Para nadie es
noticia que el agro está viviendo una situación
desesperante debido a la grave sequía que afecta
al país.
Sin embargo, hay un elemento importante que está ausente en
la información que se brinda a la población: la
incidencia de la forestación en el agravamiento
de la sequía. Mientras desde el Estado se
responsabiliza -quizá con razón- a los
productores por no haber tomado las providencias
del caso frente al anunciado cambio climático,
nada se dice de la responsabilidad del Estado en
la promoción de la plantación de unas 800.000
hectáreas de árboles de rápido crecimiento
(eucaliptos y pinos), cuyo alto rendimiento se
basa en un enorme consumo de agua.
Se estima que un eucalipto consume por día unos 20 litros de
agua. Es decir, que si cada hectárea contiene en
promedio unos 1000 árboles, ello implica un
consumo diario de 20.000 litros, que traducidos
a metros cúbicos, significa 20m3 por hectárea y
por día. Multiplicando dicha cifra por 800.000
hectáreas, las plantaciones de todo el país
estarían consumiendo diariamente 16 millones de
metros cúbicos de agua.
Para poner dicha cifra en perspectiva, basta ver la siguiente
noticia, que informa que “Durante la jornada del
lunes 24 de noviembre se produjo un récord de
consumo de agua potable histórico para la OSE*,
teniendo en cuenta la demanda del mes de
noviembre. Fuentes del organismo afirmaron que
el consumo marcó una demanda de 603 mil metros
cúbicos de agua, considerada como un registro
histórico para la época del año” (La República,
26/11/08).
Si bien no son cifras comparables, lo anterior por lo menos
sirve para tener una idea acerca de la enorme
cantidad de agua que consume diariamente la
forestación.
Ese consumo se hace notar mucho más en medio de la sequía. En
los últimos días, el Consejero de Educación
Primaria Óscar Gómez afirmó que la
situación de abastecimiento de agua se agravó en
algunas escuelas rurales "porque la forestación
en torno a los predios escolares provocó una
disminución de la napa freática" y como
consecuencia una merma de agua en los pozos”. La
noticia agrega que “OSE y Primaria trabajan en
un proyecto para erradicar, en forma definitiva,
la falta de agua en estas escuelas y en los
poblados que las rodean”. Sin embargo, en vez de
erradicar el verdadero problema (la forestación
que hace disminuir la napa de agua), se piensa
invertir 5 millones de dólares para abastecer de
agua a las escuelas.
Debería llamar la atención la coincidencia entre las zonas
más forestadas y las más afectadas por la
sequía. Por ejemplo, se informa que “en las
zonas de influencia de Guichón, Quebracho y
Porvenir de Paysandú, al norte del país aumentó
la solicitud de agua para uso domiciliario y
animal desde hace dos meses por la sequía. Los
pozos no dan abasto por la baja de los
afluentes”. Se trata de zonas con grandes
extensiones forestadas. La ruta 90 que une a
Paysandú con Guichón está bordeada por grandes
plantaciones y entre las localidades más
afectadas en esa ruta “se destaca Pandule, con
unas 100 familias, además de otras 200 que
residen en el área”.
En julio de este año, dos integrantes del Grupo Guayubira
recogieron una serie de testimonios de impactos
de la forestación en Paysandú, entre los que se
contó el de un matrimonio (Ana María y Luis
Alberto), que habita sobre esa misma ruta 90. El
primer comentario que hicieron fue que “la
Cañada del Pajar está seca, porque mermaron las
vertientes” e informaron que el Arroyo San
Francisco, en el paso, también está seco; “si
llueve tiene agua durante un día o dos, pero
enseguida se seca”. Contaron que las lagunas de
3 o 4 metros de profundidad están secas,
señalando que “esto comenzó hace años con la
forestación y no es cosa de ahora por la seca”.
A esas se suman otras situaciones mucho más conocidas como
Cerro Alegre y Paraje Pence en Soriano, donde
desde el año 1998 los chacreros locales vienen
denunciando la falta de agua vinculada a la
forestación y donde año a año aumenta el número
de familias que deben ser abastecidas de agua
por camiones cisterna de la intendencia
departamental.
Quizá el caso más trágico sea el del antiguo poblado de Las
Flores, ubicado a 3 kms de Piedras Coloradas
(Paysandú) en una zona con unas 40.000 hectáreas
forestadas. Las plantaciones llegaron hasta 30
metros del poblado. El impacto comenzó a
percibirse entre el segundo y tercer año de
iniciada la forestación. Los pozos de hasta 22
metros se fueron secando y hoy existe un único
pozo con agua, de 55 metros de profundidad. La
gente tuvo que abandonar el poblado y de las 40
familias que vivían del cultivo de sandía, sidra
y maní, quedan en ese lugar sólo las taperas y
tres casas ocupadas. El antiguo poblado hoy se
llama “Pueblo Seco”.
¿Cuántas más situaciones como las descritas hacen falta para
que el Estado finalmente acepte que la
forestación está afectando los recursos hídricos
del país? Si ya se sabía desde el 2005, como lo
dijo recientemente Jorge Vázquez,
coordinador del Comité Nacional de Emergencias,
que “el país tendría déficit hídrico", ¿por qué
se permitió que se siguiera forestando en todo
el país? Es hora de que el Estado asuma su
propia responsabilidad en el agravamiento de la
sequía y que adopte medidas drásticas en el
sector forestal.
Tomado de
Grupo Guayubira
2 de diciembre de 2008