Uruguay

 

Fray Bentos, ¿el boom de hoy,

la depresión de mañana?

Fray Bentos, la muy pequeña ciudad uruguaya que se ha vuelto “de moda” a raíz del conflicto con Argentina y se ha convertido en una suerte de capital regional de la celulosa, vive un momento de auge y optimismo que podría revertirse a mediano plazo.

 

La localidad, capital del departamento (provincia) de Río Negro, en el litoral este de Uruguay, cuenta actualmente con poco más de 20.000 habitantes, pero su población podría aumentar transitoriamente cerca de un 20 por ciento mientras dure el proceso de construcción de las plantas de celulosa que en sus cercanías instalarán la transnacional finlandesa Botnia, primero, y la española Ence, después.
 
Desde hace largos años, fundamentalmente desde 1979, cuando cerrara sus puertas el Frigorífico Anglo, Fray Bentos languidece. Hasta este año, cada tanto se desperezaba cuando se difundían fantásticos planes de inversión de empresas ignotas provenientes de improbables países. Luego, cuando quedaba claro que sólo se trataba de proyectos sin chance alguna de concretarse, volvía la rutina a una localidad donde el mayor empleador es el Estado y que apenas revive cuando llegado el verano miles de turistas argentinos llegan a pasar sus vacaciones al balneario Las Cañas, en la periferia de la ciudad, sobre el río Uruguay.
 
Así fue hasta fines de 2005, pero el arribo de los fineses de Botnia todo cambió. Y a tal punto que quienes hoy se animan a sostener que el desembarco de las celulosas europeas puede significar pan para hoy pero desgracias para mañana son vistos por buena parte de los habitantes locales como pájaros de mal agüero a los que más vale ni siquiera prestar atención.
 
Lo cierto es que actualmente en Fray Bentos el optimismo campea. La ciudad se ha vuelto un pequeño reducto cosmopolita, tal vez como lo era décadas atrás, cuando en ella convivían los criollos con los ingleses del Frigorífico Anglo, que hasta marcaron urbanísticamente el lugar. Los trabajos de construcción de la planta de capital noreuropeo no sólo provocaron la llegada de cientos de obreros de los alrededores sino también de técnicos y ejecutivos enviados por la transnacional desde Europa. Según la cartelería instalada en el propio obrador por la empresa, hoy en Botnia trabaja gente de más de 10 nacionalidades. Además de uruguayos y fineses hay en la plantilla argentinos, brasileños, angoleños, británicos, alemanes, italianos, mozambiqueños.
 
Su presencia se nota en las calles, y su poder adquisitivo también. Con la avalancha temporal de nuevos habitantes, algunos relativamente pudientes, los comercios locales no dan abasto, al tiempo que en ciertos barrios los alquileres de viviendas han trepado hasta ubicarse cerca de lo que se pide en algunas áreas de la capital del país, Montevideo.
 
Una ciudad que según sus pobladores estaba casi desierta por las noches y los fines de semana pasó a no poder atender la demanda presente.
 
Sucursales de grandes cadenas comerciales de Montevideo se han instalado ya o piensan hacerlo en Fray Bentos, mientras florecen los planes para remodelar los viejos y escasos hoteles existentes y renovar los cafés, bares y restaurantes, no adaptados al gusto y las exigencias de sus nuevos usuarios.
 
La resistencia que había opuesto el Centro de Comerciantes de la ciudad a la construcción de un gran supermercado de una cadena capitalina de pronto cesó, y ahora otras empresas del rubro piensan instalarse en una plaza que “da para todos”, según dijo un comerciante local.
 
Además de los servicios, el rubro de la construcción es uno de los que más se ha visto favorecido por el desembarco finés. Y no sólo por las obras en la propia central sino también por el levantamiento de nuevas viviendas y la refacción de viejas casas, comercios y hoteles.
 
La Municipalidad de la ciudad adquirió terrenos en las cercanías de la ciudad en los que Botnia está financiando actualmente la construcción de un complejo de más de 100 viviendas para alojar a su personal. El complejo estará ubicado en las cercanías de un colegio franciscano al que asistirán los hijos de los 60 fineses que se han establecido en la zona. La empresa pagó ya la remodelación de las instalaciones deportivas de esa escuela y la construcción de un sauna.
 
Todo esto, sin duda, genera empleo y una inyección de dinero a la economía de Fray Bentos que algunos estiman en cerca de un millón de dólares al mes. Las ventas de artículos como electrodomésticos, teléfonos celulares y motocicletas (el medio de transporte más utilizado en la pequeña ciudad) se han disparado en los últimos meses.
 
En medio de este panorama que, en principio, deja poco margen a la crítica, hay quienes se animan a lanzar advertencias.
 
Es el caso de los militantes ambientalistas de la zona, que no se cansan de alertar sobre las consecuencias negativas que las plantas de celulosa tendrán una vez puestas en funcionamiento, no sólo sobre el ambiente sino también sobre la economía local.
 
Los malos olores que despiden esas instalaciones, que hasta los propios directivos de Botnia admiten que se sentirán “en ciertos momentos de la producción”, afectarán al turismo en el área, en particular al que se concentra en Las Cañas durante el verano y que genera un importante ingreso de divisas a toda la economía de la ciudad.
 
También algunos emprendimientos productivos podrían verse perjudicados. Sería el caso de la producción de miel, que en los últimos años ha conocido un importante crecimiento en todo el país, en especial en esta zona del litoral del río Uruguay. Se sabe que países importadores de miel como Alemania no adquieren partidas provenientes de zonas cercanas a cursos de agua contaminados, y ese podría ser el caso del río Uruguay una vez que las pasteras comiencen a operar.
 
En un comunicado difundido esta semana, el grupo ambientalista Guayubira señala que Suecia rechazó 80 mil botellas de vino orgánico del Valle de Itata, en Chile, porque en esa región se proyecta instalar una planta de celulosa con “tecnología finlandesa de última generación”. “La partida fue rechazada hace algunos días a causa de la pérdida de imagen internacional del valle de Itata por la instalación del Complejo Forestal Industrial Nueva Aldea de Celulosa Arauco”, indica el comunicado.
 
A todo esto, integrantes del Grupo Ecológico de la ciudad de Young, ubicada en el mismo departamento (provincia) que Fray Bentos, llevaron a cabo esta semana una jornada de debate acerca de si el “modelo forestal” que se impulsa con la instalación de las plantas de celulosa contribuye o no realmente al desarrollo del país y de la región.
 
Los ecologistas comparten la opinión de Heinrich Männle, representante de la compañía vitivinícola chilena cuya exportación a Suecia se vio frustrada: “A todos lados donde llega la celulosa se genera más pobreza”, comentó el empresario a Guayubira.
 
Las autoridades municipales, aun si están absolutamente jugadas a las consecuencias benéficas que generen estas inversiones, no dejan sin embargo de reconocer que una vez que termine la construcción de las plantas y que el grueso de los trabajadores se retire, la ciudad corre riesgo de vivir una nueva depresión si no genera opciones de desarrollo sostenibles a largo plazo.
 
José Arocena, universitario uruguayo especializado en Desarrollo Local, tiene acerca de las plantas de celulosa, más que preocupaciones ambientales, temor de que favorezcan la eclosión de una monoindustria.
 
Cuando el Frogorífico Anglo funcionaba a pleno, recuerda Arocena, “la microrregión de Fray Bentos” dependía casi exclusivamente de esa industria, y al cerrar esa planta prácticamente se hundió.
 
“Hoy estamos presenciando la instalación de otra gran inversión extranjera de carácter monoindustrial en la misma región”, observa el universitario, según el cual aún se está a tiempo para evitar que se conozca a mediano plazo una “crisis de tipo monoindustrial”.
 
“Las autoridades nacionales, y sobre todo las locales, deberían estimular acciones innovadoras en esos territorios en los que se autoriza la implantación de grandes industrias dominantes. Ese objetivo debería formar parte de las negociaciones entre autoridades y empresas”, apunta Arocena, que dice conocer casos de instalaciones industriales “claramente dominantes en un territorio que se preocupan por incentivar procesos que pongan en marcha la más amplia diversificación industrial”.
 
No se sabe que sea el caso de las industrias de celulosa que se proyectan en Uruguay.

 

Daniel Gatti

© Rel-UITA

12 de junio de 2006
 

 

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