En los
últimos dos siglos el ser humano ha desafiado ese equilibro natural que hace
posible la vida. El aumento de la temperatura media del planeta es
inevitable durante un siglo aunque el ser humano deje de contaminar. Los
bosques y el plancton de los mares sólo pueden absorber de forma natural
pequeñas cantidades del dióxido de carbono causante de la capa de ozono.
Mientras
que los ciclos de calentamiento o de glaciación se producen en la Naturaleza
en períodos de unos 100.000 años, han bastado dos generaciones para alterar
la temperatura media en unas décimas de grado. Las consecuencias se dejan
notar en los seres vivos. Algunas plantas florecen y pierden sus hojas con
diferente ritmo y hay animales que se ven obligados a desplazarse a otras
zonas en un mundo cada vez más poblado. La adaptación tiene un límite,
incluso para el ser humano. Éste afronta desastres naturales cada vez más
mortíferos y padece los efectos extremos del calor. Es una apuesta a perder.
Como decía el Jefe Seattle, “lo que le acaece a la Tierra también les acaece
a los hijos de la Tierra”.
Conviene
aflojar el paso y detenerse en textos como éste. Escuchar el grito de los
pobladores indios ante la presión de los blancos para hacerse con sus
tierras. El modelo de desarrollo impuesto no ha cambiado tanto en la
actualidad. Las industrias se desplazan con total libertad de un lugar a
otro del planeta sin que los pueblos puedan decidir sobre su futuro.
Prosperidad a toda costa parece ser la regla. Así se ha regido el
espectacular crecimiento de China: cambiar la economía y después mejorar el
medio ambiente.
El ser
humano pasa por alto lo esencial en su inacabable carrera hacia lo moderno.
Los adelantos de la técnica a menudo resultan de mecanizar procesos
naturales. Las plantas desalinizadoras sirven de ejemplo. Como resultado de
la desalinización se vierten al mar aguas residuales con una concentración
de sal muy superior y diversas sustancias químicas. También se favorece el
calentamiento del planeta con la emisión de dióxido de carbono. El consumo
desmesurado y el reparto injusto del agua hacen necesario este procedimiento
artificial dañino para el medio. En la Tierra se produce idéntico proceso de
manera natural. El agua de los mares recibe el calor del sol y se evapora.
Se acumula en el aire, se condensa y se precipita en forma de lluvia, nieve
o granizo.
El
objetivo del desarrollo sostenible es el de respetar el ritmo de la
naturaleza. El planeta lleva en sí mismo el poder de transformarse, pero el
ser humano se empeña en imponer su propio equilibrio. Se ha pensado en
plantar bosques para compensar las emisiones de dióxido de carbono. Pero no
se puede saber con exactitud cuánto dióxido de carbono es capaz de
transformar un árbol. Sobre todo, esta medida es una carta blanca para
contaminar más la atmósfera y sólo beneficia a los países industrializados.
Es un
error considerar el calentamiento como algo insignificante y no tomar
medidas eficaces. El ascenso de la temperatura media podría ser mayor de lo
previsto, como confirman una serie de experimentos. Diversas partículas
liberadas a la atmósfera en la actividad humana actúan como barrera a la luz
solar. El planeta es cada vez más oscuro, por lo que el impacto del
calentamiento se ve reducido. Y todavía es más atrevido pensar que el ser
humano no se verá afectado, pues “todo está estrechamente unido”, como dijo
hace 150 años el Jefe Seattle.
Jorge
Planelló Carro
CCS
España
27 de diciembre de 2005