Nicaragua

 

La lucha por la tierra, el agua y la vida

“Seremos el primer desierto de Centroamérica”

La acción de empresas transnacionales como en este caso el Ingenio San Antonio -ya tristemente famoso por los daños causados en Chichigalpa a las miles de personas que han muerto y se han enfermado de Insuficiencia Renal Crónica (IRC)-, destruye  la relación entre la naturaleza y el ser humano. Algunos sectores de la comunidad indígena de Sitiaba, al occidente de Nicaragua, se han organizado para defender su territorio y, sobre todo, el acceso al agua, fuente vital para su supervivencia.

 

La comunidad indígena de Sutiaba se encuentra en el departamento de León, y abarca un territorio muy extenso que llega hasta el Océano Pacífico. Para las poblaciones antiguas y para sus descendientes, la tierra representa “la madre”, y su vientre es el origen de la vida, del entorno que permite la existencia del ser humano. La defensa del medio ambiente y de los recursos naturales representa para ellos la única posibilidad de supervivencia, en un mundo que ya no reconoce la importancia de un equilibrio armónico entre el ser humano y la naturaleza en su conjunto.

 

Pablo Centeno es el secretario del Comité “Sí a la Vida – No a la destrucción del medio ambiente”. SIREL conversó con él y con otros compañeros y compañeras que luchan para defender su derecho a una vida digna.

 

-¿Cómo nació el Comité y por qué?

-Nació en 2003 a raíz de la llegada de la caña de azúcar a nuestras comunidades que forman parte del territorio indígena de Sutiaba-León. Fue una idea propia de las comunidades al ver los efectos de la invasión de tierra por parte del Ingenio San Antonio, propiedad de la Famila Pellas, una de las más poderosas de Nicaragua y de Centroamérica, que ese año tomó posesión de la finca San José la Montaña donde vivían aproximadamente 250 personas.

 

Eran personas afectadas por el Huracán Mitch de 1998 y trasladadas a esta zona porque habían perdido todo. El Ingenio las desalojó por la fuerza. Llegaron los hombres de la empresa y frente a la resistencia de las personas que no tenían adónde ir, les lanzaron encima los tractores derrumbando sus casas. La gente tenía miedo y cedió porque sabía que se enfrentaba a un monstruo poderoso.

 

Claro que no tenían un titulo de propiedad, porque fueron colocados allí por la necesidad, y nunca se imaginaron que algún día los iban a desalojar de esta manera tan brutal. En toda esa zona ahora hay cañaverales. Al ver estas barbaridades y a tanta gente quedándose sin un lugar donde ir, la gente de Sutiaba se reunió en asamblea y decidió organizarse, eligiendo a sus representantes. En aquel tiempo existía el Comité “León por la Paz”, y fue la primera organización que respaldó esta lucha.

 

-¿Cuáles son sus objetivos y sus actividades?

-Nuestro objetivo es denunciar todo lo que está pasando, organizar a las comunidades  y luchar para que nos escuchen y paren las barbaridades que se están cometiendo. La población reaccionó bastante bien, aunque hay cierta parte que no entiende todavía lo que está pasando y lo peligroso que es para nuestro futuro.

 

Nos enfrentamos a un monstruo poderoso como es el Ingenio San Antonio y sabemos que está comprando voluntades y las conciencias de la gente que está en el campo. A veces es difícil motivarla, y por eso nos reunimos con las comunidades, llevamos actividades culturales sobre las problemáticas e intensificamos las actividades cuando vemos que hay necesidad de aumentar la presión.

 

Nuestro trabajo se está difundiendo. Otras comunidades se están sumando a nuestras iniciativas y nos están pidiendo apoyo para que sensibilicemos a la ciudadanía sobre los peligros que conlleva la extensión indiscriminada del cultivo de caña. Hemos tratado también de mantener relaciones con los trabajadores del Ingenio, para darles a conocer los peligros que acompañan el mal manejo del cultivo de la caña que hace la empresa.

 

-¿Cómo está conformado el Comité?

-Hay una Junta Directiva y cada miembro tiene un cargo específico. Todos trabajamos de forma voluntaria. Gran parte de las comunidades se dieron cuenta de que era necesario organizarse, porque la presencia de la caña no sólo estaba afectando al medio ambiente, sino también a la vida humana. Organizarse fue la manera para contrarrestar a ese mal. Estamos hablando de varias comunidades de Sutiaba: Abangasca Central, Norte y Sur, Goyena, Troilo, Poneloya y muchas más.

 

-¿Cuáles son los efectos dañinos de la caña?

-Para plantar la caña, el Ingenio está arrasando con toda la naturaleza. Están arrancando bosques para cultivar, y sobre todo siguen aplicando grandes cantidades de pesticidas con avionetas, y todos estos productos llegan a nuestras comunidades ya que vivimos muy cerca de los cañaverales.

 

Muchas veces las comunidades están rodeadas por los cañaverales, porque el Ingenio San Antonio compró terrenos que pertenecían a terratenientes locales que eran parte de las mismas comunidades. Algunas de nuestras casas están apenas a dos metros de los cañaverales y ahí la contaminación es total.

 

En la zona de Goyena Norte se infligió un enorme daño a la producción de hortalizas, una de las actividades locales más importantes. Allí, la fumigación aérea de plaguicidas provocó la pérdida de toda la cosecha y la quiebra de 15 productores. Después del daño, los agricultores denunciaron el hecho al Ministerio de Agricultura (Magfor), que emitió una resolución en contra del Ingenio San Antonio, pero han pasado tres años y todavía no han pagado.

 

Pero el problema principal es el agua. Con la avanzada de la frontera agrícola de la caña, el Ingenio San Antonio comenzó a perforar nuevos pozos para el riego de los cañaverales y para el proceso industrial del azúcar y del ron. Al bombear grandes cantidades de agua, los pozos de las comunidades se estaban secando. Era suficiente un invierno un poco menos lluvioso que lo normal para crear graves problemas en el abastecimiento de agua a las familias de las zonas.

 

El Ingenio comenzó a perforar doce nuevos pozos y esto nos preocupó mucho porque además del consumo humano, la gente vive sobre todo de la agricultura y la ganadería, para las cuales el agua es esencial. En estas zonas tenemos un manto freático muy extenso, pero el problema es “el abatimiento”.

 

-¿Qué quiere decir eso?

-Los pozos del Ingenio están a 200 pies de profundidad, pero la bomba no la ponen a esta profundidad porque gastarían mucho más para sacar el agua, así que la dejan donde llega la primera capa impermeable y de esa manera, extraen toda el agua superficial. Provocan una succión de toda el agua que se encuentra a 600 metros alrededor del pozo y con un potencial de extracción de hasta 3.800 litros por minuto. Los pozos están a 100 metros de distancia entre ellos, los caseríos están a pocos metros de esos pozos y el resultado es que se quedan sin agua.

 

Un estudio hecho por un hidrólogo italiano nos brindó las informaciones sobre este abatimiento, y ahora cada mes medimos el nivel del agua en los pozos de las comunidades. Se ha confirmado que cuanto más cerca están de los pozos del Ingenio menos agua tienen.

 

Cada vez el manto subterráneo se aleja más de la superficie. El Ingenio podría utilizar métodos muy sencillos para devolver el agua al manto durante el invierno, pero no le importa, se aprovecha de que no existe ninguna disposición legal sobre el uso del agua. Abrió 15 nuevos pozos sin pedir permiso a la Alcaldía.

 

Comenzamos a denunciar lo que estaba pasando al Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (Marena), al Ministerio de Agricultura (Magfor), a Inafor, a la Procuraduría del Medio Ambiente, a la Alcaldía y también a nivel internacional, pero por el momento hemos logrado muy poco. Finalmente, el Marena emitió una resolución, pero hasta el momento el Ingenio San Antonio no la ha cumplido.

 

Investigación legal

 

Jacqueline Torres y José Chavarría Ruiz son dos jóvenes recién egresados de la Facultad de Derecho. Junto a otros compañeros y compañeras de estudio se han sumado al esfuerzo del Comité “Sí a la Vida – No a la destrucción del medio ambiente” para darle seguimiento a la resolución emitida por el Marena en contra del Ingenio.

 

-¿Qué reveló la tarea que realizaron?

-En Nicaragua existe la Ley 217 -Ley General de Medio Ambiente y Recursos Naturales- y una serie de cuerpos normativos que rigen lo relativo al medio ambiente.

 

En la Constitución del 1987 se reguló la protección al medio ambiente y en 1996 se creó el Marena, que es el encargado de la protección, conservación y restauración de los recursos naturales.

 

El caso específico tiene que ver con la denuncia presentada por la comunidad y que se puede resumir en tres puntos.

 

El primero es la extracción del agua con una tecnología avanzada, que puede bombear hasta 3.800 litros por minuto y que deja sin agua a las poblaciones cercanas que la extraen manualmente. El segundo es la quema de los cañaverales antes de la cosecha. Esta práctica está perjudicando a la población, ya que la ceniza cae en las viviendas, en la comida, en los pozos y el humo afecta las vías respiratorias. El tercer punto es la contaminación del manto acuífero.

 

Fueron a buscar ayuda ante el Procurador del Ambiente, encargado de velar sobre el medio ambiente en León-Chinandega, y a una asesora legal. Se abrió un juicio administrativo con todos los documentos y testimonios necesarios. El Ingenio rechazó las acusaciones, planteando que todas sus obras estaban sustentadas por estudios previos como dicta la ley (estudio de exploración para explotar el recurso). El problema que se presentó es la falta de una Ley de Agua que yace todavía en la Asamblea Nacional.

 

Por el momento, lo que se le cobra al usuario es el uso de la estructura para llevar el agua hasta las casas o sea el alcantarillado y acueductos, pero no se habla de cómo se debe explotar el recurso. Se apeló al hecho de que el artículo 75 de la Ley 217 dice que todos tenemos derecho a utilizar y tener acceso al agua, pero que no se debe de explotar de una forma que pueda perjudicar a un grupo de personas que necesitan el mismo recurso. Por eso hay que hacer una exploración previa.

 

-¿Qué dictaminó el Marena?

-Condenó al Ingenio a tomar una serie de medidas reparatorias, como enviar planes de siembra y aplicación de agroquímicos en la siembra, realizar análisis físico-químicos en los ríos y quebradas en la propiedad, un drenaje para las aguas que salen de las obras del cultivo de la caña, la construcción de un plan de reforestación que prevea una cortina rompeviento para no afectar a los caseríos durante la quema, fumigación sólo por vía terrestre y a 50 metros de la población.

Lastimosamente, el Marena no incluyó el tema de la extracción de agua, el aspecto más importante para la población, y aplicó una multa de 10 mil córdobas (unos 580 dólares) que es muy poco, pero que dejó sentado que el Ingenio San Antonio está incumpliendo y es un precedente muy importante.

 

En los próximos meses entrará en vigencia la Ley de Delitos Ambientales y será un instrumento para demostrar que se está cometiendo un delito.

 

-¿Cuál fue la reacción del Ingenio San Antonio?

-El Ingenio cumplió con sólo el 40% de lo resuelto por el Marena. No aplicó el drenaje. Sembró eucaliptos para realizar la cortina rompeviento y las cosas empeoraron, ya que estos árboles extraen mucha agua superficial y secan aún más los pozos de los campesinos.

 

Respecto a los análisis del agua se realizaron en doce puntos. No se pudo realizar un análisis para detectar la presencia de plaguicidas -que es lo que actualmente estamos exigiendo-, sino sólo físico-químico, y reveló un nivel elevado de contaminación. Pero el Ingenio argumentó que el agua ya estaba contaminada desde ante de su llegada.

 

Suspendieron las fumigaciones aéreas en las zonas muy pobladas, pero siguen con ellas en los cañaverales más antiguos y con menos gente, porque saben que están acostumbrados y que nunca se van a quejar. Muchas veces están rociando agrotóxicos con mochila y con gotitas finas, y en temporada de vientos estas gotas van a parar de todos modos a los caseríos.

 

La posición del Ingenio sigue siendo que esa tierra ya está contaminada y que no importa si se contamina un poco más; mientras que nuestra posición es que contaminando más se va a empeorar la situación.

 

Un vaciamiento planificado

 

Pablo Centeno retoma la palabra para explicar cuáles son las otras consecuencias que sufre la población a causa de las políticas del Ingenio San Antonio.

 

-¿Cómo está afectando a la población esa situación?

-Un problema que está surgiendo es que ningún banco o financiera quiere dar crédito a los campesinos que viven en los alrededores de los cañaverales, y esto provoca que se vuelvan mucho más pobres. Así se ven obligados a vender la tierra, y siempre es el Ingenio el que la compra. Es una táctica para apoderarse de la tierra y hacer desaparecer el caserío. De esta manera ya han vaciado por lo menos 10 caseríos, tierra que se ocupa inmediatamente con nueva siembra de caña.

 

Lo más alarmante es que no sólo ha desaparecido la tierra, sino la vida de la gente que se ha enfermado de Insuficiencia Renal Crónica (IRC).

 

La IRC se ha extendido en todos los municipios de Occidente y se está transformando en una epidemia. Según el Ministerio de Salud (Minsa), la mortalidad por IRC en Occidente es cuatro veces superior a la que se registra en el resto del país.

 

A las viudas cuyos  maridos murieron por IRC –todos ex trabajadores en los cañaverales- el Ingenio les da una indemnización miserable. Los padecen la muerte del padre y la miseria de la madre, que no sabe cómo darles de comer. Es una situación muy dura; incluso a veces las viudas se van y abandonan a los niños.

 

No estamos pretendiendo lo imposible, sino apenas la dignidad de comer nuestros frijoles con la sonrisa en la cara, sin enfermedades, sin maltrato o dolor porque el pozo se te secó. No queremos las provisiones que el Ingenio viene a distribuir entre la gente, porque es limosna. Lo que queremos es respeto, trabajo, dignidad.

 

Es urgente hacer una consultoría social en la misma empresa, porque el cultivo de la caña no es malo en sí; nosotros no estamos en contra del progreso, de la producción y del desarrollo, pero aquí lo dañino son las malas prácticas en el cultivo del Ingenio San Antonio. Nosotros hemos hecho muchas propuestas, pero el Ingenio no quiere escucharnos.

 

-¿Tuvieron respaldo por parte de las instituciones?

-Esto es otro gran problema, la falta de voluntad política de las autoridades nacionales y locales para cumplir con las leyes que están para defender al medio ambiente. Estamos hablando de 14 municipios afectados por la caña y del Occidente de Nicaragua, que se ha vuelto una zona de desechos humanos. La misma Alcaldía nunca dictaminó una prohibición para el cultivo de la caña en las zonas próximas a León.

 

También nos preocupa que la Asamblea Nacional y el gobierno hayan firmado y aprobado un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC/CAFTA) que va a abrir las puertas a otras transnacionales. Nuestro país no está preparado para un intercambio comercial con Estados Unidos y sus transnacionales.

Si una transnacional nicaragüense como el Grupo Pellas/Ingenio San Antonio ha hecho ese desastre en todo Occidente, ¿qué podemos esperar de las transnacionales extranjeras? Nos vamos a convertir en el primer desierto de Centroamérica, porque crece cada vez más el cultivo de la caña y no se habla nunca de medidas de control.

 

La tierra, el río, y también el mar

 

Un ejemplo muy claro y dramático es lo que se vive en la zona de Poneloya, en la costa del Océano Pacífico. Juan Carlos Chévez es el presidente de una cooperativa de pescadores artesanales y miembro del Comité “Sí a la Vida – No a la destrucción del Medio Ambiente”.

 

-Tenemos serios problemas con el Ingenio y con su camaronera que vende larvas de camarones de laboratorio. Al comienzo el Ingenio intentó instalar la camaronera cerca de los cañaverales, pero no le resultó porque la gran contaminación del lugar mataba a las larvas de camarones. Así que se trasladó en una zona de mangles, donde dejó una gran área sin sembrar caña e instaló unas piletas para criar camarones. Taló más de 2 mil hectáreas de mangles, donde se reproducían las conchas, punches (cangrejos) y otras especies marinas.

 

Nuestra población vive de eso, y ahora se encuentra en una situación muy difícil porque han destruido la zona y ya no tienen acceso a estos lugares. Cerraron los caminos y las caletas para que la gente y nuestros botes no pudieran entrar, pusieron rótulos de “Propiedad Privada” y conectaron la electricidad a los alambrados, arriesgando la vida de la población. También pusieron cuidadores armados que comenzaron a chantajear a los campesinos, dejándolos entrar a sacar conchas y a pescar a cambio de una parte de lo que obtengan. Hubo momentos en que nos dispararon, y hasta los filmamos para que quedara como prueba.

 

-¿A qué otros problemas se están enfrentando?

-Otro gran foco de contaminación son los desechos que salen del proceso de producción del Ingenio. Del proceso del ron sale la “vinaza”, mientras que del azúcar sale lo que se llama  la “cachaza”. Ellos dicen que todo lo que sale del ron pasa por un biodigestor y es procesado. Después pasa por las tuberías de desagüe y por un tratamiento que le hacen a las aguas.

 

La cachaza la ocupan para regar los cañaverales y la que sobra va para el río. Todo huele a fermento y sigue hacia el mar. El lugar donde desembocan todos estos desechos es inmundo y hay una gran mortalidad de peces.

 

Debido a esta situación, decidimos organizarnos y se llamó a la población a una asamblea donde se eligió una Junta Directiva. Introdujimos varias denuncias al Ministerio de Agricultura (Magfor), al Ministerio de Gobernación, a la Procuraduría del Medio Ambiente, a la Alcaldía, a la Policía y a las organizaciones de Derechos Humanos para que intervinieran, pero hasta la fecha no hemos tenido respuestas.

 

Como Comité tratamos de sensibilizar a la población. Contactamos a un colegio de Poneloya y a las universidades para que los estudiantes se involucraran en la preservación de los recursos naturales, y en ellos encontramos una buena disposición. Pero estamos enfrentando a un monstruo que está acostumbrado a corromper a los líderes ofreciéndoles prebendas, comprando conciencias. Nosotros no estamos en venta.

En Nicaragua, Giorgio Trucchi

© Rel-Uita

5 de mayo de 2006

 

 

 


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