Fabricar un ordenador requiere emplear 10 veces

su peso en productos químicos y derivados del petróleo

Los ordenadores también contaminan

 

La ONU recomienda actualizar los viejos equipos y evitar

el impacto ecológico que supone su corto ciclo de vida

 

 

La industria –liderada por Microsoft, Intel y los fabricantes de ordenadores– ha establecido un ciclo de vida para los ordenadores de tres años basado en que, transcurrido este tiempo, las prestaciones de los equipos quedan desfasadas. La crisis económica ha hecho que en los últimos tiempos muchos usuarios hayan alargado este periodo hasta cinco años. Ahora, un estudio de la Universidad de las Naciones Unidas en Tokio pone en entredicho el planteamiento de cambio continuado tomando en consideración el coste ecológico que conlleva la fabricación y el descarte de estos equipos.

 

Según el estudio de la citada universidad, la fabricación de un ordenador requiere diez veces su peso en materias derivadas del petróleo y otros productos químicos. Por ejemplo, un monitor de tubos catódicos que pese unos 20 kilos necesita 240 kilos de productos fósiles, 22 kilos de materiales químicos y tonelada y media de agua.

 

En porcentaje, estas cifras son mucho peores que las de la fabricación de coches o frigoríficos, ya que estos bienes consumen el doble de su peso en productos contaminantes. Y adquieren su importancia si se tiene en cuenta que cada año entran en el mercado unos 130 millones de ordenadores y que hay países hasta ahora poco desarrollados que se están informatizando a gran velocidad.

 

Asimismo, el desmantelamiento de los viejos se ha convertido en un problema de primer orden, ya que algunos países optan por enviarlos a zonas de Asia donde se están creando grandes basureros electrónicos, con desastrosos efectos medioambientales. Plomo, mercurio, cobalto, arsénico y cadmio son algunos de los materiales contaminantes que contienen estos equipos. Quinientos ordenadores producen más de 700 kilos de plomo, casi 2 de cadmio y 300 gramos de mercurio, por citar sólo algunos ejemplos.

 

Según el rector de la Universidad de las Naciones Unidas, Hans van Ginkel, “este estudio demuestra que nuestro actual conocimiento del impacto de la industria de los ordenadores en la salud y en el medio ambiente es inadecuado”. El estudio recomienda potenciar la actualización de los equipos, en lugar de descartarlos rápidamente por otros nuevos, y en este sentido pide una nueva propuesta por parte de la industria y una nueva actitud por parte de los usuarios.

 

Según Eric Williams, uno de los editores del estudio, “los usuarios deben pensar detenidamente si de verdad necesitan comprar otro ordenador o si actualizar la máquina que tienen también puede servirles. Colocar las antiguas máquinas en el mercado de segunda mano también es importante”.

 

El estudio bendice, con algunos reparos, las nuevas legislaciones en la materia, como la que tiene previsto poner en marcha la Unión Europea y por la que se implica a los fabricantes en la recogida de los equipos usados. Según la Universidad de las Naciones Unidas, habrá que ver cómo se articulan estas medidas para poder valorar realmente su efectividad.

 

Asia concentra la basura electrónica

 

Además del coste ecológico que supone fabricar nuevos equipos, está la contaminación que crea la desaparición de los viejos. En una sociedad opulenta como la estadounidense, cada año 30 millones de ordenadores van a la basura. Menos del 20% de ellos se recicla y el resto acaba en algún vertedero o descampado. El problema, además, es que últimamente se ha sabido que buena parte de los equipos que se supone que son reciclados en realidad son enviados por barco a zonas de Asia donde son desmontados de cualquier manera, lo que genera una contaminación que afecta a las personas y al medio ambiente.

 

Bangladesh y la provincia china de Cantón son dos zonas famosas por sus basureros electrónicos. Allí, tal como han denunciado organizaciones como Basel Action Network y la Silicon Valley Toxics Coalition, trabajadores de todas las edades y sin medidas de protección utilizan martillos, ácido y fuego para recuperar algunos materiales valiosos. Agua contaminada en 30 kilómetros a la redonda y enfermedades crónicas son el resultado de esta “industria” que sólo en Cantón moviliza a 100.000 personas.

 

 

La Vanguardia / COMFIA – CCOO

11 de marzo de 2004

 

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