La
compra de unos 210.000 dólares en acciones de esta
multinacional petrolífera le valió a Greenpeace para hacerse
con 4.400 títulos. De este modo, se aseguró ochenta cupos en
la reunión anual de accionistas de Shell. Marcó un hito, al
ser la primera adquisición de activos de una organización de
este tipo. Los ecologistas pretendían poner en marcha
proyectos de inversión en el área de recursos renovables. En
concreto, la construcción de una fábrica de paneles solares
fotovoltaicos que producirían 500.000 megavatios al año y
generarían unos beneficios del 15% sobre la inversión
inicial. Tras la reunión, la organización ecologista puso a
la venta la totalidad de las acciones compradas.
Para
John Walter, de la oficina de prensa internacional de
Greenpeace, la táctica de compra y posterior venta de
acciones en este tipo de empresas multinacionales tiene dos
objetivos claros. “Por una parte, se obliga a la
multinacional a entregar información fidedigna y detallada
acerca de sus operaciones y proyectos de inversión. Por
otra, permite influir desde dentro, ya que es posible
presentar estudios y alternativas a las actividades que se
desarrollan”. Con este tipo de estrategia los ecologistas no
pretenden desarrollar una política general de inversiones,
sino que sus participaciones en grandes empresas serán
evaluadas caso a caso.
Otro
ejemplo en el que se aplicó la misma táctica de compra fue
el de la empresa British Petroleum Amoco (BP). Greenpeace
agrupó accionistas preocupados con las exploraciones
petrolíferas realizadas en el Ártico. Crearon la sociedad
Sane BP, que representa a los Accionistas Contra las Nuevas
Explotaciones. Su gran logro fue conseguir el apoyo del
13,5% del total de los accionistas de BP, 1.491 millones de
acciones que suponen más de siete billones de dólares.
Este
tipo de acciones pretenden además concienciar a los
accionistas. “Que sepan que son ellos los que tienen que
decir la última palabra, queremos que sepan lo que su
empresa está haciendo y que existen otros recursos
alternativos que se pueden desarrollar. No todos los que
poseen acciones de estas empresas son grandes millonarios,
también hay gente normal, de la calle, a la que es posible
concienciar sobre estos temas”, según Greenpeace.
Esta
forma de protesta también tiene muchos detractores, como
Ecologistas en Acción: “sin criticar la iniciativa de
nuestros compañeros de Greenpeace, nosotros creemos que de
esta manera no se consigue nada ya que la participación que
se tiene es minoritaria. Y lo peor es que entras en su
juego, es una forma de reconocer un sistema económico que no
apoyamos”. Sin embargo, Josselien Janssens, administradora
del programa de Cambio Climático de Greenpeace, asegura que
“el trabajo con los accionistas es un elemento más, que
continuaremos utilizando en la medida en que sea útil para
hacer escuchar nuestro mensaje, pero esto no significa dejar
de lado las acciones tradicionales de Greenpeace”.
Las
experiencias en este nuevo frente de acción han dado buenos
resultados y al menos sirven para hacer reflexionar a los
accionistas de las grandes multinacionales. Estas empresas
no pierden dinero si invierten en energías limpias pero
pueden ayudar a frenar el cambio climático.
Pablo Bargueño
CCS
9 de julio de
2004