El conflicto entre
Argentina y Uruguay por la instalación de dos
plantas de celulosa europeas en la margen oriental
del río Uruguay, que lleva meses y está cada vez más
empantanado, aparece plagado de paradojas y
absurdos.
Uno de los mayores absurdos se produjo el fin de semana
pasado con un intercambio de comunicados entre las
dos cancillerías, que se acusaban mutuamente de
mentir respecto a lo que se había dicho en una
reunión de representantes del Mercosur.
Uruguay sostenía que Brasil y Paraguay habían respaldado su
pedido de convocar a una reunión del Consejo del
bloque para tratar el diferendo de las papeleras.
Argentina decía que nada de eso se había producido.
Así estuvieron durante dos días, comunicado va,
comunicado viene, hasta que Montevideo se decidió a
publicar las actas de la reunión que, en este caso,
le dieron la razón.
Otro absurdo se dio durante la llamada “cumbre del gas”, la
semana pasada en Asunción, que reunió a Paraguay,
Uruguay, Bolivia y Venezuela para discutir el
financiamiento y trazado de un ducto que lleve gas
boliviano desde Tarija, en Bolivia, hasta Colonia,
en Uruguay.
El presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, insistió para que
se evitara a toda costa que el gasoducto atravesara
territorio argentino, aun si ese derrotero puede
llegar a encarecer los costos de la obra.
Se supone que cuando los trabajos de construcción del
gasoducto concluyan, si alguna vez comienzan, el
conflicto de las papeleras ya habrá concluido hace
tiempo…
Las cosas, por el momento, se ven en esta región del mundo
por el ojo de la cerradura, y la coyuntura predomina
claramente sobre cualquier visión estratégica.
Cierto es que Vázquez algún motivo fundado tenía de querer
escapar, ahora, a la actual dependencia de su país
del gas de su gigantesco vecino. Jorge Busti,
gobernador de la provincia de Entre Ríos, fronteriza
con el departamento uruguayo de Río Negro, donde se
emplazarán las dos plantas de la discordia, habría
pedido al presidente argentino Néstor Kirchner que
corte el suministro del fluido a Uruguay como forma
de presión. El propio Busti había dicho meses antes
que siendo el acceso a la energía indispensable para
cualquier proyecto de desarrollo nunca se podía
poner en peligro, por ejemplo, el suministro de gas
a los países “hermanos”...
Las paradojas han
abundado, y abundan, en el conflicto
La primera, esencial, de partida: las declaraciones
tonitruantes de autoridades ambientales uruguayas
sobre que las fábricas de celulosa proyectadas en
Río Negro “no son contaminantes”, que de llegar a
serlo había “suficientes mecanismos previstos para
reaccionar” y limitar a tiempo los efectos
negativos, y que Uruguay jamás pondría en peligro su
“fama” de “país altamente respetuoso del medio
ambiente” y de “país natural”.
Bastó que una consultora avalada por todas las partes y
respaldada por el Banco Mundial –la canadiense
Hatfield– realizara una evaluación independiente
para que quedara demostrado que los peligros de
contaminación generados por el vertimiento de los
desechos acumulados de ambas plantas al río Uruguay
son reales, de que las tecnologías previstas para su
tratamiento no son las más adecuadas en todos los
casos, y que ha habido falta de previsión de parte
de las autoridades ambientales uruguayas al
autorizar los emprendimientos.
Este conflicto es puramente bilateral y no necesita de
mediación extranjera alguna, clama a todos los
vientos Néstor Kirchner para oponerse a la
estrategia uruguaya de al menos regionalizar el
diferendo.
Sin embargo, no duda en pedirle públicamente a Finlandia que
intervenga para lograr que la empresa finesa Botnia,
la mayor de las que se instalarán en Río Negro y la
que más ha avanzado en las obras, paralice los
trabajos de construcción durante noventa días para
que puedan establecerse negociaciones serias entre
las partes.
Finlandia no intervendrá, porque se trata de un diferendo
entre estados y una empresa privada en el cual el
gobierno no tiene por qué tomar cartas, respondió la
presidenta del país europeo, Tarja Halonen. Sin
embargo, pocas semanas antes autoridades finesas
habían sostenido que defenderían a toda costa esa
inversión, una de las mayores (cerca de 1.200
millones de dólares) de una firma de ese origen en
el exterior.
Botnia ha actuado “con generosidad” y aceptado detener las
obras por un tiempo suficiente para que las partes
intenten solucionar el conflicto, anunciaba el
secretario de la Presidencia de Uruguay, Gonzalo
Fernández, poco antes de que tuviera que desmentirse
porque esa promesa, hecha por los representantes de
la firma en Montevideo, había sido ignorada por los
dirigentes de la misma en Finlandia.
¿Creer que puede haber un “capitalismo benévolo” no es en
cierta manera paradójico?, se pregunta el secretario
ejecutivo del Centro Americano de Ecología Social
Eduardo Gudynas. Tanto como pensar que puede haber
transnacionales que sean “amigas y socias del país”,
idea que al parecer manejan las principales
autoridades del gobierno surgido de las filas del
(¿otra paradoja) izquierdista Frente Amplio
uruguayo, se responde el mismo investigador.
Más paradojas: mientras el gobierno de Entre Ríos se opone
tajantemente a la instalación de las dos celulosas
europeas en la margen oriental del río Uruguay, en
otras dos provincias argentinas, Misiones y
Corrientes, los gobiernos locales ven con muy buenos
ojos los planes de empresas del mismo sector (entre
ellas la mayor del mundo, la suecofinlandesa Stora
Enso) de instalarse en su suelo y sobre las riberas
del mismo río Uruguay. Las pasteras que allí se
construirían utilizarían una tecnología similar a la
que usarían en Río Negro Botnia y la española ENCE.
Otra: bajo la excusa de que impedían la libre circulación de
personas en el subterráneo de Buenos Aires, la
policía argentina reprimió fuertemente, y desalojó,
a trabajadores que habían cortado los accesos a esos
trenes. Nada ha hecho, en cambio, la policía
provincial de Entre Ríos, ni la Federal, para
permitir la libre circulación de mercancías y
personas por el puente entre Gualeguaychú (Entre
Ríos) y Fray Bentos (Uruguay), bloqueado desde hace
meses por integrantes de la Asamblea Ciudadana
Ambiental de esa ciudad.
Altos miembros del gobierno argentino se quejaron de que
Tabaré Vázquez no pudiera obligar a Botnia a detener
los trabajos en su planta por noventa días (“En
Uruguay no manda Vázquez, manda Botnia”, llegó a
decir el ministro del Interior Aníbal Fernández),
pero recientemente el propio Kirchner debió admitir
que “no podía” despejar el puente entre los dos
países.
El corte de esa vía de comunicación (en algún momento
llegaron a estar cortados todos los puentes entre
Argentina y Uruguay) llevó a Tabaré Vázquez al
absurdo de considerar que “Uruguay y Cuba son
actualmente los únicos países bloqueados de América
Latina”.
Y paradoja mayor: cuando se consideraba que la llegada al
poder de partidos de izquierda, o “progresistas”, en
la mayoría de los países de la región, fortalecería
la integración en el Mercosur, está sucediendo
exactamente lo contrario, y este bloque aparece más
débil que nunca.
Uruguay sostiene que “apuesta” a reforzar el Mercosur, y
apela a su institucionalidad para dirimir el
diferendo con Argentina, pero paralelamente no
descarta buscar un acuerdo de libre comercio con
Estados Unidos que en los hechos perforaría
severamente al bloque.
Argentina sostiene a su vez que el Mercosur es su principal
“apuesta estratégica”, pero en los hechos dinamita
su credibilidad al negarse a dar trámite (Buenos
Aires ejerce actualmente la presidencia pro témpore
del bloque) al pedido uruguayo de reunir a su
Consejo, y desconsiderar permanentemente a los
países pequeños (no sólo Uruguay, también Paraguay).
Estando así las cosas en el principal acuerdo de integración
latinoamericano (el otro, la Comunidad Andina de
Naciones, ya implosionó tras el retiro de
Venezuela), y sin disparar un solo tiro (tremenda
paradoja), Estados Unidos se frota las manos.
Daniel Gatti
©
Rel-UITA
24
de abril de 2006
Volver
a Portada