El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados
Unidos acaba de incluir al plomo en la lista de las 188
sustancias oficialmente reconocidas como causa previsible de
cáncer, el paso previo y último antes de ingresar en otra
lista, la de las 58 sustancias consideradas como
“cancerígenas”. Año tras año se agregan los resultados de
nuevas investigaciones, aportando un conocimiento cada vez
más profundo y detallado, que confirman las tendencias
anunciadas por los primeros estudios que desde la década del
70 anunciaban la gravedad de la contaminación masiva de los
niños con plomo en ese país.
Varios de estos trabajos tienen importancia, sobre todo los
que se refieren a comportamiento, capacidad intelectual,
efectos neuropsicológicos y neuropsiquiátricos, cáncer,
alteraciones hormonales, entre otros. En este sentido, el
informe publicado* por el equipo liderado por el doctor
Richard Canfield, de la Universidad Cornell (Nueva York), es
quizás el que debería ser analizado con mayor urgencia en
Uruguay.
Cuanto menos,
peor
La investigación partió de la constatación de que mientras
se conocen las dramáticas consecuencias sobre el cociente
intelectual de los niños con más plomo en sangre que los
diez microgramos por decilitro admitidos como máximo por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centers for
Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos, poco
y nada se sabía sobre los efectos de esta sustancia en el
funcionamiento neurológico y comportamental de los niños con
un nivel inferior de plomo.
El equipo midió las concentraciones de plomo en sangre a 172
niños nacidos entre julio de 1994 y enero de 1995. La
medición se realizó a los 6, 12, 18, 24, 36, 48 y 60 meses
de edad, y se les efectuó un test de inteligencia** entre
los 3 y 5 años de edad. “La relación entre el cociente
intelectual (CI) y la concentración de plomo en sangre se
estimó usando modelos lineales y no lineales, con ajustes
según el CI de la madre, calidad del entorno hogareño y
otros elementos potencialmente influyentes en los
resultados”, expresa el informe realizado por los
científicos.
Los resultados obtenidos confirman que la concentración de
plomo en sangre está inversa y significativamente asociada
con el CI: existe una disminución promedio en el CI de 4,6
puntos cada diez microgramos por decilitro de sangre, pero
lo novedoso surgió al limitarse el análisis al segmento que
va de uno a diez microgramos, allí el promedio de pérdida de
CI llegó a 7,6 puntos.
Según el equipo de Canfield, estos hallazgos son
consistentes con otras investigaciones previas que apuntaban
a la misma conclusión: proporcionalmente, el plomo tiene
mayor efecto negativo sobre el sistema nervioso central y el
desarrollo intelectual de los niños con niveles considerados
crónicos que con niveles agudos.
Estos resultados ponen en tela de juicio los criterios
utilizados hasta ahora tanto por la OMS como por el CDC,
según los cuales el organismo humano acepta sin riesgos
hasta diez microgramos de plomo por decilitro de sangre.
En Uruguay aún rige la decisión del “equipo de Touyá” según
la cual sólo reciben atención médica los niños con más de 20
microgramos por decilitro. En realidad, todos los resultados
de las más recientes investigaciones científicas sobre
contaminación con plomo indican que cualquier cantidad de
este metal en el organismo, por pequeña que sea, implica un
riesgo grave para la salud.
Criminalidad
química
Además de esta investigación, continúan publicándose
numerosos trabajos que intentan establecer una relación
entre el plomo y, por ejemplo, síntomas psiquiátricos como
ansiedad fóbica, depresión, ansiedad en personas de mediana
edad; o que sugieren que los daños provocados por el plomo
en el cerebro pueden no ser completamente reversibles, aun
cuando el plomo es eliminado por completo del organismo.
Varios estudios incluso apuntalan definitivamente la
asociación entre contaminación con plomo y desórdenes de
conducta, impulsividad y tendencias a la violencia criminal
en jóvenes.
El especialista Herbert Needleman fue el primer científico
que en la década del 70 señaló los efectos del plomo sobre
la capacidad intelectual, cuando demostró que los bajos
resultados en las mediciones de CI en niños estaban
asociados a presencia de plomo en niveles considerados no
tóxicos. A partir de entonces el gobierno de Estados Unidos
tomó varias medidas, reduciendo la exposición de los niños
al plomo. En la actualidad Needleman afirma que “el cerebro,
particularmente los lóbulos frontales, son muy importantes
en la regulación del comportamiento. La exposición al plomo
en dosis menores a las que normalmente son consideradas para
proporcionar atención médica a los niños, está asociada con
excesos de agresividad, disturbios de la atención y
delincuencia. Una estrategia adecuada para reducir la
criminalidad sería eliminar el plomo del ambiente infantil”.
Cocina casera
Luego de las primeras denuncias en Uruguay sobre
contaminación con plomo a principios de 2001, se ha avanzado
en varios aspectos: fue aprobada una ley específica y otras
dos esperan su turno en el Parlamento, se eliminó el
tetraetilo de plomo de las naftas, se realojó a algunas
decenas de familias que vivían sobre terrenos contaminados,
se creó la Policlínica Infantil de Contaminantes Químicos
Ambientales en el ámbito del hospital Pereira Rossell, se
hicieron miles de plombemias a niños menores de 14 años y
mujeres embarazadas y se efectuaron centenares de mediciones
de suelo. La situación ya no es la misma, pero de todas
formas no es suficiente, porque en las versiones oficiales
tanto de la Intendencia de Montevideo (véase la Agenda
Ambiental 2005) como en algunos estamentos del Ministerio de
Salud Pública (MSP) se sigue asociando la contaminación con
plomo exclusivamente a la pobreza. Si bien sería
extemporáneo reclamarles responsabilidad sobre esto a las
actuales autoridades del MSP que acaban de asumir, ocurre
todo lo contrario con las de la IMM, que conocen el tema a
fondo desde hace años.
Muchas de las cosas que se han hecho no tienen efecto para
cambiar la realidad, porque, por ejemplo, la “policlínica
del plomo” del Pereira –como todos la llaman– no tiene
personal ni infraestructura suficientes, porque lo poco que
tenía se le va quitando, porque las jerarquías
inmediatamente superiores no consideran que la contaminación
con plomo sea un problema grave de salud. La política de
restringir los gastos al máximo, en este caso, lleva a
verdaderas omisiones de asistencia, como es el caso de los
jóvenes de 14 años que deben ser dados de alta de la
policlínica por razones de edad, aunque tengan 30
microgramos o más de plomo por decilitro de sangre.
Se sabe que el plomo proveniente de las naftas permanecerá
durante muchos años en el ambiente, hasta que se disperse,
pero basta recorrer Montevideo para ver que numerosas
fundiciones continúan trabajando en condiciones riesgosas,
incluyendo, por ejemplo, la alemana Gerdau-Laisa, ubicada en
Manga, a escasos cien metros de una escuela pública que
recibe casi diariamente las emanaciones de la planta. Los
cursos de agua siguen siendo contaminados prácticamente sin
ningún control. La población de riesgo ubicada junto a
avenidas y rutas no ha sido estudiada. No se ha hecho una
campaña de difusión del problema a escala nacional, capaz de
aportar elementos a la ciudadanía para que pueda protegerse
de las posibles fuentes de contaminación. El interior del
país permanece casi virgen en este tema.
Ya hay elementos inequívocos desde el punto de vista
científico indicando la relación entre la contaminación con
plomo en cualquier estamento social y económico y sus
efectos adversos: pérdida de CI, disturbios de la atención,
bajo rendimiento escolar, agresividad, impulsividad,
comportamientos delictivos, depresión, entre otros. La
pobreza actúa como un amplificador de estas consecuencias,
como las de cualquier otra agresión a la salud; la pobreza
agrava los casos, pero no los provoca. Tal vez éste sea el
tiempo de derrotar los prejuicios, y tomando en cuenta la
información científica disponible, la poca pero excelente
capacidad instalada, tanto intelectual como profesional, y
articulando las posibilidades de las instituciones oficiales
con la participación activa de las organizaciones sociales
de base se pueda alcanzar un objetivo mínimo, pero de
importancia vital para los actuales niños uruguayos: empezar
a diseñar un plan de acción que, sin prisa pero sin pausa,
comience por efectuar un estudio epidemiológico a escala
nacional sobre la población de riesgo. Esto permitiría tener
una idea clara de cuál es la situación general y ordenar las
acciones posteriores en consecuencia.
Lo demás viene después.
Carlos Amorín
Brecha
9 de mayo de 2005
* "Intellectual impairment in children with
blood lead concentrations below 10 microgramos per
deciliter." The New England Journal of Medicine, volumen
348, número 16.
** El sistema utilizado fue el Stanford-Binet Intelligence
Scale.