Plantas de celulosa
sobre el río Uruguay
Un
conflicto creado
por
la industria papelera del Norte |
Tradicionalmente, la producción de celulosa y papel se desarrolló en los
países del Norte, en particular en Norteamérica (Estados Unidos y Canadá) y
Europa. Las razones eran fundamentalmente dos: la abundancia de materia
prima barata (los bosques) y un enorme mercado consumidor
de papel y
cartón.
Sin embargo, el crecimiento
de la conciencia ambiental organizada en muchos de esos países comenzó a
poner trabas a esta industria. Por un lado, la grave contaminación de lagos
y cursos de agua vinculada a la producción de celulosa generó procesos de
resistencia cada vez más fuertes, que obligaron finalmente a los gobiernos a
imponer normas ambientales cada vez más estrictas a esta industria. Por otro
lado, la paulatina desaparición de los bosques para su transformación en
celulosa y papel fue el detonador para movimientos igualmente fuertes en
contra de la destrucción de bosques resultante de esta industria, que
también forzaron a los Estados a establecer límites a la explotación
forestal.
Por su parte, la propia
industria se había encargado de promover un creciente uso de papel y cartón
en todos los sectores de la economía, en particular en embalaje y
publicidad, por lo que todas las estimaciones sostenían que el consumo de
papel y cartón continuaría creciendo. Frente a ese aumento previsto de la
demanda, la industria se enfrentaba a un futuro incierto en cuanto al
abastecimiento de materia prima (que se volvería por ende más cara), en
tanto que su operatoria industrial se tornaba más costosa por los
condicionamientos en materia de cuidado ambiental.
La mudanza
al Sur
En su búsqueda de
alternativas, la industria enfocó hacia el Sur. En materia de contaminación,
ya existía una tendencia en el Norte a comenzar a trasladar sus industrias
contaminantes a países pobres dispuestos a aceptar cualquier tipo de
inversión. La producción de celulosa entraba claramente en esa categoría.
La industria tenía asimismo
un problema en cuanto al abastecimiento de materia prima. Si bien en
principio muchos árboles son aptos para la producción de celulosa, se
necesitaba materia prima homogénea, que no existe en los heterogéneos
bosques tropicales y subtropicales, pero sí se logra en monocultivos de
árboles.
Desde la década de los ‘50,
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO) venía impulsando plantaciones de eucaliptos, pinos y otras especies de
rápido crecimiento en los países del Sur y ya en la década de los ‘60 se
comenzaron a establecerse plantaciones en muchos países. La industria de la
celulosa podía contar entonces con áreas plantadas y –más importante aún–
con la experiencia acumulada sobre la adaptación de distintas especies a
distintos tipos de ambientes y sobre su rapidez de crecimiento.
Si bien ya había
plantaciones, lo que hacía falta era su expansión y concentración para hacer
viable la instalación de grandes fábricas de celulosa. Es decir, se requería
primero convencer a los gobiernos acerca de las ventajas de este tipo de
emprendimientos, para luego lograr que estos adoptaran medidas de promoción.
Además de la FAO, en ese
proceso intervinieron actores multilaterales como el Banco Mundial (BM) y el
Banco Interamericano de Desarrollo (BID), empresas consultoras, agencias de
cooperación, agencias de crédito a la exportación y la propia industria, a
las que se sumó el apoyo casi irrestricto de la profesión forestal formada
en la ideología de la FAO.
Desde la década de los ‘50, la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO) venía impulsando plantaciones de eucaliptos,
pinos y otras especies de rápido crecimiento en los países del
Sur y ya en la década de los ‘60 se comenzaron a establecerse
plantaciones en muchos países. La industria de la celulosa podía
contar entonces con áreas plantadas y –más importante aún– con
la experiencia acumulada sobre la adaptación de distintas
especies a distintos tipos de ambientes y sobre su rapidez de
crecimiento. |
Todo ello con el objetivo
de continuar abasteciendo un consumo excesivo de papel y cartón en el Norte.
En efecto, el consumo anual per per en los países del Sur donde se instalan
grandes plantaciones y se produce celulosa es mucho menor que el de los
países del Nort: el de Chile es de 53 kilos, Sudáfrica 41, Uruguay 40,
Brasil 38 e Indonesia 21, mientras el de Finlandia es de 430, Estados Unidos
331, Suecia 280, Canadá 263, Alemania 233 y Japón 250.1
El caso
uruguayo
Uruguay es un caso típico.
En la década de los ‘50 la FAO envió dos misiones al país, que recomendaron
las plantaciones. En los ‘60 se aprobó la ley forestal, centrada en la
promoción de monocultivos de eucaliptos y pinos. La ley no tuvo los
resultados previstos debido a que no recibió financiamiento del Estado. En
los ‘80 llega al país una misión de la Agencia de Cooperación Internacional
de Japón, que elabora un “Plan Maestro” para la instalación de monocultivos
forestales. En 1987 se aprueba una segunda ley forestal y el Estado adopta
el Plan Maestro japonés como su propio plan forestal. El BM aporta los
recursos financieros necesarios para la promoción. El Estado se encarga de
definir tipos de suelos de “aptitud forestal” (aunque nunca estuvieron
cubiertos de bosques) en los que se promueven plantaciones a expensas del
ecosistema de pradera original. Las empresas reciben subsidios (se les
devuelve al año el 50% del costo de plantación); exoneraciones impositivas
totales y créditos blandos. En pocos años se llega así a una superficie
plantada de 750.000 hectáreas. Si bien el Estado uruguayo nunca elaboró una
política específica en materia del aprovechamiento de la madera plantada,
resultaba claro que el objetivo de las plantaciones de eucalipto era la
producción de celulosa. Desde el principio, las exportaciones de madera
sirvieron para abastecer plantas de celulosa en Europa, de las mismas
empresas que tenían en Uruguay sus plantaciones:
Ence (España) y
UPM/Kymmene (Finlandia).
A partir del año 2000
comienzan los rumores acerca de la posible instalación de las fábricas de
celulosa de Ence y
Metsa Botnia, que
había comprado la parte de la multinacional
Shell en las plantaciones que ésta había desarrollado con
UPM/Kymmene.
El proceso se acelera y
ambas empresas reciben el apoyo total del gobierno del Partido Colorado.
Primero se aprueba la evaluación de impacto ambiental de Ence y en los
últimos días de ese gobierno se aprueba la de
Botnia. En ambos casos se
realizan audiencias públicas, en las que las múltiples objeciones de la
sociedad civil son ignoradas. En los estertores de su gobierno, el
presidente Batlle otorga una zona franca a cada una de las empresas para que
instalen allí sus fábricas.
Oposición
interna y externa
Desde 1997, el grupo
ambientalista uruguayo Guayubira se venía oponiendo activamente al avance de
los monocultivos forestales. Cuando surgen los proyectos celulósicos, es el
primero en oponerse, tanto porque implicarían la consolidación y ampliación
del modelo forestal cuestionado, como por los impactos específicos de la
industria de celulosa sobre la sociedad y el ambiente. Pese a la copiosa y
fundada información documentada y difundida por Guayubira, tanto el gobierno
colorado como el actual gobierno del Encuentro Progresista optan por ignorar
los impactos ambientales y continúan dando su apoyo al modelo
foresto-celulósico.
La oposición argentina
surge mucho más tarde, recién a principios de 2005. Si bien ya antes había
algunos grupos ambientalistas opositores, es recién entonces cuando el
pueblo de la ciudad de Gualeguaychú se organiza contra las fábricas de
celulosa que se instalarían del otro lado del río compartido entre ambas
naciones, con las consecuencias ampliamente conocidas.
La intervención argentina,
si bien fortalece la oposición a la instalación de estas industrias,
debilita en cambio a la oposición uruguaya, convirtiendo lo que inicialmente
era un conflicto interno en una enfrentamiento entre dos países, y
despertando así el sentimiento nacional, lo que condena casi ostracismo a la
oposición interna en Uruguay.
Tanto las organizaciones
uruguayas como las argentinas (y su gobierno) han llevado la lucha a
distintos ámbitos. La corporación financiera internacional pensaba
financiar ambos proyectos, pero la presión ha evitado hasta ahora la
aprobación de préstamos. Organizaciones españolas están ejerciendo presión
para que su gobierno no financie a
Ence. Otras de diversos países lograron que el
ING Bank no financiara a
Botnia. La
organización argentina CEDHA ha presentado demandas formales ante varios
organismos, en tanto que el gobierno argentino presentó una demanda ante el
Tribunal de La Haya, parcialmente desestimada (ver Villalpando, esta
página). Pese a que Botnia
continúa construyendo su planta como si nada pasara, lo cierto es que –como
ha reconocido Ence–
el futuro de estas plantas es aún incierto. El panorama se agrava incluso
más ante anuncios de nuevos proyectos celulósicos para el país, entre los
que se cuentan el de la empresa sueco-finlandesa
Stora Enso, así como de
inversores japoneses y canadienses.
Para los opositores
uruguayos, el problema va mucho más allá de los monocultivos de árboles y
estas dos fábricas de celulosa. Lo que está en juego es un modelo de país.
Argumentan que el pueblo votó al actual gobierno porque prometió el cambio y
que el modelo foresto-celulósico representa precisamente lo opuesto.
Sostienen que la forestación concentra y extranjeriza la tierra, destruye
los principales recursos del país (suelo, agua y biodiversidad) y genera
menos empleo que cualquier otra actividad agropecuaria. A ello se suma que
las fábricas de celulosa dan ocupación a muy poca gente, que destruyen
fuentes existentes de empleo en los sectores de turismo, pesca, apicultura y
agricultura orgánica, en tanto que los beneficios se van casi enteramente al
exterior. Ese no es el modelo de país que el pueblo votó.
Ricardo Carrere
Coordinador Internacional
del Movimiento Mundial por
los Bosques Tropicales
18 de octubre de 2006*
*
Publicado en Le Monde Diplomatique, Setiembre de 2006
1-
FAO Statistical Databases 2001
FOTO:
uruguay.indymedia.org
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