El
equipo de investigadores brasileños integrado por Alacir
De’Nadai, Winfridus Overbeek y Luiz Alberto Soares se
propuso recopilar y presentar datos sobre empleo y trabajo
en las zonas de influencia de Aracruz Celulose,
especialmente en el estado de Espirito Santo. La metodología
utilizada fue esencialmente las entrevistas con trabajadores
y trabajadoras de Aracruz, y también con los habitantes de
las comunidades vecinas “cuyas formas tradicionales de
trabajo sufrieron alteraciones o se volvieron inviables”
como consecuencia de la plantación de grandes extensiones de
monocultivos de eucaliptos.
Citando una investigación del instituto brasileño Ibase de
2004, el informe señala que esta industria más que otras
crea dos tipos de empleo: el muy calificado, que recibe un
buen reconocimiento económico y estricto respeto a los
derechos laborales, en general empleos de investigación o
contralor. Por otro lado, aparecen los empleos casi
exclusivamente físicos, más numerosos, mal remunerados y
generalmente tercerizados, esto es, sin protección de ningún
tipo. “De esta manera aumenta la desigualdad entre
categorías de trabajadores con y sin derechos garantizados.”
Aracruz, que ya detenta el 35 por
ciento del mercado global de celulosa de eucalipto blanqueda,
planea extender su área plantada en Brasil de 5 millones a
11 millones de hectáreas para atender lo que ella define
como un mercado en rápida expansión en el rubro de productos
desechables de papel, sobre todo si se tiene en cuenta la
incorporación de China a la lista de grandes consumidores.
El uso del empleo
Según la publicidad de Aracruz en la época en que buscaba
financiadores, “Cada hectárea de plantación de eucalipto
genera, en promedio, cuatro empleos directos”. Con sus 247
mil hectáreas plantadas en Espirito Santo, sostienen los
investigadores, debería haber creado ¡988 mil empleos!,
cuando en realidad sólo generó 2.031 según cifras de 2004.
Aracruz sabe que la gran batalla de las plantas de celulosa
ocurre en el escenario de la opinión pública, y por eso
despliega permanentemente fuertes campañas de publicidad en
las que no escatima recursos: desde carteles en los buses
hasta avisos en la televisión, todo sirve.
Estas campañas, sin embargo, suelen abordar el tema del
empleo en términos generales, pero nunca usando cifras
precisas, datos concretos. En ese estado brasileño, dice el
informe, Aracruz tiene asegurada la docilidad de la mayor
parte de los medios de comunicación, y algunos hasta
compiten por ser los más serviles.
El
gobierno federal, jugado a una política económica con base
en las exportaciones, apoya entusiastamente a Aracruz. Ese
apoyo comienza en la financiación, por ejemplo en un crédito
otorgado por el Banco Nacional de Desarrollo a la planta
Veracel por un total de 546 millones de dólares, a los que
habría que sumar unos 360 millones de dólares concedidos con
anterioridad para la construcción de otra planta. Pero
también se expresa en las declaraciones de los gobernantes.
Jaques Wagner, entonces ministro de Trabajo y Empleo, llegó
a decir en enero de 2004 durante una visita a Veracel que
“esta planta tiene el rostro de Lula”.
Una de las principales cartas de presentación del sector
forestal y de celulosa en Brasil -y en todo el mundo- son
sus promesas de creación de miles y a veces hasta de
millones de puestos de trabajo. Esta “inflación” del empleo
potencial se ha dado en llamar jobwashing. Más allá de
maquillajes, enjuagues y centrifugados, las fuentes
consultadas por los investigadores proporcionaron
información concreta sobre los trabajadores directos e
indirectos vinculados con Aracruz Celulose.**
Los datos dicen que desde 1989 hasta la actualidad esta
empresa gigantesca generó 8.807 puestos de trabajo, de los
cuales 2.031 son directos y 6.776 son indirectos. Llama la
atención que en 1989 los empleos directos eran 6.058 -tres
veces más que ahora-, y que desde que se comenzó a contar
los indirectos, en 1997, éstos totalizaban 3.706 -casi la
mitad que actualmente.
Empleo no es trabajo
Cuando se relaciona la cantidad de empleos con la inversión
efectuada se obtienen indicadores importantes a la hora de
pensar el empleo con una racionalidad más compleja que la
meramente contable. En la planta de Bahía cada puesto de
trabajo costó más de 600 mil dólares. En la fábrica C esta
cifra trepa a más de 3 millones de dólares, y en Veracel
alcanza los 3.750.000 dólares por empleo. Junto a esto, los
números dicen que en Brasil un empleo rural cuesta 2.900
dólares, y el más caro en la lista -antes de los de la
industria celulosa-, el empleo en un comercio, cuesta algo
más de 30 mil dólares.
Si
se analiza el empleo desde la ocupación de tierras, se
obtiene que en Brasil Aracruz genera un puesto de trabajo
directo cada 185 hectáreas. Según el Movimiento de Pequeños
Agricultores de Espirito Santo, cada hectárea de café bien
cuidada exige un trabajador, y en época de cosecha se deben
contar uno o dos más por hectárea.
Si
se observa la evolución de la relación entre productividad y
empleo, se concluye que en Aracruz 2 mil obreros producen
actualmente cuatro veces más que los 8 mil que trabajaban en
1989. La industria de la celulosa -como otras- ya no usa
intensivamente mano de obra gracias a las nuevas tecnologías
que aplica.
Otro tanto ocurre en el campo: desde hace ya varios años una
máquina cortadora de eucaliptos hace el trabajo de 14
motosierristas, oficio prácticamente desaparecido en casi
todas las plantaciones.
Las plantaciones masivas de eucaliptos han provocado la
decadencia definitiva de decenas de poblados en Espirito
Santo. Arariboia es uno de ellos. El pueblo vivía casi
exclusivamente de las cuarenta familias que trabajaban y
vivían de manera permanente dentro de la Hacienda Breda, con
producción de café y ubicada a pocos quilómetros del pueblo.
En época de zafra se recibían hasta 1.300 personas que
llegaban de distintos puntos del país. Cuando Aracruz compró
la hacienda, el patrón de la estancia reunió a todo el
personal y les aconsejó que se fueran lejos de allí. En la
actualidad sólo quedan algunas pocas familias de lo que fue
Arariboia, y todas sufren el desempleo.
En
la misma zona los investigadores visitaron a pequeños
agricultores con menos de 20 hectáreas, y hallaron que
además de tener asegurada su alimentación con lo que
producen, trabajan en promedio cuatro personas por predio, y
en el espacio dedicado al café en época de zafra esta
cantidad se duplica y en algunos casos se triplica.
El
informe concluye que no es correcto hacer una evaluación
simplemente cuantitativa de empleos generados, sino que se
debe poner en perspectiva la relación empleo creado y
trabajo suprimido, sobre todo teniendo en cuenta que la
agricultura familiar campesina es una actividad integral e
integradora.
En
suma, el documento aporta valiosos insumos para la reflexión
desde una óptica hasta ahora poco transitada en relación con
la agroindustria de la celulosa en Brasil. Concretamente,
cuestiona que las plantas de celulosa aporten
“modernización” y “progreso” a las comunidades vecinas a sus
instalaciones, y constata que hay enormes distancias entre
las promesas de Aracruz y la realidad, particularmente en lo
referido al enfoque central de la investigación: el empleo.
Se demuestra con claridad que los proyectos de expansión de
las plantaciones destruirán más oportunidades de trabajo de
los empleos que crearán y, especialmente, agrederán de
manera esencial a comunidades indígenas y quilombolas de
Espirito Santo, comprometiendo su permanencia quizás
definitivamente.
“Es necesario revalorizar el trabajo humano que muchas veces
no se traduce en un empleo formal, con salario y carné de
trabajo (...). Es necesario reevaluar la importancia de la
autonomía de las comunidades tradicionales y campesinas que
tienden a perder sus recursos y actividades a causa de la
voracidad de empresas que se apoderan de sus tierras
prometiendo algunos empleos”, finaliza el informe.
Carlos Amorín
Brecha
19 de julio de
2005
* “Promesas de empleo y destrucción del
trabajo. El caso de Aracruz Celulose en Brasil.”
** Informaciones corporativas, Aracruz
Celulose: 1989-2003; RIMA, 1989; BVQI, 2004.