El peligroso negocio de la
manipulación climática
La
crisis climática se siente ya en todas partes: lluvias
abundantes y fuera de temporada, mayores sequías y en
lugares donde no las había, más inundaciones, fríos y
calores extremos, huracanes más fuertes y en nuevas
regiones, pérdida de cosechas, devastación de
ecosistemas…
Ante esto, las empresas y gobiernos que han causado el
cambio climático impulsan propuestas cada vez más
peligrosas, como la geoingeniería o manipulación
voluntaria del clima.
Casi ningún gobierno y ninguna industria se plantea
cuestionar las causas del calentamiento global: la
agricultura industrial (monocultivos agrícolas y de
árboles, pecuaria intensiva, uso de agrotóxicos) y el
cambio de uso de suelo (incluyendo deforestación,
desertificación, crecimiento urbano y carreteras) son
los principales factores de cambio climático, seguidos
por la industria automovilística y las emisiones de
gases de efecto invernadero de las grandes industrias.
Pero las propuestas a la mesa son manipulaciones de
mercado (como el comercio de carbono, que no reduce un
ápice las emisiones pero es un jugoso negocio
empresarial); aumentar los monocultivos agrícolas y de
árboles (causas principales del cambio climático); y
nuevos remedios tecnológicos que tampoco servirán, pero
de nuevo, son un negocio para las empresas que tienen
las patentes sobre ellos.
La nueva carta del poderoso lobby
petrolero, químico y de agronegocios es la geoingeniería.
Estas industrias, sus científicos de alquiler y el
gobierno de
Estados Unidos,
se han dedicado por décadas a negar que hubiera cambio
climático y por tanto, no había necesidad de recortar
las emisiones. Ahora cambiaron el discurso: reconocen
que el cambio climático es grave y hay que tomar
medidas.
La
solución “perfecta”, dicen, es la manipulación del clima
a gran escala. No implica reducir emisiones, ni cambiar
los patrones de producción y consumo –que ellos
controlan y son su fuente de lucro–, sino hacer
ingeniería climática para enfriar el planeta, que
renovada todo el tiempo, permitirían incluso
aumentar las
emisiones, porque se contrarrestan sus eventuales
efectos climáticos.
La geoingeniería, agregan, es una solución de
“ganar-ganar”: no hay que cambiar nada y crea nuevas
fuentes de negocios.
Los gobiernos de las grandes potencias muestran
creciente entusiasmo frente a la perspectiva de no tener
que reducir emisiones en sus fuentes y ya han comenzado
a desviar recursos públicos para investigación y
experimentación en geoingeniería. El primero de
septiembre, la Sociedad Real (Academia de Ciencias del
Reino Unido) se sumó irresponsablemente al concierto,
publicando un reporte elaborado por un selecto grupo de
científicos –la mayoría involucrados en geoingeniería–
que aunque reconoce que la geoingeniería implica
riesgos, básicamente dice que se debe tomar en cuenta y
aumentar su investigación y experimentación, como un
“plan B”.
Entre las propuestas de geoingeniería está la
fertilización de grandes áreas del océano con hierro o
urea (para aumentar el plancton, absorber carbono y
bajar la temperatura del mar), lanzar inmensas
cantidades de compuestos sulfatados a la estratosfera
creando una sombrilla que tape los rayos del sol, poner
en órbita miles de millones de espejos que reflejen los
rayos solares, manejar y desviar huracanes, inmensas
plantaciones de cultivos y árboles transgénicos para
agrocombustibles y sumideros de carbono, enormes parches
de algas transgénicas en el mar para absorber carbono o
el llamado “biochar”: quemar cantidades industriales de
materia orgánica con pirolisis para enterrarlo en el
suelo.
Cada propuesta en sí misma conlleva enormes riesgos y
efectos secundarios. Por ejemplo, las partículas de
sulfato en la estratosfera caerán luego a la tierra,
produciendo la muerte prematura de 500 mil personas; la
manipulación del mar por fertilización o algas
transgénicas, desequilibra las cadenas alimentarias y
los ecosistemas marinos; los espejos en el cielo serán
manejados desde la Tierra –¿que tal si deciden usarlos
como arma para “freír” algún país que moleste a quien
controle las computadoras? ¿Dónde irá el reflejo si hay
una “caída del sistema”?
Además, todas las propuestas comparten otros impactos.
Para que el clima tome nota, necesariamente deben
realizarse a megaescala. Una vez puestas en marcha, no
hay vuelta atrás. El clima es un sistema global y no hay
forma de predecir los impactos que la manipulación
climática producirá en otras regiones: los países y
poblaciones más vulnerables del Sur –que no contribuyen
al caos climático, pero lo sufren– podrían recibir los
peores impactos, con más descontrol climático y
devastación de sus ecosistemas, afectando más a los
pobres, campesinos, indígenas, pescadores artesanales.
Tienen además un alto potencial de usos bélicos.
Los que
proponen y tiene el dinero para financiar la
geoingeniería son los que han causado el cambio
climático.
Aducen que esperar a un consenso global sobre el tema es
demasiado lento para la gravedad de la crisis. ¿De dónde
sacan autoridad moral para adjudicarse el control del
termostato global?
Serán sólo “experimentos” dice la Sociedad Real. Salvo
para quien sufra los impactos, que será una cruda
realidad. La geoingeniería no solucionará nada y
aumentará el problema. Lo único razonable es una
prohibición global que impida a los nuevos señores del
clima experimentar con todo y todos los demás.