-¿Cuáles son las razones del actual incremento de las
ocupaciones de tierras?
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Marcial Gómez y Carlos Amorín |
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-Uno de los principales problemas que tenemos en Paraguay es
que el 80 por ciento de la tierra está acaparado por el 1
por ciento de la población, y hay miles de trabajadores y de
campesinos sin posibilidades productivas. Por eso nosotros
planteamos desde hace años un “Programa de reactivación
nacional” que no se puede concretar sin una redistribución
de la tierra. Hasta ahora, el único medio que tiene el
campesino para conseguir tierra es la ocupación. Es una
medida de presión para provocar una decisión en el gobierno.
Nuestra definición es que se puede ocupar los predios de más
de 3 mil hectáreas porque consideramos que a partir de ese
tamaño se trata claramente de un latifundio, y actualmente
discrepamos con algunos grupos que están ocupando sitios de
200 o 300 hectáreas porque bien se puede tratar de pequeños
productores sin recursos para trabajar. También proponemos
una reestructura de la banca pública que debería orientarse
hacia la financiación del sector productivo, y también
exigimos que se procese la materia prima en el país para
poder desarrollar una industria nacional y generar empleos
en este momento tan necesarios como escasos.
-¿A qué categorías representa la Federación?
-Está constituida por pequeños y medianos productores
agrícolas, y por campesinos sin tierra. En Paraguay, hasta
ahora, hay muy pocos asalariados rurales. Últimamente,
inclusive la sojización del campo emplea muy poca mano de
obra.
-¿Cómo se expresa esa llamada “sojización”?
-Actualmente hay cerca de dos millones de hectáreas
plantadas con soja. Esto es un problema gravísimo, porque
además de ampliar la producción de soja –90 por ciento
transgénica– están concentrando aún más la propiedad de la
tierra porque arrasan con las comunidades campesinas,
utilizando masivamente agrotóxicos, les impiden seguir
produciendo de manera tradicional porque fumigan con
glifosato, al que llamamos “matatodo”, eliminando
fundamentalmente la mandioca, el maíz que son el consumo
esencial básico de los campesinos. Allí entonces los
aprietan para que vendan su tierra. Esta es una política
sistemática que se está aplicando en varias regiones del
país. Ellos contaminan todo, eliminan los bosques y crean un
enorme problema social y económico del cual nadie se hace
cargo.
-¿Cuántos son los campesinos afectados?
-Decenas de miles, porque ya están entrando prácticamente en
todos los departamentos. Están arrasando verdaderamente en
todas las regiones, eliminan comunidades enteras que se
trasladan a las grandes ciudades sumándose a los cordones de
miseria. Y si no te vas y quieres resistir, te mueres de
hambre o intoxicado.
-¿La FNC está entonces promoviendo ocupaciones?
-Sí, porque es la única vía que vemos en este momento capaz
de lograr tierra para el campesino. En este momento el
gobierno nacional tiene un compromiso con nuestra federación
de distribuir 5 mil hectáreas en el departamento de San
Pedro, otras 4 mil en Caaguazú, y 2 mil hectáreas en
Misiones. En todas las comunidades donde hay organizaciones
afiliadas a la Federación estamos también organizando una
resistencia contra el avance de la soja, en primer lugar
para preservar la organización social, económica y cultural
de las comunidades campesinas, amenazadas por la política
agroexportadora. La persecución en nuestra contra es grande,
tenemos varios compañeros y compañeras con procesos
judiciales, hace poco tuvimos dos compañeros muertos en
Caaguazú que iban a apoyar a una comunidad en lucha contra
la fumigación aérea. Fueron interceptados por la policía
local y asesinados.
-¿A cuánta gente representa la FNC?
-No tenemos padrón de afiliados. La gente se organiza en las
asambleas comunitarias, luego en los distritos, luego en los
departamentos y así hasta el nivel nacional. Igualmente,
normalmente movilizamos unas 30 mil personas.
-¿Qué dificultades encuentran los grupos después que
recibieron tierra?
-Es un tema que venimos discutiendo en todos los niveles
porque es muy importante. Históricamente el gobierno ha
ofrecido lotes de unas 10 hectáreas por familia y separados
entre sí, de forma de no generar organización y dificultar
el acceso a los servicios. Tampoco hay asistencia inicial
para los asentamientos. Nosotros ahora estamos promoviendo
un modelo llamado “asentamiento nuclear”, esto es respetando
las formas comunitarias tradicionales lo que facilita el
acceso a la educación, y los servicios. Pero el gobierno no
acompaña los asentamientos en cuanto a créditos, asistencia
técnica, traslado de tecnología, mucho menos en garantizar
la venta de la producción que se rige estrictamente por las
condiciones que impone el mercado.
-¿Cuál es el criterio con el que se distribuye la tierra una
vez obtenida?
-Tenemos tres tipos de asentamiento. Uno colectivo que
implica un título único de propiedad. Otra modalidad es
semicolectiva porque cada familia tiene su lote individual,
pero también existe un predio colectivo dentro del
asentamiento, y después está el modelo que promueve el
gobierno que es estrictamente de propiedad individual. En
este momento nosotros impulsamos el asentamiento
semicolectivo como forma de ir experimentando la generación
de una renta colectiva, lo que implica una discusión y
acuerdo de qué hacer con ella. Lamentablemente, sin
considerar algunas ayudas puntuales, el gobierno no
transfiere recursos ni tecnología a los asentados, y los
bancos exigen garantías para otorgar créditos. Los
asentamientos nuevos recién están comenzando a pagar su
tierra, por lo cual no tienen aún título de propiedad.
-¿Qué responden a quienes afirman que las ocupaciones son un
atentado a la propiedad privada y un ataque al orden legal?
-Esas acusaciones siempre existieron y en general provienen
de la Asociación Rural del Paraguay que reúne a los
latifundistas. Pretenden confundir a la sociedad,
influencias a la Justicia y la Policía para reprimirnos con
impunidad. Las leyes deben estar al servicio del pueblo, y
hasta este momento la garantía constitucional de la
propiedad privada es también un freno al desarrollo del
país, fundamentalmente condena a las mayorías al hambre y la
miseria. Las leyes deben adaptarse a las necesidades de los
pueblos.
-¿Cómo preparan a los grupos que ocuparán tierras?
-Eso ocurre en las comunidades, hay asambleas de base y se
discute el problema agrario y social que tenemos. Se hacen
planteos al gobierno y si no hay respuesta nos movilizamos
de muchas maneras, entre ellas, los compañeros sin tierra se
preparan para ocupar. No es algo oculto. Se hace a la luz
del día sin un entrenamiento especial.
-¿Cuál es el papel de la mujer en esta lucha?
-Hay una participación muy activa e igualitaria, desde las
asambleas de base hasta las ocupaciones y movilizaciones.
Nuestra Federación tiene una secretaría de la mujer que se
expresa en todos los niveles de organización para impulsar
la participación política de las compañeras. Las mujeres
expresan un interés creciente por participar como sujeto en
todas las instancias organizativas.
Además, la represión que recibimos siempre es mayor contra
la mujer que contra el hombre, por causa de su género. En
los desalojos de las ocupaciones, por ejemplo, no es raro
que ocurra alguna violación de compañeras, inclusive con
bocas de fusiles. Hay mayor agresión y violencia contra la
mujer por ser mujer. Esto nos obliga a consolidar una
discusión interna y a hallar una expresión organizativa
concreta para responder a esta situación.
Carlos Amorín
© Rel-UITA
7 de junio de 2004