Río Tinto, una de las
mayores empresas mineras del mundo, proyecta
construir en Uruguay un megapuerto para el
traslado de su producción en Brasil. La firma
sostiene que su emprendimiento será
ambientalmente inocuo y que generará numerosos
puestos de trabajo y oportunidades de desarrollo
inéditas para el país. Los vecinos de la zona no
piensan lo mismo, y se movilizan para frenar el
proyecto.
El puerto se edificará en la pequeña localidad
de Colonia Agraciada, en el departamento de
Soriano, a orillas del río Uruguay, el mismo río
en cuyas orillas ya opera la planta de celulosa
de la finlandesa Botnia.
En enero pasado Río Tinto adquirió al estatal
Instituto de Colonización algo menos de 300
hectáreas ubicadas en las cercanías de un
emprendimiento turístico y de áreas donde viven
familias de productores apícolas y agropecuarios
y pescadores.
El objetivo de la trasnacional de origen
angloaustraliano, la tercera del planeta en el
rubro minero, es sacar a través del puerto de
Colonia Agraciada el mineral de hierro extraído
de sus yacimientos en Corumbá, localidad ubicada
en el estado brasileño de Mato Grosso do Sul,
próxima a la frontera con Bolivia.
La construcción de la terminal insumiría unos
300 millones de dólares y se prolongaría a lo
largo de dos años, ocupando en esa fase a unos
180 trabajadores. Un número similar de personas
sería empleado de manera estable una vez que el
puerto esté en funcionamiento.
Vecinos de Colonia Agraciada y de Nueva Palmira,
otra ciudad puerto ubicada sobre el río Uruguay,
en el departamento de Colonia, señalan que esos
puestos de trabajo pesan poco en relación a los
que se perderían, en el sector productivo y en
el turismo, como consecuencia de la operativa de
esta empresa.
“No hacen falta estudios científicos ni técnicos
para comprender que convertir nuestra ribera en
depósito de hierro, carbón, combustibles y
material celulósico, con un tránsito de buques
transatlánticos permanente, pone en riesgo la
producción rural, la pesca, la apicultura, el
turismo y la provisión de agua potable para toda
la población. Además de destruir nuestra red
social e identidad cultural”, señalan en un
manifiesto que divulgaron a mediados de
noviembre.
Además de la terminal de Colonia Agraciada, los
vecinos y organizaciones sociales de esa zona
del país rechazan la construcción de otro puerto
privado, en una zona franca ubicada en las
inmediaciones de Nueva Palmira, en el
departamento de Colonia, limítrofe con el de
Soriano. Ese puerto, que será operado por la
firma Cartisur y es promovido por sus
impulsores como “el primer parque de
grandes líquidos del Uruguay”, podrá
albergar gigantescos superpetroleros de ultramar
de hasta 240 metros de eslora y contará en
tierra con enormes depósitos de etanol,
biodiesel, fertilizantes líquidos y distintos
derivados del petróleo, entre otros productos.
Uno de los puntos comunes entre los dos
proyectos es que en ambos está involucrada la
firma naviera Christophersen, contratada por Río
Tinto para realizar el traslado de su mineral de
hierro desde la terminal de Colonia Agraciada ,
y además propietaria de Cartisur. Christophersen
tiene también lazos con Botnia.
En comunicados pagos, seudo reportajes
periodísticos y entrevistas en varios medios de
comunicación nacionales, Christophersen y
Río Tinto han presentado estos emprendimientos
como “revolucionarios para el Uruguay”
y la región. “Le cambiarán la cara al
país”, dijo de ambos Jorge Fernández,
uno de los principales responsables de
Christophersen. Conceptos del mismo tipo
fueron utilizados por ejecutivos de Río Tinto en
un comunicado de prensa que divulgaron en
respuesta a las denuncias de los vecinos y
asociaciones de Nueva Palmira y Colonia
Agraciada. “El puerto en Colonia Agraciada
aportará a esta zona del litoral del río Uruguay
un movimiento económico que hoy no tiene,
convirtiéndola en boca de salida hacia el océano
Atlántico de la producción minera brasileña”,
insistió Fernández.
“Sin duda que estos megaemprendimientos
cambiarán la cara del país y de la región, pero
para mal”, señalan los vecinos
movilizados. Refiriéndose a Cartisur,
dicen: “Se anuncian decenas de chimeneas que
escupirán dióxido de azufre y llamaradas,
producirán un ruido infernal y bastantes riesgos
de accidentes. Todo para abastecer a los buques
sin pagar la nafta uruguaya, evadiendo todos los
impuestos gracias a las regalías que ofrece la
zona franca”.
Y en cuanto a Colonia Agraciada indican que allí
“se depositarán y manipularán toneladas de
hierro y carbón que se cargarán en barcos con
destino al primer mundo, para exportar el
mineral extraído en el corazón de Brasil.
Un inmenso puerto privado que solo dejará el
aire y agua enrarecidos y un puñado de puestos
de trabajo que no es comparable con los
productores y pescadores que serán expulsados de
su lugar, además de frustrar una inversión
turística ya iniciada”.
Los vecinos del lugar y quienes los apoyan
-entre los cuales figuran el escritor Eduardo
Galeano y los cantautores Daniel
Viglietti y Leo Masliah, además de
decenas de científicos, sindicalistas y
personalidades de distintos ámbitos- subrayan
igualmente los antecedentes poco fiables de Río
Tinto. Recuerdan, por ejemplo, que en abril el
Estado noruego decidió retirar los 640 millones
de dólares que tenían invertidos en la
trasnacional “para no ser cómplice de
destrucción ambiental en Indonesia”.
Por diversos actos predatorios la corporación ha
sido denunciada también en Sudáfrica, Nueva
Guinea y Madagascar.
Otros de los cuestionamientos básicos de los
ciudadanos movilizados contra estos proyectos es
que “fomentan un desarrollo industrial
desproporcionado con la infraestructura local”,
que “no cuentan con laboratorios propios para
realizar seguimiento alguno” y que el Estado
uruguayo carece de medios suficientes para
controlarlos. En este último plano traen a
colación el caso de la empresa de productos
sulfúricos Isusa, que “a principios de año, con
absoluta negligencia, depositó 8.000 toneladas
de azufre a cielo abierto en un galpón en
construcción (en un área próxima a Colonia
Agraciada). A pesar de haberlo denunciado en su
momento, todavía no pudimos acceder a los
análisis que exigimos a la Dirección Nacional de
Medio Ambiente para verificar un posible impacto
de azufre sobre agua y tierra. Y fueron
necesarios nueve meses y la junta de mil firmas
para que (el ente público de agua) OSE aceptara
realizar los análisis requeridos para
tranquilidad de la población”.
Concluyen que “en estas condiciones” es
imposible “avalar nuevos emprendimientos que
pueden significar el fin de nuestra región” y
llaman a los uruguayos a movilizarse contra “un
modelo de desarrollo irracional que solo brinda
ventajas a monopolios extranjeros cuyo único
objetivo es extraer los principales recursos de
nuestro continente al menor costo posible”.