Más de 100 millones de personas han
abandonado su hogar a causa de la sequía y las
inundaciones, agravadas por el calentamiento global. Por
encima de las guerras y de la crisis agraria provocada
por la presión comercial de los países del Norte sobre
el Sur, el daño al medio ambiente es la causa del 60 por
ciento de la inmigración en el mundo, según el Grupo de
Trabajo sobre Cambio Climático y Lucha contra la
Pobreza.
Estados Unidos ha endurecido los requisitos para poder
residir en el país y construido una valla en la frontera
con México, pero aún sigue sin firmar el protocolo de
Kyoto porque según su Presidente, George Bush,
destrozaría la economía del país. Mientras, el
calentamiento global perjudica la diversidad de cultivos
de la que dependen en regiones de Latinoamérica, Asia y
África y hace más vulnerable a su población al no tener
garantizado el sustento. Carece de sentido que los
países que más contaminan recurran a su soberanía en
cuestiones de medio ambiente cuando el impacto de sus
acciones supera las fronteras.
La economía de los países enriquecidos resiste mejor las
consecuencias del calentamiento global en el medio
ambiente, pero no parece tan flexible para adaptarse a
la inmigración causada por el cambio climático. La
solución deseada es la de garantizar unos flujos
migratorios organizados, pero basta mirar las
estadísticas para darse cuenta de que la política de
escudarse en los intereses nacionales no es suficiente
para afrontar el descontrol. En América del Norte, la
cantidad de inmigrantes se ha duplicado desde 1990.
El que a veces se trate a los inmigrantes como
criminales, personas ilegales o invasores, es prueba de
que los países enriquecidos no asumen su responsabilidad
en este fenómeno. Se toman medidas de emergencia en vez
de preguntarse por el motivo de que, como explica Louis
Arbour, Alta Comisionada para los Derechos Humanos,
millones de mujeres y hombres demuestren coraje al
abandonar sus países en busca de una vida mejor.
Koffi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas,
ha señalado la necesidad de entender mejor las causas de
los movimientos internacionales de población y su
compleja interrelación con el desarrollo. El respeto al
medio ambiente es una condición indispensable para
revitalizar las regiones empobrecidas, pues no hay
desarrollo posible si no es endógeno y sostenible. Pero
el ascenso en más de medio grado de la temperatura media
mundial amenaza ese equilibrio del que depende nuestra
supervivencia.
Se requieren soluciones a largo plazo, de otra forma las
naciones industrializadas estarán sometidas a una
presión demográfica que agotará sus riquezas naturales.
La Guía básica sobre cambio climático y cooperación para
el desarrollo recomienda basar el crecimiento económico
en el fomento de energías más limpias. Al ritmo actual,
la diversidad de especies en los desiertos, de la que
dependen 350 millones de seres humanos, corre peligro de
desaparecer. Una mínima cantidad de población comparada
con los más de 1.300 millones de personas que dependen
de la agricultura, la pesca y los bosques para su
supervivencia.
Ni los abusos cometidos por algunos gobiernos, ni las
guerras internas, provocarían un desplazamiento tan
masivo de población. El número de refugiados,
demandantes de asilo, retornados, apátridas y una parte
de los desplazados internos en todo el mundo es inferior
a 20 millones de personas.
Son frecuentes las imágenes de personas intentando
cruzar la frontera hacia Estados Unidos o arriesgando la
vida en una patera para llegar a Europa, mientras,
George Bush aún piensa que la seguridad es un objetivo
prioritario y necesario para la paz.
El mundo no será más seguro porque se construyan vallas
más altas. La inmigración, en lugar de ser resultado de
una decisión libre, se produce como consecuencia de la
violación que sufren millones de seres humanos: el
derecho a tener un hogar.
Jorge Planelló
CCS España
3 de enero de 2007
Ilustración: Éxodo, CÉSAR RENGIFO