En 1993, el
británico Ben Elton publicó la novela This Other Eden*.
Hoy,
once años más tarde, nos enteramos que la novela era
profética.
En la novela, que transcurre en el futuro, el
millonario Plástico Tolstoy, dueño de todos los medios
de comunicación del planeta, es además fabricante de
claustrosferas, especies de burbujas autosuficientes
donde sus propietarios se podrán encerrar y sobrevivir
por años cuando se inicie el inevitable fin del mundo.
Su enemigo es Jurgen Thor, un gigante noruego jefe de
Natura -el Partido Mundial Ambientalista- al parecer
conectado con el grupo de acción directa Madre Tierra.
Quién financia el multimillonario presupuesto de Madre
Tierra es un misterio, hasta que se descubre que
Tolstoy y Thor son socios.
Volviendo a la realidad, acaba de conocerse un
pronóstico nada halagador para el futuro de la
humanidad: dentro de tres años las tormentas
destruirán las barreras costeras volviendo
inhabitables grandes zonas de Holanda. En California,
los diques del delta del río Sacramento se romperán.
Hacia 2010, Estados Unidos y Europa vivirán un tercio
más de días con temperaturas por encima de los 40
grados centígrados. Entre 2010 y 2020, Europa se verá
fuertemente castigada por una caída de la temperatura,
el clima en Gran Bretaña se volverá más frío y seco,
con gran parecido al existente actualmente en Siberia.
Las muertes por guerra y hambre, se contarán por
millones, hasta que el nivel de la población se vea
reducido a un nivel que la Tierra pueda tolerar. El
acceso al agua se convierte en un campo de batalla: el
Nilo, el Danubio y el Amazonas son zonas de alto
riesgo. Regiones ricas como Estados Unidos y Europa se
convertirán en fortalezas para evitar que millones de
inmigrantes ingresen después de haberse visto
obligados a abandonar sus tierras inundadas por las
crecidas de los mares o sin posibilidad de que en
ellas nada germine. Unos cuatrocientos millones de
personas correrán riesgo de vida en el trópico.
Si usted piensa que lo anterior es producto de la
imaginación de un ecologista fanático, está
equivocado. Esas son algunas de las conclusiones que
surgen de un informe secreto elaborado por el
Pentágono, obtenido por periodistas del diario
británico The Observer. El informe fue encargado por
el asesor de Defensa del Pentágono, sus autores son
Peter Schwartz -ex director de planeamiento del Royal
Dutch/Shell Group y que por lo tanto algo sabe de cómo
crear problemas ambientales- y Doug Randall. Los
autores afirman que los cambios climáticos “deben
dejar de ser un debate científico para convertirse en
un problema de seguridad nacional”. Randall explicó
que “es una amenaza a la seguridad nacional muy
particular, porque no hay un enemigo al cual apuntar
las armas -falso: los enemigos serán los pobres- y no
tenemos control alguno sobre la amenaza”. También se
preocupó porque quizá sea tarde para evitar el
desastre: “no sabemos exactamente en que punto del
proceso estamos. Podría empezar mañana y no lo
sabríamos hasta dentro de cinco años”
Como es de conocimiento público, el presidente de
Estados Unidos Geroge W. Bush no cree que los cambios
climáticos constituyan algo real y, en consecuencia,
se niega a firmar los tratados internacionales
destinados a corregirlos, por ejemplo el Protocolo de
Kyoto. Algunos analistas afirman que Bush, con un
panorama electoral nada halagüeño y pese a sus
compromisos con las empresas petroleras y de
electricidad -que le hacen pensar como piensa- no
tendrá más remedio que ocuparse del tema. Sin embargo,
al otro día de conocido el informe del Pentágono, en
una cena -donde cada uno de los 1.400 invitados pagó
1.000 dólares a los efectos de reunir fondos para la
campaña- Bush acusó a los demócratas de dudar en la
guerra contra el terrorismo. Por lo tanto, dijo, los
electores tendrán que “optar entre un Estados Unidos
que guía al mundo con firmeza y confianza y un Estados
Unidos vacilante ante el peligro”. Sin duda estas
palabras sirvieron para tranquilizar a los fabricantes
de armas presentes. En consecuencia, si Bush es
reelecto ignorará las amenazas ambientales y
continuará satisfaciendo su vocación de policía
planetario, que ya consume un presupuesto militar de
379.000 millones de dólares. Como la anterior cifra
resulta difícil de comprender en toda su magnitud,
digamos que el actual presupuesto militar
estadounidense supera el que suman juntos los quince
países que le siguen en ranking.
Los optimistas -siempre los hay- piensan que el
candidato demócrata John Kerry tomará el cambio
climático como un verdadero problema. Y ya que estamos
con las profecías, haré la mía: seguramente los
demócratas hablarán más del tema -quizás Washington
sea la sede de una nueva conferencia mundial para
tratar los problemas del ambiente- pero no harán nada
concreto. Y esto es así por las características del
mapa político estadounidense, donde el coágulo de los
dos grandes partidos que representan los intereses de
los ricos y cuya mayor dificultad consiste en
demostrar que se diferencian en algo, impide -como
sucede en Colombia y hasta las próximas elecciones
ocurre en Uruguay- que la democracia circule libre y
fluidamente por todo el tejido social de la nación.
Claro que Bush no está solo en su ceguera, lo
acompañan los gobernantes de la mayoría de los países
del mundo. Basta recordar que en 1972 se celebró en
Estocolmo la Conferencia sobre el Medio Ambiente
Humano, seguida luego por la llamada Río 92 y la de
Johannesburgo 2002 sin ningún resultado visible, salvo
el de continuar tirando la pelota hacia delante.
¿Saben cómo termina la novela de Elton? Un día
surgieron fuertes rumores de que se avecinaba el fin
del mundo y la gente se encerró en sus claustrosferas
durante cuarenta años. Los habitantes de las naciones
pobres, que obviamente carecían de ese privilegio,
quedaron afuera rascando el polvo en el cual vivían.
Pero a partir de ese momento la vida comenzó
lentamente a mejorar, “la Tierra, momentáneamente
curada de sus humanos, pronto comenzó a recobrarse”.
“Libre del explotador virus de la humanidad, que la
había infectado por tanto tiempo, el planeta pudo
purificarse”. Y cuando abrieron la claustrosfera de
Toltoy se encontraron con su cadáver. Elton imaginó la
muerte de un capitalista, pero no la muerte del
capitalismo, quizá pensando en una nueva novela o por
considerar que esa tarea es algo que le concierne a
los lectores.
El Jurgen Thor
mexicano
Lo anteriormente comentado es el primero de los
vaticinios en que el novelista Elton acertó. El
segundo, producto de su superlativa imaginación, como
es la sociedad del millonario Tolstoy con el
ambientalista Thor, se confirma ahora en México. Jorge
Emilio González Martínez -alias el Niño Verde-,
senador de la República y líder del Partido Verde
Ecologista, aceptó un soborno de dos millones de
dólares. Por esa suma se comprometió con un grupo de
inversionistas de Canadá a facilitarle el trámite de
los permisos necesarios para construir en el llamado
corredor turístico de Cancún una serie de hoteles,
campos de golf y una terminal para contenedores.
Conste que cualquier similitud con el actual gobierno
de Uruguay es pura coincidencia.
Enildo Iglesias
© Rel-UITA
4 de
marzo de 2004
* Editada años
después en español: Un Nuevo
Edén, Emecé Editores.