Huracanes:
Alerta
roja en el Atlántico |
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La elevada
temperatura en aguas del océano Atlántico tropical y
el mar Caribe son este año causa fundamental de la
intensa y temprana actividad ciclónica en la región,
que podría ser aun peor de lo señalado en recientes
previsiones, advierten expertos. |
El riesgo de que nuevos huracanes pasen por Cuba es "alto",
dijo a IPS Maritza Ballester Pérez, investigadora del Centro
de Pronósticos del Instituto de Meteorología de este país.
La cantidad de tormentas tropicales que podrían pasar por el
área en la presente temporada de ciclones se elevó de 13 a
20, confirmó la experta. De acuerdo con el nuevo pronóstico,
emitido el 1 de este mes, nueve de esas tormentas podrían
pasar a categoría de huracán.
El pronóstico cubano se acerca al de la gubernamental
Agencia Nacional Océanica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA,
por sus siglas en inglés), que también espera una temporada
más activa de lo que inicialmente se previó.
A principios de esta semana, la NOAA anunció que la
temporada ciclónica, que va de mayo a noviembre, será más
activa de lo previsto, con 21 tormentas tropicales y 11
huracanes. En mayo, había calculado entre 12 y 15 tormentas
y de siete a nueve huracanes.
Los pronósticos toman en cuenta el comportamiento anómalo de
los dos primeros meses de la temporada. Habitualmente, los
meses más activos son septiembre, agosto y octubre, en ese
orden. Pero este año ya hubo siete tormentas y dos huracanes
de gran intensidad en junio y julio.
La "causa fundamental de esta actividad radica en las altas
temperaturas del mar observadas a lo largo de todo el
Atlántico tropical y el mar Caribe", comentó el jefe del
Centro del Clima del gubernamental Instituto Cubano de
Meteorología, Ramón Pérez Suárez.
Los ciclones se forman siempre en el mar y bajo determinadas
condiciones, por ejemplo, que la temperatura de la
superficie del agua sea superior a los 26,5 grados y existan
condiciones favorables en la atmósfera superior. Se les da
un nombre luego que alcanzan la fase de tormenta tropical.
El calentamiento de la superficie del mar en la zona del mar
Caribe occidental ha alcanzado cotas de 30 y 31 grados,
según datos brindados en julio por el jefe del Centro de
Pronósticos del Instituto de Meteorología, José Rubiera.
Pérez Suárez dijo a IPS que en abril, mayo y junio las
temperaturas resultaron las mayores desde 1951, tanto en el
Caribe como en el Atlántico.. "Pero en esta última región,
tales valores extremos se están observando desde la segunda
mitad del pasado año", alertó.
Por otra parte, en la circulación atmosférica se observan
también condiciones favorables para esa temprana e intensa
actividad ciclónica, como "el predominio de altas presiones
en la tropósfera alta y un debilitamiento del Anticiclón del
Atlántico en los niveles bajos y de superficie".
La tropósfera es la zona inferior de la atmósfera, que se
extiende hasta 11 kilómetros de altura desde la superficie
de la Tierra. El anticiclón es una perturbación atmosférica
que consiste en un área de altas presiones y circulación de
viento en el sentido de las agujas del reloj en el
hemisferio norte, e inversamente en el sur.
"Entre las condiciones oceánicas y las atmosféricas existe
una conocida relación. Un mayor calentamiento del mar
condiciona presiones más bajas de lo habitual en la
superficie, incluyendo un debilitamiento del anticiclón del
Atlántico en ese nivel, así como refuerza la circulación
anticiclónica en la tropósfera alta", indicó Pérez Suárez.
Pero el experto es más cauteloso a la hora de relacionar los
cambios climáticos globales con una mayor intensidad de los
ciclones tropicales, que, cuando sus vientos igualan o
superan los 118 kilómetros por hora, devienen huracanes, a
veces de impacto desastroso.
"No se puede descartar totalmente que el incremento
observado en la actualidad sea en parte consecuencia de los
cambios climáticos, pero, al menos por el momento, no se
tienen evidencias de ello", afirmó Pérez Suárez, quien
admitió que el asunto es una preocupación constante de la
comunidad científica internacional.
El impacto de la excesiva concentración en la atmósfera de
gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el
metano y el óxido nitroso, incluye un aumento de la
temperatura de los océanos y un aumento en la frecuencia e
intensidad de los fenómenos climatológicos extremos.
Para afrontar el problema, en febrero entró en vigor el
Protocolo de Kyoto, que impone a los países industriales que
lo firmaron y ratificaron la obligación de reducir sus
emisiones de gases invernadero a volúmenes 5,2 por ciento
inferiores a los de 1990. El plazo para concretar esas
reducciones vence en 2012.
Buena parte de los gases invernadero son liberados en la
atmósfera por la quema de combustibles fósiles --como
petróleo, gas y carbón-- en procesos industriales o de
transporte. A pesar de ser el principal emisor de gases
invernadero, con una cuarta parte del total mundial, Estados
Unidos se niega a aceptar ese acuerdo con el argumento de
que afectaría la economía nacional.
El experto estadounidense Kerry Emanuel, del Instituto
Tecnológico de Massachussets, aseguró este mes que el efecto
invernadero aumentó en alrededor de un grado la temperatura
promedio en la superficie oceánica desde 1970.
"Mis resultados sugieren que este calentamiento futuro
podría dar lugar a un aumento del potencial destructivo de
los ciclones", dijo el científico. Otros expertos afirman
que la mayor intensidad y frecuencia ciclónica obedece, más
bien, al ciclo natural de la región atlántica.
Al respecto, Pérez Suárez acotó que el hecho de que una
temporada ciclónica sea muy activa se enmarca primero dentro
de las variaciones temporales que ocurren en el clima de
cualquier región y que son parte intrínseca de éste. Así, la
temporada de 1933 ha sido la más activa del océano
Atlántico, con 21 tormentas tropicales, ciclo al que
siguieron los años 1969 y 1995, con 18 y 19 tormentas
respectivamente.
"Las causas de esos incrementos han estado relacionadas con
los aumentos de la temperatura del mar y con variaciones de
la circulación atmosférica", de forma similar a lo observado
en la actual etapa, dijo el experto.
Hasta julio pasado, de las siete tormentas tropicales que se
formaron en la región, que abarca América Central, el
Caribe, México y el sudeste de Estados Unidos, dos se
convirtieron en los destructivos huracanes Dennis y Emily.
La cifra superó a igual periodo de las temporadas de 1933 y
1995, las dos más activas de los registros. A partir de 1996
y particularmente desde 2001, la actividad ciclónica se ha
incrementado notablemente, señaló el científico cubano.
Los ciclones tropicales se clasifican, de acuerdo con la
intensidad de sus vientos máximos sostenidos, en depresión
tropical (hasta 62 kilómetros por hora), tormenta tropical
(entre 63 y 117 kilómetros por hora) y huracán (118
kilómetros por hora o más).
Los huracanes, a su vez, se clasifican según la escala
Saffir-Simpson, que los divide en categoría 1 (vientos
máximos sostenidos de entre 118 y 153 kilómetros por hora),
2 (154 a 177), 3 (178 a 209), 4 (210 a 250) y categoría 5
(más de 250 kilómetros por hora).
Patricia Grogg
Convenio La Insignia /
Rel-UITA
IPS, agosto del 2005.
FOTO:
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