Nicaragua

 

El megaproyecto hidroeléctrico

Río Grande Matagalpa

Impactos ambientales, sociales y económicos

 

 

Nicaragua está viviendo una de las más fuertes crisis energéticas de las últimas décadas.

La casi total dependencia del petróleo y de las fluctuaciones de su precio en el mercado mundial, las políticas desconsideradas de los gobiernos neoliberales que han administrado el país en los últimos 16 años, el régimen de monopolio en que se rige la distribución de la energía eléctrica (en manos de las transnacional española Union Fenosa) y la privatización casi total de la generación de energía, ha llevado Nicaragua al borde del colapso. Cada día, por todo el territorio nacional, se repiten de manera exasperante los sistemáticos apagones y el racionamento del agua, recurso que está siendo amenazado por medidas camufladas de privatización.

Al aproximarse la contienda electoral del próximo 5 de Noviembre, los diferentes actores de la política pública y los candidatos presidenciales, han desarrollado una poco creíble campaña para solucionar la crisis energética.

En los diferentes programas de gobierno se habla mucho de “desarrollo de fuentes alternativas de energía”, pero muy raramente se explica cómo lo van a hacer y sobretodo, de que manera se van a enfrentar al monopolio de las compañias petroleras presentes en el país o van a garantizar que el Estado sea partícipe directo de la explotación de estas nuevas fuentes.

En la búsqueda de fuentes alternativas de generación de energía, uno de los megaproyectos que goza del respaldo de distintos sectores de la clase política y empresarial nacional e internacional, es la construcción di un sistema de generación hidroeléctrico en la Cuenca del Río Grande de Matagalpa (Copalar, Tumarín y Mojolka), en el Norte de Nicaragua.

El proyecto es propuesto por la Empresa ENERGIA S.A., con un 70 por ciento de capital extranjero y un 30% nacional.

El megaproyecto se propone construir embalses para generación de energía hidroeléctrica hasta lograr una capacidad instalada de 980 MW, mediante la construcción de 3 represas, en dos fases consecutivas.

En la primera fase se van a construir dos represas (Copalar y Tumarín) con un potencial de producción de 860 MW y en la segunda se va a desarrollar la tercera represa (Mojolka), para producir otros 120 MW.

Actualmente existe un proyecto de ley en la Asamblea Nacional para la aprobación de ese proyecto.

La costrucción de estos embalses contempla la inundación de aproximadamente 345 Km² en la confluencia de los límites de la Región Autonoma del Atlántico Sur, Atlántico Norte y los Departamento de Boaco y Matagalpa, afectando gravemente a la población existente en la zona y a los recursos naturales.

SIREL participó en una conferencia de prensa del Centro Humboldt de Nicaragua, donde se dió a conocer el plantamiento de esta organización frente a las repercusiones sociales, económicas y ambientales que la dimensión de ese proyecto provocará.

Según el Ing. Víctor Campos, Subdirector del Centro Humboldt, “la afectación principal que va a tener este proyecto en términos sociales será el desalojo y reasentamiento de aproximada-mente 20 mil personas. La inundación de casi 350 Km², donde surgen numerosos poblados (el más afectado sería el Municipio de Bocana de Paiwas), provocaría el desarraigo de la población con consecuencias muy poco cuantificables, pero seguramente graves, por la pérdida de valores de identidad local y cultural, por la desaparición de escenarios importantes ligados a la vida de esta gente.

Se va a inundar una zona que ha sido, desde el punto de vista del patrimonio cultural, arqueológico, paleontológico y de biodiversidad, muy poco estudiada y sin que el país tenga en el futuro la posibilidad de valorar estos aspectos.

Otro efecto social que tendrá el proyecto es el desencadenamiento de migración de los habitantes afectados por el desalojo hacia los poblados más importantes de los alrededores.

Creo que se debería hacer un estudio de costo-beneficio del proyecto en los términos de qué es lo que más le conviene al país: si la generación hidroeléctrica en estos términos planteados o la producción agropecuaria, el desarrollo y el aprovechamiento de los recursos naturales de otra manera de la que está planteada en el megaproyecto Río Grande Matagalpa”.

En su presentación, Víctor Campos tocó también temas más amplios, explicando como estudios internacionales han demostrado que la construcción de grandes embalses han traido consecuencias negativas para el medio ambiente. En ese caso, el Centro Humboldt comenzarà un estudio preliminar para poder estimar el daño que se causarà, detectando ya desde ahora que “durante el proceso de construcción y llenado, se va a cortar el flujo de agua y se va a causar una gran baja en el caudal ecológico del río, agua abajo de la represa, afectando directamente a las comunidades étnicas y pueblos indígenas de la zona. Sabemos perfectamente – continuó Campos – que las plantas eléctricas pueden ser una solución para el problema energético, pero hay que hacerlo con mucho cuidado y tacto.

Nuestra posición es que se debe diversificar la matriz energética del país, balanceando las diferentes fuentes de producción energética para no vernos en los niveles de dependencia que actualmente estamos sufriendo. En el caso de ese megaproyecto, cuyo objetivo es producir energía para subsanar el déficit de energía nacional (actualmente Nicaragua necesita di aproximadamente 450 MW diario), pero sobretodo para venderla en el mercado regional centroamericano.

La promoción de este proyecto sacrifica nuestras condiciones ambientales, para favorecer los intereses de empresas transnacionales y de un grupo reducido de empresarios locales. Su magnitud contradice la voluntad nacional de reducir nuestro márgen de dependencia y no es consistente con las proyecciones de cambio en la composición de fuentes de la matriz energética nacional, sometiendo al país a un nuevo tipo de monopolio de generación”.

Además de los costos ambientales y sociales, hay también costos económicos.

Según Tania Osejo, coordinadora del Área de Incidencia del Centro Humboldt, “nuestra posición es que hay que aprovechar de las fuentes renovables con que cuenta el país. La magnitud del Proyecto Río Grande Matagalpa trae también consecuencias económicas. La disminución del caudal ecológico del río va a traer como consecuencia una reducción significativa de la disponibilidad de agua en la población agua abajo.

Eso implica una afectación a las actividades agropecuarias y también impedirà la navegación y la pesca de subsistencia, que son fundamentales en la vida de estas poblaciones. No nos resulta que se esté contemplando que se va a garantizar el caudal mínimo ecológico necesario, tanto para consumo humano como para estas actividades de subsistencia.

Una inversión de tal magnitud podría convertir ese proyecto en un objetivo de seguridad nacional, comprometiendo la independencia de nuestras Fuerzas Armadas, como ya ha occurrido en otras inversiones de menor monto, donde actúan como cuerpos de protección física de una inversión privada, quebrantando lo establecido en nuestra Constitución.

Otro aspecto tiene que ver con lo jurídico. Si dejamos que se apruebe este proyecto, sin previa aprobación de la Ley General de Agua, se podría convertir en un factor para que los propietarios del proyecto no paguen en concepto de canon por el uso y explotación del agua. Esto significaría la concentración de la tenencia y propiedad de las áreas afectadas en manos de la empresa privada que lo ejecute, lo cual significaría la privatización del recurso agua, tras la concesión del uso exclusivo para generación de energía”.

 El Centro Humboldt hizo también algunas propuestas concretas frente a la intención de aprobar este megaproyecto.

Pidió que se revisara la formulación técnica del proyecto con base en las nuevas condiciones naturales, como resultado de la crisis ambiental y global, redimensionandolo para cubrir la demanda insatisfecha y las perspectivas de crecimiento para los próximos 10 años.

Condicionó el proyecto a la aprobación de la Ley General de Aguas Nacionales y pidió que el Estado sea el principal accionista (mayoritario) en cualquier actividad de generación de energía, que se aproveche directamente de la base de los recursos naturales nicaraguenses.

Planteó también la diversificación de la producción de energía para no ser nuevamente dependientes de una sóla fuente y favorecer el desarrollo de pequeñas centrales hidroeléctricas, para encontrar soluciones locales a los problemas de abastecimiento de energía y asegurando excedentes para la exportación al mercado regional.

Considerar con seriedad el estudio del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en que Nicaragua presenta un potencial de 40 mil MW de energía eólica.

Cualquier construcción de embalses para la generación de energía debe contar con la aprobación de las comunidades que van a ser afectadas y con un plan de ordenamiento de la cuenca hidrográfica que la alimente.

En Managua, Giorgio Trucchi

© Rel-UITA

18 de octubre de 2006

 

 

 

 

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