de recursos
extraordinarios, que sin duda hace insostenible este modelo.
Según el informe Bruntland (1986), “se necesitarían diez
planetas como este para que los países pobres pudieran
consumir tanto como consumen los países ricos”. Este dato
nos pone en antecedentes de las consecuencias que tiene a
escala mundial el consumo intensivo.
El aumento de consumo impone un aumento de gasto de
combustibles fósiles para mantener el ritmo de producción,
lo que se traduce en un aumento de las emisiones de CO2
y, por lo tanto, del efecto invernadero. Para que estos
procesos resulten rentables, a menudo se utilizan materias
primas que provienen de lugares alejados y se emplea a
trabajadores con bajos salarios o a niños en condiciones de
esclavitud. La consecuencia directa de que unos pocos
podamos disfrutar de cientos de bienes a bajos precios, pasa
por condenar a la pobreza a millones de seres humanos de los
países de la periferia.
En este marco surge el concepto de consumo responsable,
crítico, ético y sostenible, para dar una respuesta al ideal
que vende la publicidad y a las necesidades ficticias que
crea. Responsable porque nos hace tomar conciencia de dónde
y en qué condiciones de producción se generan los bienes de
consumo. Crítico y ético porque estamos obligados a exigir
que se haga en condiciones de igualdad social, respetando
las formas de producción de cada pueblo o colectivo y
pagando salarios dignos. Y sostenible porque tenemos el
deber de proteger nuestro medio ambiente, la biodiversidad y
los recursos naturales, porque ningún criterio de
rentabilidad económica puede poner en peligro aquello que la
naturaleza nos ha regalado con siglos de dedicación.
En definitiva, debemos tender a un modelo de
consumo que sea generalizable al conjunto del planeta y no
genere desigualdades, que tenga en cuenta los costes
medioambientales y sociales y sobre todo que no nos haga
prisioneros de nuestras miserias.
Sira Rego
Agencia de Información Solidaria
29 de noviembre de 2004