5 de
junio – Día Internacional del Medio Ambiente
No
hay exceso de conciencia
En el
Día Internacional del Medio Ambiente seguimos con dolor
y admiración la lucha que nuestra organización afiliada,
la Asociación Nicaragüense de Afectados por
Insuficiencia Renal Crónica (ANAIRC), continúa
llevando adelante en Managua. Son ex trabajadores
cañeros del Ingenio San Antonio, propiedad del
Grupo Pellas, sus viudas y huérfanos que acampan
ante la Catedral reclamando ser indemnizados por los
responsables de esta catástrofe humanitaria, provocada
por el uso indiscriminado de agrotóxicos y la desidia
empresarial en la zona de Chichigalpa.
Hoy ya
suman 3.355 los ex trabajadores cañeros muertos por
IRC, todos oriundos de esa zona donde aún hay miles
de otros contaminados cuyas vidas están amenazadas, y en
muchos casos definitivamente comprometida. Para ellos,
es sólo cuestión de tiempo, pues ya saben de qué
morirán.
El
último compañero muerto por IRC fue Marco
Antonio Pereira, que había pasado 22 de sus 54 años
trabajando en el Ingenio San Antonio. Marco
Antonio murió solo, en el bus que lo regresaba a
Chichigalpa desde Managua, adonde había llegado para
solidarizarse con sus compañeros acampados.
Desgraciadamente, Marco Antonio no será el
último. En Nicaragua no existe la infraestructura
médica necesaria para realizar trasplantes de riñón, una
operación que salvaría la vida de muchos de los
afectados por IRC que aún podrían abrigar
esperanzas de supervivencia. Lo más probable es que
mañana, tal vez pasado mañana, Marco Antonio será
el penúltimo.
La gripe
de moda ha matado a menos de 200 personas en todo el
mundo, pero su repercusión mediática ha conmovido al
planeta, y ya se alzan algunas voces denunciando que la
pandemia es también el paraíso para el laboratorio
Roche, fabricante del medicamento Tamiflú. En
Nicaragua no ha muerto nadie por esta enfermedad,
pero los medios le dedican ríos de tinta, de minutos en
el aire, mientras silencian vergonzosamente la tragedia
de los afectados por IRC.
Lo mismo
ocurre con los miles de afectados por la aplicación
masiva del herbicida glifosato sobre los cultivos
transgénicos en la llamada “República de la Soja”, que
incluye a decenas de millones de hectáreas de
Argentina, Brasil, Paraguay y
Uruguay.
Nadie
sabe cuántos y cuántas están afectados por este
agrotóxico, porque nadie ha querido saberlo. Son otros
barridos bajo la alfombra mediática en beneficio de las
transnacionales de la cadena agroalimentaria.
Según la
página
web de Radios Programas del Perú,* el Ministerio de
Salud de ese país ha reconocido que en lo que iba de
2009 hasta fines de mayo 133 niños murieron de frío en
Lima y zonas altoandinas. Le llaman Infecciones
Respiratorias Agudas (IRA), pero es puro frío y
ausencia de infraestructura sanitaria pública.
Como en
los demás casos, y según el análisis efectuado por el
doctor Elmer Huerta en
su blog del diario limeño
El Comercio, en
los tres días en los cuales él realizó el seguimiento el
canal de televisión más popular dedicó 41 minutos a la
gripe AH1N1, por la cual no ha muerto nadie en el
Perú, y un solo minuto a los 133 niños muertos
por el frío.
Somos
nosotros, los trabajadores y trabajadoras, campesinos y
campesinas, nuestros niños y niñas, el pueblo y sus
hijos quienes ponemos la carne ante estos cañones que no
son de una guerra convencional, sino de otra mucho más
cínica, silenciada, encubierta: la guerra del lucro y
el dominio planetario que usa y tira seres humanos, o
los excluye definitivamente del mapa condenándolos a la
muerte en vida.
Por eso
en esta página nunca será demasiado el espacio otorgado
a estos temas, nunca callaremos estas tragedias, porque
sabemos que el principal problema ambiental que aún
padecemos en América Latina es la pobreza y la
ausencia de protección efectiva de las comunidades
contra la ambición y la avaricia de las transnacionales.
Y porque sólo podremos avanzar si se abren más y más
conciencias capaces de cuestionar las versiones
mediáticas de la vida, para mirar la realidad con sus
propios ojos, para interpretarla con sus propios
corazones, para pensarla con cabeza propia.