Mientras las
consecuencias del cambio climático global cada vez son más visibles y pegan
con más fuerza a los más pobres, los principales causantes, empresas y
gobiernos, lejos de ir a la erradicación de las causas lo que afectaría sus
ganancias y sus votos proponen arreglos tecnológicos. Estas "soluciones"
tienen la ventaja de crear nuevas fuentes de negocios para los mismos
actores que provocaron y se beneficiaron de los daños. Aunque la mayoría de
las iniciativas, como la redición de la energía nuclear y la producción
masiva de biocombustibles conllevan efectos muy perversos, la tendencia más
extrema y peligrosa es la geoingeniería: la manipulación intencional del
clima y el ambiente planetario.
Existen iniciativas gubernamentales y privadas que van desde
la fertilización de los océanos con nanopartículas de hierro (para tratar de
bajar la temperatura de los mares y desviar huracanes) hasta lanzar
nanopartículas de compuestos sulfatados al cielo para crear una capa que
intercepte los rayos solares. Todas tienen en común que podrían causar
catástrofes de desequilibrios y contaminación inéditas.
El nuevo informe del Panel
Interguberna-mental sobre Cambio Climático, publicado en febrero 2007,
alerta que en este siglo sufriremos eventos climáticos más extremos y más
frecuentes de los que ya hemos visto, con tormentas tropicales y huracanes
más fuertes, inundaciones más grandes, olas de calor y sequías más intensas
y más largas, avance de la desertificación y aumento del nivel del mar entre
28 y 43 centímetros hasta el 2100. El panel reafirma que el cambio ha sido
inducido por actividades humanas, principalmente por emisiones de gases de
efecto invernadero. Lo más contaminante son las emisiones de automóviles e
industrias, cuya amplia mayoría proviene de países del Norte global. El
acelerado proceso de industrialización de China también contribuye
significativamente y México ocupa el lugar número 14 en la lista
global pero muy lejos del principal contaminador, que sigue siendo
Estados Unidos.
Pese a ello, el gobierno de Estados Unidos, con apoyo de
científicos mercenarios, se ha dedicado a negar el cambio climático,
justificando así su negativa a cambiar su estilo de producción y consumo.
George W. Bush comenzó su gestión anunciando que no iba a cumplir con
las ya limitadas metas del Protocolo de Kyoto organismo de Naciones Unidas
que se ocupa del tema porque eso afectaba los intereses de sus industrias.
Sin embargo, a mediados del año pasado, Bush dijo al New York Times
"Dejemos el debate sobre si los gases de efecto invernadero son causados
por la humanidad o por causas naturales; vamos a enfocarnos solamente en las
tecnologías que puedan resolver el problema" (25/05/2006)
En ese paquete de tecnologías, están los proyectos de
geoingeniería, como la manipulación del clima para evitar, por ejemplo,
huracanes como el Katrina. O por lo menos evitar que lleguen a sus costas,
aunque quizá el resultado sea que lleguen a las de sus vecinos.
La manipulación intencional del clima tiene una larga
historia, sobre todo con fines bélicos. La CIA realizó experimentos
para provocar lluvias intensas y prolongadas durante las guerras de
Vietnam y Camboya, para destruir caminos y cosechas. Este
experimento y otros similares motivaron la creación en Naciones Unidas de la
"Convención sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación
ambiental con fines militares u otros fines hostiles" (ENMOD por sus siglas
en inglés). Pero Estados Unidos continuó haciendo proyectos de este
tipo.
En un informe de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en
1996, titulado "El clima como fuerza multiplicadora: poseyendo el clima en
2025", concluyen que el clima "provee una dominación del campo de batalla
hasta un grado nunca antes imaginado", incluyendo la capacidad de
desarticular operaciones enemigas provocando tormentas, sequías y escasez de
agua dulce.
Según la Organización Mundial de Meteorología, 26 gobiernos
conducían experimentos de alteración del clima en el año 2000. En el
2003-2004, 16 gobiernos admitieron este tipo de actividades, pero en
realidad muchos más están involucrados. Los fines bélicos nunca están
descartados, pero los gobiernos declaran otro tipo de fines. China
por ejemplo, prometió al Comité Olímpico Internacional que las Olimpiadas
del 2008 en Beijing tendrían solamente días soleados, aunque tuvieran que
alterar el clima.
Quizá lo más preocupante es la legitimación creciente de
estos mecanismos, con la justificación de manejar los efectos del cambio
climático. Por ejemplo, los experimentos de fertilizar el océano con
partículas de hierro, en uno de los cuales participó México a través
del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada,
(CICESE) en 1995; se proponen aumentar el plancton de la superficie
marina.
De esa manera se absorbería bióxido de carbono (CO2), lo que
teóricamente bajará la temperatura del mar, evitando o suavizando la
formación de huracanes. Aunque no hay evidencias de su efectividad y se sabe
que esta absorción de CO2 no es permanente, ya existen empresas que explotan
esta actividad en forma comercial, vendiendo "créditos de carbono" por la
supuesta absorción de carbono. Sobre esto se han publicado estudios
científicos en Science, alertando que la proliferación de estas
actividades tendrá impactos de amplio espectro sobre los ecosistemas marinos
y todo lo que depende de éstos. En lugar de enfrentar las causas reales del
desastre climático, la geoingeniería creará nuevas catástrofes.
Silvia Ribeiro*
7 de febrero de
2007 |
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Investigadora del Grupo ETC.
Los datos
de este artículo provienen del informe del Grupo ETC Gambling with Gaia,
disponible en
www.etcgroup.org (próximamente en
castellano)
Ilustración:
www.nodo50.org
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