Brasil  
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¡VETÁ TODO DILMA!
¿Por qué Dilma debe vetar todo el Código Forestal?
 
La aprobación del nuevo Código Forestal Brasileño, que 
tuvo lugar la semana pasada, fue una verdadera afrenta 
al sentido común y la racionalidad. A pesar de varias 
advertencias de la comunidad científica acerca de los 
peligros de la aprobación de la nueva ley y de que sea 
innecesaria en cuando a la manutención de la 
productividad y la competitividad de la agricultura 
nacional, los parlamentarios decidieron aprobarla de 
todos modos, a fórceps, imponiendo la voluntad de sector 
rural sobre el deseo de la gran mayoría de la población.
 
Hay varias razones, jurídico, técnico y políticas, que 
podrían respaldar una eventual decisión de la presidente
Dilma Rousseff de vetar el autógrafo aprobado por 
los diputados.
 
En el aspecto jurídico, se puede levantar la 
incompatibilidad del texto aprobado en la Cámara con la 
inteligencia del art. 225 de la Constitución Federal, 
que elevó el medio ambiente a la tutela del derecho 
difuso, asegurando a todos el equilibrio ambiental 
necesario para una sana calidad de vida para las 
generaciones presentes y futuras. La Carta Magna 
brasileña le asigna la responsabilidad de la 
conservación del medio ambiente al gobierno y a toda la 
sociedad. En caso de que el nuevo Código sea sancionado, 
varias de las determinaciones constitucionales relativas 
al medio ambiente serán inviabilizadas, caracterizando 
por lo tanto la constitucionalidad de este nuevo 
ordenamiento.
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La Carta Magna brasileña le asigna la 
responsabilidad de la conservación del medio 
ambiente al gobierno y a toda la sociedad. En 
caso de que el nuevo código sea sancionado, 
varias de las determinaciones constitucionales 
relativas al medio ambiente serán inviabilizadas, 
caracterizando por lo tanto la 
constitucionalidad de este nuevo ordenamiento. |  | 
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Otro aspecto de carácter jurídico se vincula a un nuevo 
principio del derecho ambiental que empieza a tomar 
forma en la doctrina, que es el “principio del 
no-retroceso ambiental”. De acuerdo con este 
principio, el legislador no podría retroceder imponiendo 
parámetros de calidad ambiental inferiores a aquellos 
ampliamente establecidos. 
Sería la garantía de que no perderán derechos 
consolidados extremamente necesarios a la colectividad, 
como es el caso del derecho al equilibrio ecológico 
necesario para el sustento de la vida con calidad.
 
En cuanto a los aspectos técnicos, se torna desnecesario 
enumerarlos en esta oportunidad, ya que se debatieron 
ampliamente en diversos foros. Ya han sido objeto de 
otros artículos publicados en este espacio. Sobre ellos, 
conviene destacar el consenso académico acerca de la 
impropiedad de este nuevo código.
 
Las diversas manifestaciones de investigadores 
vinculados a instituciones de excelencia científica en 
las áreas ambientales y agrícolas fueron el sustento del 
movimiento ambientalista en la lucha emprendida a lo 
largo de toda la tramitación del código y siguen siendo 
la base de la argumentación a favor del veto 
presidencial.
Es en el ámbito político donde se abre una nueva 
trinchera para la lucha. Hasta el momento, en el proceso 
que se dio hacia la adopción del nuevo código, ha 
prevalecido la lógica de garantía de la sustentabilidad 
política del gobierno en el Congreso. Si bien el actual 
gobierno sigue una línea desarrollista, no se percibe un 
intenso deseo del Poder Ejecutivo en desmontar el código 
existente. Por el contrario, existe una clara 
preocupación por preservar la imagen de un gobierno que 
es una continuación del anterior, aunque sin mérito, 
conquistó para el país la imagen de líder ambiental 
global. Sin embargo, no fue la voluntad del Planalto que 
dio la tónica en la manera en cómo se llevaron a cabo 
las negociaciones. Lo que más tuvo peso fueron los 
intereses fisiológicos de segmentos dentro del 
parlamento. Diputados y senadores comprometidos con 
el ruralismo más atrasado empezaron a condicionar la 
aprobación de los proyectos más importantes y 
estratégicos para el país para satisfacer así sus 
demandas, derivadas de compromisos económicos que se 
oponen al interés público.
 
El gobierno ha cedido
más de lo que debería
 
Fue entrando en el juego, tratando de garantizar la 
gobernabilidad sin ensuciarse las manos. Quería hacer 
una tortilla sin romper los huevos. Cuando se dio 
cuenta, había ya perdido el control de la situación. El 
acuerdo que condujo a la aprobación del código en el 
Senado nunca ha habido un consenso entre ambientalistas 
y ruralistas según informaron.
 
El Ejecutivo creyó ingenuamente que podría estar de 
acuerdo con el texto altamente nocivo que salió de la 
primera votación en la Cámara de Diputados, creyendo que 
tendría una mayoría en el Senado para reformarlo. La 
reforma lograda fue casi nula.
 
Es un gran retroceso en relación con la legislación 
vigente, pero no lo suficiente para complacer a los 
ruralistas y sus despachantes disfrazados de mandatos 
legislativos. Tanto fue así que la Cámara tomó la 
decisión de empeorar el texto del Senado, retomando algo 
muy cerca de lo que había sido aprobado en la primera 
votación, el año pasado. El gobierno no aceptó. Puso 
a sus diputados en una situación inusual. Manifestándose 
sobre en un texto muy similar al que había sido enviado 
para su revisión en el Senado, los diputados fieles a la 
base de la Presidente tuvieron que votar de forma 
diferente a como habían votado la primera vez.
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El acuerdo que condujo a la aprobación del 
código en el Senado nunca ha habido un consenso 
entre ambientalistas y ruralistas según 
informaron. |  | 
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El PT, por ejemplo, partido de la presidente da 
República, votó de forma masiva contra los cambios en el 
texto del Senado, cuando la mitad de sus diputados había 
votado a favor de estos mismos dispositivos el año 
pasado. Fue derrotado principalmente por un partido, el
PMDB, que se dice aliado y que ocupa la 
Vicepresidencia de la República, pero que vive con la 
daga en el cuello de la presidente.
 
Dilma 
no tiene nada que perder. También ya se sabe que no 
sirve ofrecer cargos a los "aliados", ceder o negociar, 
porque ellos siempre van a querer más. La sed de poder 
no tiene fin. Sí existe el riesgo de que el veto sea 
derrumbado por el Congreso, lo cual no sería una derrota 
mayor que la que ya se dio. Por lo tanto, la presidente 
debe demostrar su fuerza, sostenida en sus altísimas 
tasas de aprobación por la población, para golpear este 
modo insano de hacer política. Hay que romper la columna 
vertebral del modelo de articulación con los partidos 
que pone a los “negociados” como prioridad en 
detrimento de las necesidades de la nación.
 
Es hora de denunciar ampliamente a través de los medios 
de comunicación la forma sucia en que el PMDB y 
otros partidos políticos de menor expresión, pero 
igualmente atrapados en el atolladero, hacen política. 
Para ello debemos movilizar a la sociedad en defensa de 
una política ética.
La discusión sobre el Código Forestal puede ser 
una oportunidad para empezar a hacerles frente. El 
veto no puede ser parcial, debe ser total. Debe ser 
total, en primer lugar por la impropiedad general de las 
alteraciones en pauta. Además, vetar cuestiones 
puntuales, significa seguir alimentando la máquina del 
fisiologismo partidario. Esto es lo que se espera, 
considerando la confianza de que los votos del PT 
por el rechazo al código, la semana pasada, sean una 
señal de arrepentimiento, de quien ha permitido dejar la 
situación llegar tan lejos.
 
Si este no es el camino elegido por la presidente, 
tendremos que llegar a la conclusión de que todo solo 
fue una escena teatral, con el fin de pintar al gobierno 
con un barniz ambiental, arrojando al Congreso la 
responsabilidad política, a cambio de servir a los 
intereses comunes, no del pueblo, sino de los poderes.