Para salvar la Tierra de un imparable declive hacia la
incapacidad del planeta para acoger la vida, el primer
paso es que quienes tienen poder reconozcan que el cambio
climático producido por la emisión de gases es ferozmente
real. Y se preocupen de verdad. El primer obstáculo
insuperable para afrontar un problema es la negación del
mismo. Así sucede con el cambio climático, negado por torpes
intereses económicos. No es de extrañar, pues si los grupos
de presión a sueldo del sector tabaquero continúan diciendo
que fumar no es malo para la salud, qué no dirán los bufones
y voceros del desarrollismo desregulado y del beneficio
siempre en crecimiento.
En
realidad, hablamos del modelo en el que el beneficio a toda
costa es dogma indiscutible. Pero ya no hay excusa, no
después del manifiesto de las once Academias de ciencias de
los países del G-7, los más ricos del mundo. Ya no se puede
pretender que no existe el problema o no es tan preocupante
como dicen científicos, ecologistas y medioambientalistas.
Con el lenguaje moderado de los científicos, hay un
diagnóstico irrebatible y propuestas claras de terapias para
frenar el mal y, finalmente, eliminarlo. Ser más eficientes
en la producción de energía, no desperdiciarla, una apuesta
sin fisuras por la producción de energía limpia, legislar y
regular en función de esos principios, poner coto al
despilfarro del modelo consumista actual, el seguimiento
detallado de cambios en los hábitos de especies animales y
en ecosistemas y el control de la fusión de hielos polares
como detectores del alcance del mal...
La
degeneración progresiva de la Tierra está causada por el
cambio climático, por gases de combustión de derivados del
petróleo, por la deforestación que no cesa por la codicia
criminal, por el irresponsable uso hasta el agotamiento de
recursos naturales y por un modelo de desarrollo y consumo
miope que no ve a un metro de sus narices. Para no
comportarnos como auténticos irresponsables con las
generaciones venideras -las de nuestros hijos, nietos y
bisnietos- debemos poner seriamente en cuestión el actual
modo de desarrollo y consumo del planeta. No se trata de
oponer un modelo socialista o comunista a otro capitalista,
como en el siglo XX, sino de evitar la destrucción de la
Tierra, tan deteriorada por capitalistas como por
comunistas.
Se trata
de no producir a cualquier precio, de no consumir de
cualquier manera ni de despilfarrar por sistema como
expresión del grado de desarrollo, porque si nos cargamos
esta Tierra, no hay ningún planeta habitable a tiro de nave
espacial al que emigrar, como cuenta la ciencia-ficción.
Déjenme que les narre un cuento de mi memoria infantil.
En un
lejano país de un tiempo lejano y diferente, un hombre muy
pobre rogó a los seres superiores (dioses, genios o duendes,
a escoger) que le ayudaran para no pasar hambre y éstos le
dieron una gallina ponedora. Cuál no sería su sorpresa al
comprobar que la gallina cada mañana ponía un huevo, sí,
pero de oro. La vida de aquel hombre cambió, no sólo comió
cada día sino que se construyó un palacio, compró coches
fabulosos, adquirió obras de arte, contrató servidores… Pero
la codicia obnubiló su corazón y le atormentaba disponer de
más de un huevo diario de oro. Caviló sobre el asunto hasta
que concluyó que la solución estaba dentro de la gallina,
donde se formaban los huevos de oro, y, ni corto ni
perezoso, un malhadado día destripó a la gallina buscando el
secreto de la creación de huevos de oro, pero ¡oh cruel
desilusión! en el interior de la fallecida no había más que
un aparato reproductor corriente de ave. Desesperado,
intentó coser la tripa despanzurrada y revivir a la gallina,
pero fue imposible. Aquel inefable estúpido se había
condenado a la pobreza y de nuevo al hambre al cargarse la
fuente de riqueza que los dioses, genios o duendes le habían
ofrecido.
Tengo la
impresión de que somos tan necios como el hombre de la
gallina que ponía huevos de oro. Y no se equivoquen pensando
que nosotros no somos tan estúpidos, porque no haríamos una
imbecilidad tal como destruir el animal que nos da oro. De
verdad, ¿qué creen que estamos haciendo?
Xavier Caño
CCS - España
24 de junio de 2005
Ilustración:
abc digital,
Paraguay, 9-04-2005