La coexistencia
de transgénicos y cultivos convencionales
amenaza la biodiversidad por los altos riesgos
de contaminación genética, y avala
definitivamente el ingreso al país de esas
variedades modificadas en beneficio de grandes
empresas del exterior, lo que aumenta la
extranjerización de la tierra y expulsa a los
pobladores del campo, advierten este miércoles
organizaciones ambientalistas y de productores
orgánicos.
Las medidas de bioseguridad no garantizan que no haya
contaminación genética (por el desplazamiento
del polen, por ejemplo) entre las variedades
transgénicas y las que no lo son, agregan. Este
posicionamiento surge luego que el gobierno
anunciara el lunes el fin de la moratoria a la
autorización de nuevos eventos transgénicos,
decretada en enero de 2007, y su política de
"coexistencia regulada en la utilización de
organismos genéticamente modificados".
La Asociación de Productores Orgánicos del Uruguay (APODU),
la Red de Acción en Plaguicidas y sus
Alternativas para América Latina (RAP-AL
Uruguay) y REDES-Amigos de la Tierra
Uruguay rechazan la decisión gubernamental de
establecer una política de coexistencia entre
transgénicos y cultivos convencionales y
orgánicos. Las tres organizaciones sociales
advierten que los transgénicos implican graves
riesgos de contaminación genética a otras
plantaciones, como ha ocurrido en Canadá,
México y varias partes del mundo. También
pueden contaminar especies vegetales como las
malezas, a las que convierte en "supermalezas"
de muy difícil erradicación, para lo cual luego
deben usarse potentes agroquímicos que afectan
el suelo, el agua y la salud humana.
Ambientalistas y productores argumentan además que el
gobierno resolvió a favor de la coexistencia sin
realizar una evaluación exhaustiva de los
impactos de los transgénicos en el país y sin
propiciar un debate nacional sobre el asunto,
con el cual se habían comprometido expresamente
y de forma escrita ante la demanda de las
organizaciones sociales.
Uruguay
tiene alrededor de 550.000 hectáreas con
organismos genéticamente modificados. Los transgénicos que se pueden producir y comercializar en el país hasta
ahora son la soja RR (perteneciente a la
transnacional
Monsanto),
el maíz Mon 810 (también de
Monsanto)
y el maíz Bt 11 (de la transnacional
Syngenta). Casi el 100 por ciento de la soja producida en Uruguay
es transgénica. Después de varios años de
impactos negativos de este cultivo, el gobierno
anuncia ahora algunas medidas respecto a la
degradación de los suelos. En tanto, las dos
variedades de maíz fueron prohibidas en varios
países de la Unión Europea por la
imposibilidad de garantizar su coexistencia con
cultivos convencionales y orgánicos sin que haya
contaminación.
APODU,
RAPAL y REDES señalan que
Monsanto y
Syngenta,
y varias empresas agroindustriales extranjeras,
son las principales beneficiarias de la política
de coexistencia del gobierno nacional y podrán
ser favorecidas con nuevas habilitaciones a
otras variedades modificadas genéticamente.
La producción transgénica y los monocultivos a gran escala,
sean transgénicos o no, están dominados a nivel
mundial por estas corporaciones transnacionales,
entre otras, que de esta forma amenazan a
pequeños productores, destruyen suelos y
biodiversidad, ponen en jaque la elaboración de
alimentos sanos y concentran las ganancias.
Productores y ambientalistas enfatizan que
eso está pasando con el desarrollo de la soja
transgénica en Uruguay, que afecta a la granja,
la lechería, la agricultura y la ganadería, lo
cual reconocen inclusive desde el gobierno.
APODU,
RAPAL y REDES reivindican la
soberanía alimentaria como el derecho de los
pueblos a fijar sus propias políticas de
producción, distribución y consumo de alimentos.
Esas políticas deben basarse en la pequeña
agricultura familiar, y en el impulso a la
agroecología y la producción orgánica, explican,
con vínculos más estrechos entre la ciudad y el
campo para asegurar mercados a los productores y
alimentos sanos y de calidad a la población. La
única alternativa para un Uruguay
productivo y natural es ir por la vía de los
cultivos no transgénicos, finalizan las
agrupaciones de productores y ambientalistas
uruguayos.