El aumento
exponencial del área de soja en el territorio nacional margina a otros
cultivos y rubros. La sociedad civil exige al gobierno una definición
sobre el rumbo de la política agropecuaria y el lugar que debería ocupar
en el corto y mediano plazo este cultivo transgénico.
Durante los noventa la
campaña de introducción de soja transgénica tuvo un fuerte impacto en
Uruguay y en todo el Cono Sur y los productores comenzaron a plantarla
cada vez más. En Uruguay se pasó de 18 mil hectáreas sembradas en 2001 a
277 mil, según el informe de 2005 de la Oficina de Programación y
Política Agropecuaria (OPYPA) del MGAP. Y en el Cono Sur ya habría unos
40 millones de hectáreas sembradas. El fenómeno es tal que la empresa
Syngenta lanzó hace poco una publicidad en la que aparece el mapa de “la
República Unida de la Soja”, integrado por gran cantidad de territorios
de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, zona que sería
actualmente la primera exportadora mundial del grano, ya sea procesado o
como commodity.
Pero a medida que pasan
los años la “soja milagrosa” comienza a ser cuestionada. Eduardo Gudynas,
director del Centro Latinoamericano de Ecología Social (CLAES),
considera que “las cuatro grandes líneas de defensa de la soja
transgénica se están desvaneciendo. Ya hay ejemplos en donde los
rendimientos no son mejores que los de la soja convencional, la
rentabilidad no es mayor e incluso en algunos países es desventajosa
porque la semilla es más cara debido a que ahora Monsanto cobra la
patente. Además los mercados tampoco están asegurados porque hay una
creciente demanda de productos naturales y de calidad, y estas semillas
no necesariamente usan menos productos químicos sino que en algunos
casos usan más”.
También la sequía
produjo problemas de rendimiento en todo el Cono Sur. Según explicó a
BRECHA José María Nin, presidente de la Cooperativa Agraria Nacional (COPAGRAN),*
“la sequía hizo que en los dos últimos años los productores perdieran
dinero por los malos rendimientos, pero todo indica que la zafra que
acabamos de cerrar alcanzará un rendimiento que va a permitir equilibrar
la situación”. El informe de OPYPA cerrado en 2005 confirma los malos
rendimientos pero destaca que “se sembraron casi 280 mil hectáreas, un
crecimiento de 13 por ciento respecto al año previo, y la producción
alcanzó un nuevo récord de 478 mil toneladas, 27 por ciento por encima
de la cosecha previa”.
Nin asegura que a pesar
de la variabilidad de los rendimientos, la soja es “un buen negocio ya
que el productor tiene la posibilidad de venderla a futuro, inclusive
cuando ni siquiera está plantada, y los mercados son atractivos. Y si
bien los precios han estado volátiles, en el mediano plazo han sido
bastante estables”. OPYPA indica que “el precio promedio fue de 237
dólares la tonelada fob en la segunda mitad de 2005, un aumento de 4 por
ciento respecto de la segunda mitad de 2004, pero un descenso de 8 por
ciento en relación a igual período de 2003”. Y que “las ventas al
exterior mostraron una fuerte expansión en 2005, alcanzando nuevos
récords. El volumen exportado durante el período enero-noviembre de 2005
superó las 457 mil toneladas, un crecimiento de 31 por ciento respecto a
las exportaciones de todo el año 2004 y 30 veces más que las 15 mil
toneladas exportadas en 2001. El valor de las exportaciones crece con
menos intensidad (15 por ciento) por la caída de 12 por ciento en el
precio medio de las exportaciones”.
Si bien Gudynas
menciona el cobro de las regalías como un aspecto que encarece el costo
de la semilla, el problema se suscita fundamentalmente en Argentina, a
tal punto que el gobierno está litigando judicialmente con Monsanto por
el cobro de una patente que considera ilegal.
En cuanto al uso de químicos, el presidente de COPAGRAN asegura que “la
modificación genética hace que el glifosato sea casi el único herbicida
que se usa –ya que mata todas las malezas– y es muy barato”, por lo
tanto “no tiene sentido cultivar la soja convencional”. Sin embargo,
para Fernando López, presidente de la Comisión Nacional de Fomento Rural
(CNFR),** el cultivo de esta soja “ha aumentado sustancialmente el uso
de agrotóxicos, algunos de los cuales son sumamente peligrosos”.
Gudynas considera que
el tema de fondo es que “no hay decisiones tomadas respecto a qué
dirección vamos a seguir en materia de políticas agropecuarias. Cuando
no hay políticas estatales claramente definidas la estrategia nacional
se va armando por decisiones privadas”. Se debería establecer, agrega,
una estrategia de desarrollo en la que se defina qué lugar va a ocupar
la producción transgénica de soja.
También la CNFR demanda a las autoridades definiciones ante la
disyuntiva entre el gran monocultivo empresarial representado por la
forestación y la soja o la producción sustentada en la familia radicada
en el predio.
Gudynas y López
coinciden en que Uruguay no puede competir en volumen en el mercado
internacional con la producción argentina o brasileña, lo cual brinda al
país una excelente oportunidad de competir por calidad o por determinada
diferenciación de los productos, ya sean orgánicos o libres de
contaminantes. Un ejemplo exitoso lo constituyen, afirma Gudynas,
“varias empresas del estado brasileño de Paraná que apuestan a la soja
convencional y cuentan con el apoyo del gobierno del estado. En algunos
casos, reciben un sobreprecio, aunque lo más importante está en el
acceso a los mercados y la estabilidad en los negocios.
Hay una parte
importante del mercado internacional que es para lo no transgénico”.
En tanto, el director general de Servicios Agrícolas del MGAP, Humberto
Almiratti, reconoció a BRECHA que el ministerio no tiene aún una postura
oficial sobre el tema. “Todos creemos que hay que tener un poco más de
cultivo de invierno y de pradera. Pero fomentar los cultivos de invierno
no es fácil si no hay un negocio concreto que permita colocar la
producción. En última instancia los operadores (de soja) son privados y
si rinde más arrendar un campo para soja que para tambo, hay un tema de
rentabilidad que no es menor. Las alternativas que se planteen a la soja
transgénica tienen que tener un fuerte componente de viabilidad
comercial de modo que el productor endeudado no tenga que vender su
campo para otro que haga soja. A mí lo que me preocupa es que la soja
esté saliendo como grano, que no tengamos una fábrica de aceite acá que
genera trabajo y producción exportable a otro valor”, concluyó.
Virginia
Matos
Convenio Brecha /
Rel-UITA
1 de setiembre de 2006
*
Cooperativa de productores y una de las mayores exportadoras de granos,
originada en la fusión de 11 organizaciones agropecuarias del litoral
oeste.
**
Organización que a través de un centenar de entidades de primer grado
nuclea a unos 15 mil productores familiares.
Foto:
sanjosenoticias.com.uy